Por Javier Villamor – gaceta.es

El organismo financiado con 20.000 millones de euros de Irene Montero ha lanzado una nueva campaña dirigida a los «nuevos hombres» en los que aparece un niño cuyo padre le está ayudando a montar una cocina mientras su madre, el nuevo hombre para las feministas actuales, es la que trabaja sobre un escritorio. El eslogan, adaptado al sexo masculino como continuación de su anterior campaña enfocada a la mujer, es #ElHombreSeHace, en una adaptación sui generis de la famosa frase de la referencia feminista Simone de Beauvoir.

No hay nada criticable en contra de que cada familia se guíe por sus propias reglas, de que cada niño juegue con lo que más le guste, de que cada padre de familia trabaje en lo que más le plazca. Resulta cansina la ingeniería social evidente llevada a cabo por los políticos desde las instituciones con dinero de todos los españoles.

El feminismo actual (hembrismo, mejor dicho) ya va por la cuarta ola. El clásico ha sido absorbido y transformado por la ideología de género hasta el punto de admitir que el hombre y la mujer no son realidades empíricas biológicas sino que están sujetas al sentir de cada individuo (el ultra liberalismo que subyace a esto es evidente, encumbrar el yo por encima de todo). La propedófila Beauvoir, al igual que su marido Jean Paul Sartre, se encargó de dar la puntilla final a la consideración clásica de una mujer. Bajo su lógica, si una mujer se hace, un hombre se puede hacer también. De ahí la campaña actual. Es otro ejemplo perfecto de que no son fruto de ideas ingeniosas actuales, sino de planteamientos escritos hace décadas. Lo mismo ocurre con la estrategia electoral de la conocida como ‘nueva izquierda’. La atomización de las sociedades, la creación de identidades, la explotación política de estas y la articulación de todas hasta el punto de que identidades opuestas trabajen y sean dirigidas por un mismo fin ya lo definieron Chantal Mouffe y Ernesto Laclau allá por el año 1985.

Todo, absolutamente todo lo que está haciendo esta izquierda es el éxito de estas estrategias puestas en práctica. Íñigo Errejón, en contraposición a Pablo Iglesias, también las lleva a cabo. El enfrentamiento entre los otrora líderes de Podemos fue estrictamente táctico.

Más allá de la preocupación por la motivación ideológica de dichos colectivos y partidos, lo que realmente debería llamar nuestra atención son las consecuencias como sociedad del enfrentamiento diseñado y provocado entre hombres y mujeres. Sé que la debacle general no solo se explica desde un prisma sociológico, pero los datos son los datos y, me atrevo a decir, que el enfrentamiento entre sexos tiene mucho que ver.

El número de matrimonios no ha parado de descender. La desconfianza implantada entre ambos sexos (los hombres, supuestos agresores; las mujeres tienen el arma de la ley de violencia de género) produce alergia al compromiso. La educación pública española envenena las mentes de los jóvenes y plantan la semilla del enfrentamiento.

Estadística: Número de matrimonios entre personas de distinto sexo en España de 2006 a 2021 | Statista

La natalidad española se ha desplomado en torno al 60% desde 1975. Hubo un repunte importante en los años del ‘zapaterismo’ con el cheque bebé que se ha vuelto a hundir en los últimos años. La difícil situación económica del período democrático puede explicar esto, pero también, sin lugar a dudas, la idea feminista de que tener hijos es violencia contra la mujer, de que es una manera en la que los hombres sometemos a las mujeres, una esclavización de por vida. Alguna que otra llegó a decir que había que abortar a los hombres para que solo nacieran mujeres. Justo al contrario que en otros países de Asia, por ejemplo. El individualismo liberal llevado al extremo también produce esto: falta de compromiso, falta de entrega… Lo que se puede ver en el gráfico inferior es la natalidad española contando con la población inmigrante, no olvidemos esto. La mujer española nativa puede decirse que es una ‘madre en peligro de extinción’. Puede sonar a broma, pero es un hecho que todo el mundo puede ver en su día a día. No hace falta más que observar la realidad con los ojos abiertos.

Estadística: Número de nacimientos en España de 1975 a 2021 | Statista

Para terminar, es importante hablar de la natalidad, no en números absolutos, sino en términos de nacimientos por mujer. En la España de hoy (con datos de 2021) la mujer tiene una fertilidad de 1,28 hijos por mujer. Nuevamente, se cuenta la natalidad inmigrante en el cómputo general. Sin la población inmigrante, estaríamos en torno al 0,7. Es un suicidio demográfico sin parangón en la historia. En sociología se considera la natalidad por mujer deseable para renovación general y la supervivencia civilizatoria en 2,1 hijos por mujer. Echen cuentas. Inculcar la idea en la sociedad de que tener hijos es una forma de arruinarse la vida, etc. tiene consecuencias como estas. ¿Es culpable el feminismo en parte de esto? Sí, sin lugar a dudas. ¿Es culpable de esto las ideologías disolventes en las que nadamos en Occidente como las LGTB, etc.? Sí, sin lugar a dudas. Cada uno es libre de elegir su vida, faltaría más, pero no podemos mirar para otro lado.

Comparemos ahora estos datos con un país de África: Nigeria. Según el Banco Mundial, la natalidad en 2001 fue de 5,2 hijos por mujer. Más de cuatro veces la natalidad española. Inapelable. Y eso que hace 40 años la estadística nigeriana era dos puntos superior. Para rizar más el rizo, piensen que el Gobierno quiere importar inmigrantes a razón de 250.000 anuales solo en España –la Unión Europea calcula que para 2100 la mitad de los europeos serán de origen africano–.

Supongamos una serie de cálculos: que la mitad de los que quiere importar el Gobierno son mujeres (125.000); que un tercio de esas mujeres tendrá hijos al recibir ayudas y beneficios que un nativo español no recibe (41.660); que esas futuras madres tengan una natalidad tres veces inferior a la media africana (4,7, según El País). De esto sale una nueva población cada tres años (por poner un ejemplo) de 195.802 nacimientos. Es decir, una población como la de Santander cada tres años suponiendo que las expectativas del Gobierno sean reales.

Las personas que llegan a España no vienen con el cerebro formateado. Suelen proceder de sociedades tradicionales donde no existe el feminismo occidental, los ‘roles de género’ están claramente definidos y la natalidad –como la mortalidad– son el pan de cada día. Estas ideologías disolventes que sufrimos en nuestras sociedades no se esparcen por África ni gran parte de Asia. Occidente es víctima y criminal a la vez. Lo nunca visto. Samuel Huntington, en su obra El choque de civilizaciones lo vio venir pero preferimos tener como referentes a Beauvoir, Kate Millet, Montero y compañía.

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