Por María Caminos – es.visiontimes.com
El excabecilla del Partido comunista chino, Jiang Zemin, quien dirigió el país tras la masacre de Tiananmén en 1989, falleció el miércoles 30 de noviembre a la edad de 96 años, informaron medios estatales chinos.
La agencia oficial de noticias Xinhua, publicó una carta dirigida a la ciudadanía del gobernante Partido Comunista de China, el Parlamento chino, el gabinete y el ejército informando oficialmente el fallecimiento de Jiang en su ciudad natal de Shanghái poco después del mediodía del miércoles a causa de una leucemia y una insuficiencia orgánica múltiple.
La carta describió a Jiang como un gran marxista, hombre de Estado, estratega militar y diplomático, así como un veterano luchador por la causa comunista.
Si bien los medios estatales chinos elogiaron sus supuestos logros, su nombre seguramente quedará en la historia como uno de los peores violadores de derechos humanos, responsable de innumerables muertes debido a su rol principal en iniciar y llevar a cabo la persecución contra Falun Dafa.
Falun Dafa -también conocida como Falun Gong- es una disciplina de la Escuela Buda basada en tres principios universales de Verdad, Benevolencia y Tolerancia que elevan el estándar moral.
Por miedo a su rápida popularidad, en 1999 -cuando los practicantes de Falun Dafa llegaban a casi 100 millones en toda China- Jiang ordenó una campaña de difamación y persecución sistemática hacia los seguidores de la disciplina, una irracional campaña que se extiende hasta hoy.
Primero se prohibió la práctica de los ejercicios en los parques y luego -utilizando todo el aparato de comunicación estatal- se denigró a Falun Gong y se comenzó con los arrestos masivos. Las detenciones arbitrarias e ilegales incluyen todo tipo de torturas para que renuncien a su creencia, incluso hay evidencias de que muchos son asesinados para abastecer la lucrativa y perversa industria de órganos.
Lucha de facciones dentro del PCCh ¿qué sucederá con la de Jiang?
Dentro del Partido comunista chino existe una profunda lucha facciones entre el liderazgo de Xi y una red política profundamente arraigada centrada en el exsecretario general del PCCh, Jiang Zemin, quien controló de facto a la República Popular China desde fines de la década de 1990 hasta 2012.
El propio Xi ha continuado con una campaña anticorrupción de una década de duración dirigida de forma desproporcionada a los funcionarios actuales y antiguos asociados a la facción Jiang.
Las purgas comenzaron con la caída de Bo, el fanático de las campañas al estilo de la Revolución Cultural para «cantar canciones rojas y golpear a los negros» (es decir, a los capitalistas ricos, el enemigo tradicional del PCCh), que en su día fue considerado un aspirante a jefe del Partido antes de verse envuelto en un dramático escándalo que le llevó a ser detenido y condenado a cadena perpetua.
La campaña anticorrupción ha sido objeto de medidas disciplinarias, despidos o la caída directa de cientos de «tigres» (cuadros superiores, incluidos Bo y oficiales militares o de seguridad de alto rango como Zhou Yongkang y Xu Caihou), así como millones de «moscas», es decir funcionarios de base acusados de abusar de sus posiciones para disfrutar de favores o riquezas mal engendradas.
La muerte de Jiang se produce en un momento agitado en China, donde las autoridades están lidiando con inusuales protestas en las calles por parte de la población, harta de las severas restricciones impuestas por el COVID-19 tras casi tres años de pandemia.
Ahora queda por verse, cómo se debilitaría la facción de Jiang luego de su muerte y si hasta qué punto Xi Jinping se hará cargo de las muertes de Jiang, por ejemplo, la de los inocentes practicantes de Falun Dafa. Esta verdad -debido a la censura- siempre fue ocultada dentro de China, a pesar de todas las pruebas que existen, incluso resoluciones de parte de gobiernos exigiendo que se termine la persecución y comercio de órganos. Quizás es tiempo de que la verdad salga a la luz para el pueblo chino.
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