Por Jaquelina Heredia – BLes.com
Si hay algo que no existe en China es la libertad de expresión, esta ausencia total de un derecho inalienable del hombre y reconocido en todo el mundo, lo pudo experimentar la bloquera Li Tingyu, que tras años de vivir bajo extrema vigilancia logró escapar de China.
Durante seis meses Li planeó cuidadosamente y en secreto cómo huir del gigante asiático, ni siquiera su madre podía saberlo. Con ayuda de la organización Reporteros Sin Fronteras, Li Tingyu logró huir a Berlín, Alemania, con una beca “refugio” otorgada para periodistas perseguidos.
Tras reportar el descontento social, la bloguera fue detenida en el 2016, y desde entonces su vida se transformó en una pesadilla. Fue acusada de “buscar peleas y provocar problemas”, y declarada enemiga del estado chino.
Amor, activismo y cárcel
Nacida en Guangdong en el seno de una familia de clase trabajadora, desde temprana edad Li mostró gran interés por la lectura. Cuando llegó a la universidad de Sun Yat-sen se especializó en el idioma inglés, lo que le abrió las puertas a un mundo nuevo de conocimiento y libertad.
Navegando por internet, conoció a Lu Yuyu, un joven periodista y activista. Muy pronto los jóvenes se enamoraron y se fueron a vivir juntos. Lu Yuyu había creado en julio del 2013 non-news, una plataforma para registrar protestas civiles, juntos empezaron a recopilar y reportar manifestaciones de todo el país. Y se convirtieron en la voz de los no escuchados, los silenciados por el régimen comunista chino.
Así, durante varios años la pareja documentó el descontento social de China, y aunque empezaron a ser acosados por la policía, siguieron informando. Sus reportes eran vistos en todo el mundo por periodistas y activistas de Derechos Humanos, llegaron a informar unos 29.000 incidentes en solo un año.
Pero el acoso policial fue aumentando y en el 2016 la pareja fue detenida, y severamente interrogada. Los interrogatorios duraron días enteros e incluían lavado de cerebro, Lu Yuyu, el novio Li Tingyu, fue interrogado durante un mes, todos los días desde las 8 de la mañana, la policía quería que él reconociera su culpabilidad. Nunca lo hizo y fue condenado a 4 años de prisión.
Por el contrario, Li Tingyu no soportó tanta presión y terminó aceptando su culpabilidad, y para ella representó una negociación para no ir a la cárcel como su novio. Y aunque Li estuvo detenida unos 10 meses y en abril del 2017 quedó en libertad, y su pena de prisión fue suspendida.
Li tuvo que reportarse con regularidad ante las autoridades y se le colocó una pulsera electrónica para que no pudiera salir de Foshan, Guangdong.
Tras terminar su sentencia, Li Tingyu pudo rehacer su vida, consiguió un nuevo trabajo y también un nuevo novio. Pero no se terminaba de adaptar y, por el contrario sentía, que vivía la vida de otra persona.
“Tuve que seguir mintiendo sobre quién soy, en qué creo, para poder encajar”, dijo Li. “Mi vida estaba hecha de mentiras”.
A su vida de mentiras se le sumó el rechazó social que ejerció una gran presión sobre la joven bloguera. Fue en ese punto de su vida cuando empezó a planear su espectacular escape del régimen comunista chino.
Una vieja pero efectiva costumbre: silenciar voces disidentes
Otro caso que ha llamado la atención de la comunidad internacional es la del escritor Gui Minhai, de origen chino, pero con nacionalidad sueca, fue secuestrado en octubre del 2015 mientras vacacionaba en Tailandia y posteriormente condenado a 10 años de prisión por el régimen chino.
Gui Minhai fue uno de los cofundadores de la editorial Causeway Bay Books con sede en Hong Kong, su trabajo se centraba en la investigación de la vida privada de los líderes chinos. Su secuestro junto a otros colaboradores y posterior condena consternó a la comunidad internacional, sobre todo cuando salió en un video reconociendo su culpabilidad.
Aunque en el 2017 se informó que fue liberado, en realidad fue puesto bajo detención domiciliaria. Nuevamente en el 2018 fue arrestado, obligado a renunciar a su nacionalidad sueca y condenado a 10 años de prisión acusado de “proporcionar ilegalmente inteligencia en el extranjero”.
“Al no actuar con suficiente fuerza por Gui Minhai, la comunidad internacional ha permitido que el régimen chino asuma el derecho de secuestrar personas en cualquier parte del mundo, negar su derecho a la protección consular y detenerlas arbitrariamente con total impunidad”, dijo Reporteros sin Fronteras. (RSF) Jefe de la Oficina de Asia Oriental, Cédric Alviani.
Desde hace cuatro años que la familia de Gui no sabe nada de él y ha acudido a diversas organizaciones de derechos humanos para exigir su liberación. Reporteros Sin Fronteras ha pedido repetidamente por su liberación e incluso presentó su caso ante el Grupo de Trabajo de la ONU sobre detenciones arbitrarias.
Tanto Gui Minhai, como los blogueros Li Tingyu y Lu Yuyu, no son casos aislados dentro del aparato represor del régimen chino, uno de los mayores verdugos de periodistas que se animan a contar la verdad.