Por Michael Mustapich – BLes.com
Una nueva tendencia en cuestiones de estética está ganando terreno entre la población china. Al igual que en otras culturas, los conceptos de belleza han ido cambiando, con respecto al color de piel, el tipo de cabello, la figura del cuerpo, el tamaño y color de los ojos, etc. Por lo que muchos no escatiman esfuerzos y dinero en tratamientos y cirugías con tal de ajustarse a estos estándares, aún cuando conllevan riesgos para su salud. Todavía sigue en auge en las mujeres asiáticas el uso de cremas blanqueadoras que contienen mercurio o las cirugías de ojos y senos para parecer más “occidental”.
Ahora a esta carrera en contra de lo natural se agrega la estatura. Los padres en China prefieren que sus hijos sean altos porque puede convertirse en una ventaja a la hora de conseguir una pareja al igual que para algunas ocupaciones en el mercado laboral, por lo que las consultas a los médicos para forzar el crecimiento de sus niños aumentaron al doble con respecto a años anteriores. Y la forma más habitual que esperan cumplir sus expectativas es con el uso de hormonas de crecimiento.
Las hormonas de crecimiento anteriormente se extraían de la hipófisis de cadáveres, y a partir de 1985 comenzaron a utilizar sustancias biosintéticas que se administran al niño por medio de inyecciones subcutáneas una vez al día.
Normalmente este tipo de tratamiento se usa en casos puntuales de problemas de crecimiento, como en una deficiencia de hormona de crecimiento, insuficiencia renal, síndrome de Turner o niños con talla baja sin causa que lo explique. Pero ante la gran demanda por parte de padres ansiosos por cumplir la nueva tendencia estética de “ser altos”, sumado a la campaña generada por hospitales privados promoviendo el tratamiento con lemas como “la altura personalizada no es un sueño” o “ 7 puntos de altura dependen de la genética y 3 puntos en pasado mañana”. La demanda se disparó y empresas farmacéuticas como Jinsai Pharmaceutical que desarrollan la hormona biosintética vieron sus ganancias cuadruplicar en solo 5 años.
Según estudios de diferentes fuentes, 1 de cada 4.000 a 10.000 niños pueden ser de baja estatura debido a un mal funcionamiento hormonal. En China, con una población de 1400 millones hay entre 140.000 y 350.000 pacientes con este problema. Estas cifras son muy menores comparadas con la demanda del tratamiento que suma anualmente 1 millón, según un estudio publicado por Zhuang Hongdong, presidente del Cheese Fund.
Los costos del tratamiento hormonal son elevados. Una inyección hormonal varía según el tipo entre 19.000 y 42.000 yuanes (2800 a 6200 dólares), lo que significa un gasto considerable teniendo en cuenta que el tratamiento dura entre 2 y 5 años.
El éxito en el resultado del tratamiento no está asegurado, como lo confirma Huang Ke, subdirectora del departamento de endocrinología del hospital infantil en Zhegiang, como el caso de la Sra. Wang que después de haber gastado 480.000 yuanes (71.000 dólares), su hijo creció sólo 1 cm.
Las expectativas puestas en este tratamiento suelen ser muy altas por parte de los padres, y no necesariamente hace que los niños crezcan. Según el estudio sobre hormonas de crecimiento emitido por el hospital Tsinghua Chuang Gung de Beijing si la terapia funciona crecerán no más de 4 a 6 cm, y en niños con talla baja familiar o con retardo de desarrollo no esta comprobado si serán más altos cuando sean adultos que la talla que les corresponde genéticamente.
No son pocos los médicos que ya están alertando sobre los abusos en la aplicación de esta terapia de crecimiento. Debido a que las normas de seguridad para su uso están dadas a quienes tienen problemas definidos de crecimiento, no se conocen los efectos en niños normales. En muchos casos los padres se arriesgan a adquirir el tratamiento sin receta para aplicárselos ellos mismos, aumentando el riesgo en los niños.
Las dosis altas de hormonas en el tratamiento pueden acelerar el desarrollo de la pubertad, y si se exceden sin indicación pueden causar efectos secundarios graves como edema, miocardiopatía, resistencia a la insulina y accidente cerebrovascular entre otros.
Alteración genética, un nuevo paso para cumplir con nuestros caprichos.
El científico He Jiankui de la Universidad de Ciencias y Tecnología de China anunciaba a fines del 2019 el nacimiento de Lulu y Nana, gemelas modificadas genéticamente con la técnica CRISPR/CAS9, llamada también la tijera genética, que consiste en producir cortes y modificaciones en el genoma, con lo que se permite introducir, corregir o eliminar secuencias de ADN. Si bien el experimento apuntó supuestamente a proteger contra el VIH, despierta temores a un uso poco ético por parte de clínicas que ya ofrecen “niños de diseño” usando la selección embrionaria.
El debate ético se basa en que esta técnica sería capaz de alterar el genoma humano y no solo para eliminar el desarrollo de ciertas enfermedades, sino que nos daría la habilidad de elegir las características físicas de la persona como así también sus talentos.
Según Leon Kass, presidente del Consejo de Bioética del presidente Bush: “No cabe duda que el precio a pagar por producir bebés optimizados genéticamente, puede ser la transferencia de la procreación del hogar al laboratorio. El mayor control sobre el producto solo se puede conseguir mediante la creciente despersonalización de todo el proceso y su coincidente transformación en la industria. Semejante proyecto será profundamente despersonalizador”.