Por José Hermosa – BLes.com

“Quien se ayuda a sí mismo es ayudado por Dios”, esta frase resume lo aprendido por el destacado abogado chino de derechos humanos, Cheng Guangcheng, durante su épico escape de una cárcel del régimen chino, hace 10 años. 

Los sufrimientos de Chen durante su reclusión son comunes a los millones de personas que han perdido su libertad en China, tan solo por exigir el libre ejercicio de sus derechos civiles, o por pertenecer a una minoría étnica, o por profesar una disciplina espiritual tradicional.

La valentía, la integridad moral, su confianza en Dios y la cuidadosa observación de su enemigo fueron los que prepararon su camino de liberación, obstaculizado por los cientos de guardias que rodeaban su casa, convertida en prisión. 

Estos valiosos atributos rindieron el fruto de su libertad, la de su esposa y sus dos hijos, para quien es uno de los activistas políticos más famosos de China.

Con ejemplo inspirador, Chen ha motivado a muchos de sus compatriotas perseguidos injustamente. También extrajo de esta dura experiencia valiosas lecciones, que permitan a otras víctimas lidiar con la opresión que padecen en su país. 

Su difícil origen

Chen nació en 1971 en Dongshigu, una remota aldea rural de la provincia de Shandong, China. Quedó ciego por una enfermedad, siendo bebé; sus padres, agricultores pobres, tenían grandes dificultades para mantenerlo. 

No obstante su discapacidad, se empeñó en educarse y recién logró leer y escribir a los 18 años, en una escuela para ciegos. Sería la primera persona de su familia en obtener un título académico superior.

Su audacia le inspiró a luchar por los derechos de los pobres de su país, por lo que fue repetidamente acosado, golpeado y encarcelado por las autoridades chinas.

Chen supo de muchos casos de injusticia a su alrededor y empezó a denunciarlos. Intentó estudiar derecho, pero por su ceguera no se le permitió ingresar a universidades estatales. Sin embargo, aprendió por sí mismo y empezó a trabajar en casos legales relacionados con los derechos civiles y la discapacidad. 

Entre sus primeros éxitos, obtuvo la gratuidad del transporte para los ciegos en toda China, tras demandar a la Corporación del Metro de Pekín. Desde entonces los medios de comunicación internacionales se fijaron en él. En 2005, Newsweek lo eligió para su portada.

Los “delitos” por los que condenaron a Chen

De allí, pasó a investigar la violenta imposición de la Política del Hijo Único, del régimen chino, que incluía abortos y esterilizaciones forzados. 

Este caso le generó un periodo de acoso y detención que duraría más de siete años, incluyendo arrestos domiciliarios, reclusión en “cárceles negras” no oficiales y una condena de cuatro años en prisión. Chen y su esposa fueron sometidos a fuertes palizas, y su casa fue saqueada varias veces. 

En sus memorias: “El abogado descalzo: La lucha de un ciego por la justicia y la libertad en China” cuenta su historia de persona que nunca aceptó límites, y siempre creyó en el poder del espíritu humano para superar los enormes obstáculos que el Partido comunista de China (PCCh) oponía a sus objetivos.

El épico escape

Tras casi dos años de brutal detención en su propia casa, se dio cuenta de que la única forma de acabar con esa situación era escapando. En esta arriesgada misión contó con el apoyo de su esposa, a pesar de que su madre le había advertido que era una locura intentarlo. 

Para lograrlo tenía que atravesar varios anillos de seguridad alrededor de su casa y de su pueblo, con al menos 100 guardas para eludir. Además del quisquilloso perro de su vecino, que ladraba al menor movimiento.

Luego de una minuciosa observación de los hábitos de sus enemigos, y contando con que esa noche, 20 de abril de 2012, el perro delator fue traslado a otra casa de la aldea, Chen escaló el muro de su casa, hacia la libertad. 

No obstante, dada la limitante ceguera que sufría, se fracturó un pie al caer al otro lado.   

Soportando el terrible dolor, se refugió en el establo para cerdos de su vecino, de donde partió de nuevo esa misma noche.

Después de tropezar y caer muchas veces, intentó atravesar el río Meng, lo que le resultó imposible dada su gran extensión.

¿Qué hacer? Superando todas las expectativas, decidió usar el puente, fuertemente custodiado. Por imposible que parezca no fue detenido, al parecer porque los guardianes estaban dormidos.  

Exhausto, y adolorido por su herida, Cheng llegó tambaleándose al pueblo vecino, Xishigu, donde fue acogido por Liu Yuancheng, un aldeano al que había defendido tras ser golpeado por funcionarios de planificación familiar, en el pasado.

Liu buscó al hermano de Chen y a su esposa, Chen Guangfu y Ren Zongju, quienes llevaron a Chen a Beijing, con ayuda de sus partidarios. 

Sobra decir que Chen Guangfu fue torturado por los funcionarios del PCCh durante dos días y tres noches, en represalia por la huida de su hermano, de acuerdo con BBC. Otros cuatro familiares también fueron detenidos y varias casas del pueblo fueron allanadas. 

Luego, Chen se refugió durante seis días en la embajada de Estados Unidos, desde donde viajó a Nueva York, tras negociaciones diplomáticas de alto nivel. Allí obtuvo una beca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York en 2012. Luego ingresó a la Universidad Católica de América.

Es de considerar que el caso de Chen no es único. Un ejemplo de la represión que sufren los defensores de los derechos humanos vulnerados por el régimen chino se vio en 2015. Este año, las fuerzas de seguridad del PCCh arremetieron contra ellos. Como resultado, cientos de arrestos fueron coordinados por la noche en todo el país.

Unos 300 abogados y activistas por los derechos fueron blanco de la represión, recordó el Departamento de Estado de Estados Unidos, el año pasado.  

“Seis años después, el gobierno sigue manteniendo en prisión preventiva a muchos de los detenidos inicialmente, como Xu Zhiyong y Ding Jiaxi”, reportó en su informe. 

Las denuncias de Cheng

Una vez en libertad, Chen se hizo acreedor a varios premios internacionales por su valiente defensa en favor de sus compatriotas chinos, atropellados por las políticas del régimen chino. 

En el 2013, rindió declaraciones ante el Congreso de Estados Unidos, en donde denunció los abusos y violaciones de los derechos humanos perpetradas por el PCCh.

“No podemos seguir tolerando que las autoridades comunistas chinas sigan faltando a sus palabras y engañando a la comunidad internacional, a su antojo”, expresó Chen en esa audiencia. 

Y agregó: “El aborto forzado es sin duda una cuestión de derechos humanos”, añadiendo: “Ninguna madre quiere matar a sus propios hijos. Definitivamente, es dictado por el Partido Comunista Central. El Partido Comunista está por encima de la ley, así que nadie puede demandarlo”.

Años después, reiteró con firmeza: “El Partido Comunista Chino es un enemigo de la humanidad”.

Y agregó: “En China, expresar creencias o ideas no aprobadas por el PCCh -religión, democracia, derechos humanos- puede llevar a la cárcel. La nación vive bajo vigilancia y censura masivas”,

Todavía hoy, Chen sigue denunciando los atropellos del régimen chino, y en uno de sus tuits más recientes concluyó: “No hay esperanza de reforma, y debemos decidirnos a exterminar a los bandidos comunistas”.

El 17 de mayo, Chen fue honrado con el premio Bradley, concedido a quienes restauran, fortalecen y protegen los principios e instituciones del estadounidense. En esta ocasión reiteró sus apreciaciones sobre el régimen comunista en su país, y la importancia del Estado de Derecho.

“La Constitución y el Estado de Derecho garantizan la democracia, la libertad, los derechos humanos y la justicia social”, expresó Chen.

Y mencionó el contraste con el autoritarismo del PCCh, diciendo: “Los objetivos últimos del PCCh son destruir los valores universales, la cultura civilizada y las libertades individuales de cuerpo y mente”.

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