Por Miguel Lagos – El American

El Perú está siendo astutamente colocado entre las quijadas de una tenaza controlada por el extremismo izquierdista: la de Sendero Luminoso con un pie en la Presidencia y otro en la manipulada y violenta «conflictividad social».

Con esta herramienta —vía presiones calculadas— pueden prescindir pacientemente hasta de un proceso constituyente o una nueva Constitución para alcanzar los «cambios profundos» ideológicos y estatistas que propugnan.

La violencia interna, ahí donde requiere dosificación, se convierte en el centro de fuerza que va transformando el sistema político, económico y social. Mientras, en el frente externo, los «avances» hacia el reacomodo del país en la órbita dirigida desde La Habana y Caracas van edulcorándose gracias a una ambigüa «diplomacia progresista» y funcional.

¿Puede el gobiernismo del prosenderista Pedro Castillo y el procastrista Vladimir Cerrón prosperar con el conflicto? Inicialmente pareció darles rédito político. Hoy derrapan ante sus excesos, las serias acusaciones de corrupción y por otros factores, pero, sobre todo, porque llevan dentro de su plan el germen de su propia destrucción. ¿Cuál? El forzado objetivo de querer legitimar al senderismo y al emerretismo reciclados (el ex-MRTA guevarista) hoy casi convertidos, por ciertos relatos interesados, en «víctimas» y «luchadores sociales» del pasado. En realidad son aquellos salvajes y antiguos agresores que no pocos peruanos se resisten a asimilar.

El senderismo primigenio se ha reciclado (incluye a su remanente facción narcoterrorista afincada en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, VRAEM, un epicentro del narcotráfico peruano). Esto es obvio.

Como ya es conocido, el mismo Pedro Castillo proviene de una de sus trincheras: el Conare-Movadef. Un organismo generado por Sendero Luminoso que ha ido evolucionando nominalmente y con fines de infiltración del aparato estatal, tal como las investigaciones fiscales, policiales y periodísticas más serias han señalado.

Los que ayudaron al influjo de poder que ha alcanzado este extremismo izquierdista y proautoritario no son pocos. Los falsos «centrismos» políticos, oenegeros y mediáticos y ahora el empresariado mercantilista antiliberal (como el que le dio sosten inicial a Hugo Chávez en Venezuela y a Evo Morales en Bolivia) han ido haciendo control de daños del accionar del neosenderismo palaciego enganchado además —esto es innegable— al tentacular y poderoso castrochavismo regional.

Mientras el fraccionado Parlamento estanca cada vez con menor margen la vacancia presidencial y constitucional como salida, crecientes sectores ciudadanos en costas, sierras y selvas se preguntan ¿hasta cuándo durará esta dinámica de socavación e impunidad que sobrevive en Palacio de Gobierno?

El proceso peruano está sufriendo hoy una serie de tensiones acumulativas que, quizá más rápido de lo que muchos estiman, puede volver a alterar las líneas divisorias políticas y, en consecuencia, la situación de poder nacional.

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