Andrés Vacca – BLes.com
El grupo étnico Han representa el 92% de la población total china. Es decir, más de 1200 millones de personas, casi una quinta parte de la población mundial.
Los Han siempre han sido mayoría en el territorio que hoy conocemos como República de China, y fueron también quienes gobernaron dinastía tras dinastía, con la excepción de los años Qing y Yuang, los cuales fueron liderados por los manchú y los mongoles respectivamente.
La increíble cultura tradicional china ha sido principalmente impulsada por los chinos Han, sin embargo, cabe destacar, que las minorías coexistieron durante las diversas dinastías cumpliendo roles muchas veces clave para el desarrollo del gran imperio chino y sus costumbres.
Los Han, a pesar de haber sido fuertes defensores de su cultura y territorio, han sido muy permeables con las diversas etnias que se acercaron a China desde tiempos antiguos.
Sobre todo desde el surgimiento de la Ruta de la Seda, existen innumerables registros de extranjeros pertenecientes a etnias vecinas y otras muy lejanas, que interactuaron pacíficamente con los chinos Han impulsando mutuamente el comercio, intercambiando técnicas de producción, tecnologías y materias primas.
Incluso muchos miembros de etnias minoritarias formaron parte de la Corte de dinastías lideradas por los Han, lo que da cuenta de la aceptación de éstas y de la tolerancia a lo diverso que predominó en la cultura tradicional china.
El origen de la llamada etnia Han se lo ubica generalmente a partir de la dinastía Han (206 a.C. – 220 d.C.), reconocida por impulsar la creación de una identidad cultural propia a base de estandarizar costumbres y lenguas regionales.
El Partido Comunista Chino (PCCh), cuyos miembros principales pertenecen a la etnia Han, se apropiaron de esta cultura modificando por la fuerza y en beneficio propio las costumbres milenarias y su historia.
Argumentando una especie de nacionalismo irracional, el PCCh ha perseguido y promovido el maltrato y la discriminación hacia toda etnia minoritaria dentro de China, tanto de raíces locales como extranjeras.
El PCCh ha promovido la idea de superioridad de los Han sobre el resto de las etnias minoritarias de China, aunque paradójicamente, también es el responsable de quebrar con la cultura tradicional que ha forjado y unificado las bases de la etnia Han.
China es conocido por ser uno de los peores lugares del mundo en materia de derechos humanos y libertades en general, pero sin duda esta situación es mucho peor si uno pertenece a alguna de las tantas minorías étnicas que conviven en el amplio territorio.
La gente negra no es bienvenida en el régimen comunista
Durante las últimas décadas al profundizarse los lazos económicos entre Beijing y África ha crecido considerablemente el número de comerciantes e inmigrantes en el país provenientes de países africanos. Principalmente se establecieron en las grandes ciudades donde incluso desarrollaron pequeñas comunidades.
Gran parte de estas personas aseguran sentirse marginados y discriminados, pasando de ser ignorados a ser señalados por su raza.
Tal es el caso de Marie-Louisa Awolaja, una británica-nigeriana, que luego de vivir un tiempo en China aseguró en una investigación sobre racismo publicada en un podcast, sentirse extremadamente observada por su color, pero al mismo tiempo casi invisible a la hora de necesitar resolver ciertos asuntos.
“Me sorprendió lo invisible que era, en cierto modo”, dijo. “La gente, especialmente los lugareños, simplemente continúan, la mayoría de las miradas que recibes son de turistas (chinos). Pero cuando se trata de servicio, se vuelve más evidente. A veces simplemente no te reconocen. Es como si no existieras”.
En su investigación Awolaja invitó a una amplia gama de residentes negros en China a explorar la dinámica racial, tocando temas que abarcan desde el entorno laboral hasta cómo funcionan los sistemas escolares y el abismo entre las comunidades locales y de inmigrantes de color, y numerosos ejemplos de cómo son discriminados.
Grupos de derechos humanos aseguran que existen barreras institucionales para los africanos, que incluyen el hecho de que la policía los ataque arbitrariamente para hacer cumplir leyes absurdas de inmigración y que se les rechace el acceso a restaurantes o tiendas.
En la ciudad sureña de Guangzhou, donde se concentra la mayor cantidad de gente negra y de donde surgen las principales denuncias de racismo, durante la pandemia provocada por el coronavirus de Wuhan, se pudo evidenciar más que nunca la discriminación hacia esta minoría promovida por el propio gobierno, quien tomó medidas de “prevención” exclusivas para la gente de color, argumentando que son más propensos a contagiar el virus.
En abril de 2020, las autoridades de Guangzhou, lanzaron una campaña para someter a la fuerza a los africanos en la ciudad a pruebas de detección del coronavirus y les ordenaron autoaislarse o ponerse en cuarentena en hoteles designados. Los propietarios desalojaron a los residentes africanos, obligando a muchos a dormir en la calle, en hoteles o en tiendas. Muchos restaurantes se negaron incluso a servir a los clientes negros.
La discriminación hacia los negros se puede ver reflejada incluso en las grandes marcas que participan en el mercado chino.
Una reconocida marca de perfume tuvo que disculparse públicamente con el actor John Boyega (conocido por su participación en ‘Star Wars’) tras haberlo eliminado de la versión china de un anuncio, a pesar de que él había creado y dirigido el video original, que presentaba a su familia y amigos en la vida real.
El anuncio de Jo Malone, recreado para ingresar al mercado chino, reemplazó a Boyega por la estrella local Liu Haoran, sin que el actor negro hubiese sido notificado. Según reportaron medios internacionales, el nuevo video no solo eliminó por completo la participación del actor de Star Wars, sino que no presentó a ningún individuo negro.
El hecho se suma a una larga lista de discriminaciones raciales que surgen tras acuerdos entre las autoridades del régimen comunista chino y compañías de la industria del entretenimiento.
Otro ejemplo reciente fue en octubre del año 2021, cuando el régimen chino, que controla qué es lo que se puede ver, escuchar y leer la población, removió de los posters de promoción de la película “Dune” a la actriz negra británica quien tiene uno de los roles protagonistas en el clásico film de ciencia ficción.
Un video de abril 2020 que se hizo viral, muestra otro hecho aberrante en el que dos chinos de seguridad de un shopping le dicen a una mujer negra acompañada de su amiga blanca, que no podía entrar y que debía retirarse del lugar.
La mujer negra le pide explicaciones de por qué ella no podía, pero su amiga sí, pero los hombres de seguridad solo respondieron con un gesto señalando la salida.
En relación a este incidente, una publicación en las redes sociales mostraba un cartel en un restaurante McDonald’s de Guangzhou que decía: “Nos han informado de que a partir de ahora los negros no pueden entrar en el restaurante”.
El posteo se hizo viral y la cadena norteamericana se vio obligada a emitir una disculpa.
Discriminación a los musulmanes túrquicos
“Romper su linaje, romper sus raíces, romper sus conexiones y romper sus orígenes”, escribió Maisumujiang Maimuer, funcionario de asuntos religiosos del PCCh haciendo referencia al pueblo uigur en un comentario en los medios de comunicación estatales. “Remueve por completo las raíces de las ‘personas de dos caras’, sácalas y promete luchar contra estas personas de dos caras hasta el final”.
Bajo el régimen comunista chino nadie es libre, pero la condición racial hace que algunos lo pasen peor que otros. Entre los más perjudicados se encuentran los musulmanes uigures, una minoría étnica ubicada en el noroeste del país en la Región Autónoma de Xinjiang.
Los uigures tienen su propio idioma, perteneciente al grupo túrquico de las lenguas altaicas, las diferencias físicas y culturales con los chinos Han resultan notorias, sin embargo, han convivido históricamente sin mayores problemas hasta la llegada del PCCh en 1949.
Desde ese entonces el régimen dictatorial se propuso explícitamente destruir la etnia uigur, reprimiendo su fe y sus costumbres al mismo tiempo que abandonó económicamente a la región, provocando una pobreza brutal acompañada de terribles hambrunas.
Esta situación despertó un fuerte sentimiento independentista por parte de los uigures que ya no podían sentirse parte del país desde que el gobierno comunista les dio la espalda. Estas manifestaciones fueron aprovechadas por el régimen para tildar a los pacíficos uigures como terroristas islámicos.
Finalmente, el Gobierno chino invirtió grandes sumas para aplacar el creciente sentimiento independentista en la región utilizando la represión del ejército rojo, y al mismo tiempo difamó al pueblo uigur tanto dentro de China como en los organismos extranjeros, intentando imponer la idea de que se trata de un pueblo violento, radical e incivilizado. Sin embargo, los hechos hoy muestran que no hay nada más alejado a la realidad que el discurso montado por el PCCh al respecto.
La represión de las minorías musulmanas túrquicas en Xinjiang no solo continúa hasta hoy, sino que ha empeorado drásticamente durante los últimos años incluyendo campos de trabajo forzado, desapariciones, torturas, asesinatos y la esterilización forzada de miles y miles de mujeres, lo que demuestra la clara intención del PCCh de eliminar la descendencia étnica para extinguirla por completo.
Utilizando la farsa del supuesto “terrorismo uigur”, en mayo de 2014, el régimen chino lanzó la “Campaña de mano dura contra el terrorismo violento” en la región de Xinjiang.
Investigaciones realizadas por diversas agrupaciones de derechos humanos como la Clínica de Derechos Humanos y Resolución de Conflictos de la Facultad de Derecho de Stanford y Human Rights Watch, sumado a informes de medios de comunicación, grupos activistas y documentos internos del PCCh, se demostró que el régimen ha cometido, y sigue cometiendo, crímenes de lesa humanidad contra la población musulmana túrquica lo que ha llevado a catalogar el caso como un verdadero genocidio étnico.
Hasta un millón de personas han sido detenidas arbitrariamente en 300 a 400 instalaciones, que incluyen “campamentos de reeducación”, centros de detención preventiva y prisiones.
Los detenidos y presos condenados son sometidos a tortura y otros malos tratos como adoctrinamiento cultural y político y trabajos forzados.
Los tribunales han dictado duras sentencias de prisión sin un debido proceso, condenando a musulmanes túrquicos a varios años de prisión simplemente por enviar una grabación religiosa islámica a un familiar o descargar libros electrónicos en uigur.
Pero la opresión contra los uigures no se limita a los que están privados de su libertad. Todos los musulmanes túrquicos están sometidos por las autoridades del régimen a un sistema de vigilancia masiva, controles de circulación, separación familiar, prohibición de emisión de pasaportes para salir del país y muchas otras trabas administrativas y legales que los posiciona en un lugar de suma inferioridad respecto al resto de la población.
Un dato no menor que demuestra la profunda persecución contra la minoría musulmana es que en 2017, según las estadísticas oficiales, los arrestos en Xinjiang representaron casi el 21 por ciento de todos los arrestos en China, a pesar de que las personas en Xinjiang representan solo el 1,5 por ciento de la población total.
Esterilización forzada de mujeres
Como era de esperar, el PCCh no reconoce su persecución del pueblo uigur. En cambio, al hablar del asunto, argumenta que se trata de un sector radicalizado de la población que representa un peligro para el resto de la sociedad sin dar más explicaciones.
Sin embargo, la creciente evidencia confirma la existencia de una intención por parte del PCCh de eliminar no solo a algunos presuntos “terroristas”, sino de erradicar por completo la cultura uigur, junto con sus creencias, costumbres y tradiciones religiosas. Esta intención es evidente ya que el PCCh busca detener su reproducción tanto como sea posible a través de un proceso perverso de esterilización forzada de mujeres.
En junio de 2020, el Gobierno de Turkestán Oriental en el Exilio (ETGE) y el Movimiento Nacional del Despertar de Turkestán Oriental (ETNAM) presentaron pruebas convincentes a la Corte Penal Internacional (CPI) para iniciar una investigación sobre el genocidio y específicamente la esterilización forzada de mujeres uigures.
El informe alega que el PCCh utiliza la esterilización forzada, el aborto forzado y la planificación coercitiva del embarazo contra los uigures y otras minorías en la región de Xinjiang.
Al mismo tiempo el PCCh continúa invirtiendo para trasladar la mayor cantidad de chinos Han a la región, buscando que los uigures pasen a ser una verdadera minoría en su propio territorio.
El antropólogo alemán Adrian Zenz encabeza investigaciones y denuncias contra el régimen chino en nombre de la minoría uigur. En su último informe, detalló que ha habido prácticas del régimen chino durante décadas para erradicar lentamente a la población uigur y turca en el área de Turkestán Oriental. Sin embargo, desde 2016 los métodos de esterilización forzada se habrían incrementado considerablemente.
Paralelamente, más de 500.000 niños uigures y otros niños turcos fueron separados por la fuerza de sus familias para ser adoctrinados en orfanatos e internados estatales para convertirse en “ciudadanos chinos leales”, acusa el informe.
Confesiones de un chino Han de Xinjiang
Cha Naiyu es un chino Han ex residente de la región de Xinjiang, quien actualmente se dedica a la defensa de los derechos humanos, asegura que tanto los uigures como otras minorías étnicas en la región enfrentan una represión y discriminación sistémicas por parte del PCCh.
Según cuenta en una nota publicada Ammnesty International, pasó una infancia feliz conviviendo junto al resto de los niños uigures, y asegura que cuando él era niño no importaba que él era Han y sus amigos y compañeros no. Pero esta realidad ha cambiado drásticamente.
“La atmósfera se ha vuelto más pesada a medida que aumenta el control del gobierno. Ingresar a cualquier edificio (restaurante, centro comercial, cine, hospital, supermercado) es lo mismo: control de seguridad, control de bolsos, pase de tarjeta de identificación. Comparado con el lugar que recuerdo de mi infancia, se siente como estar en una película de ciencia ficción.”
Toda la región se ha organizado para discriminar en cada acto a la minoría uigur, para subirse a un tren que salga de la ciudad los uigures deben presentar una carta de garantía de sus familiares locales o de su empleador, asegura Cha Naiyu.
Las llamadas “unidades de trabajo” controlan rigurosamente el desempeño laboral y el comportamiento de los uigures en las fábricas. Aquellos que no fuman ni beben, por ejemplo, o que se considera que tienen fuertes inclinaciones religiosas, se enfrentan a un escrutinio particular.
Cha Naiyu también comentó sobre el polémico programa “visitar, ayudar y unir”, a través del cual el PCCh envía a chinos Han a vivir en hogares de personas de grupos étnicos minoritarios, con la misión de “cultivar los valores nacionales” en una evidente misión de destruir la cultura de las minorías e imponer la cinización en la región.
Opresión política, discriminación y violencia contra los tibetanos
La etnia tibetana, una de las 56 reconocidas por el PCCh dentro de China, es otra de las culturas pisoteadas, discriminada y perseguida por el régimen comunista.
En la región autónoma del Tíbet habitan cerca de 7,5 millones de habitantes y se calcula que un 10% de la población original optó por escaparse cuando el PCCh ocupó la región y comenzó la persecución, la mayoría de los exiliados se encuentran India, Bután, Nepal, Taiwán, Estados Unidos y Canadá.
El PCCh invadió la región en 1950, desde aquel entonces hasta la actualidad todos los aspectos de la vida tibetana están bajo asedio. Disentir, protestar o incluso desearle un feliz cumpleaños al Dalai Lama o tener una bandera tibetana en el teléfono te convierte en un criminal. Los tibetanos tienen que autocensurarse para evitar el encarcelamiento.
La lógica utilizada por el PCCh es similar a empleada en otras regiones de etnias minoritarias como el caso de los uigures en Xinjiang. En primer lugar, se busca estigmatizar a la población, tildándola de separatista e imponiendo una idea falsa de que se trata de ciudadanos violentos y peligrosos. Algo muy alejado de la realidad.
Esta falsa imagen ha sido utilizada como argumento por el PCCh para tomar el control del gobierno, la cultura y la propia vida de los tibetanos.
La vida diaria de los tibetanos es controlada de forma permanente por el PCCh que emplea toda su tecnología, espías, policías e infraestructura para vigilar cada movimiento.
Las protestas pacíficas son reprimidas con severa violencia. Los manifestantes son encarcelados, torturados y frecuentemente fusilados.
Las prisiones en el Tíbet están llenas de personas detenidas simplemente por expresar su deseo de libertad. Son arrestados y condenados por actos pacíficos, como ondear la bandera tibetana, pedir el regreso del Dalai Lama y enviar información sobre los acontecimientos en el Tíbet al extranjero.
El PCCh no ha podido probar ningún tipo de acción violenta organizada y realmente peligrosa por parte de esta gente como para poder justificar en el escenario internacional tanta violencia contra la etnia tibetana.
Consideraciones finales
Cabe preguntarse nuevamente, ¿Por qué el PCCh se ha empecinado en atacar minorías culturales de la población china a pesar de que no implican ningún tipo de peligro contra el resto ni contra su propio régimen?
Para responder a este interrogante primero es necesario dejar bien en claro que la persecución no es contra algunos individuos particulares considerados “terroristas” por el PCCh. No, nada eso. La persecución es abierta contra etnias minoritarias como las mencionadas anteriormente en su conjunto, sin hacer distinción alguna. Es decir, es una persecución basada en conceptos estrictamente racistas, extremos y discriminatorios.
Entonces, la única forma de explicar el porqué de semejante atropello es entender que el régimen comunista chino ve una superioridad racial en los chinos Han, o más bien en la reinterpretación que hizo el comunismo de la cultura Han, y pretende eliminar por completo toda diferencia cultural, que a su vez se oponga a los valores torcidos del comunismo.
Las religiones y las creencias espirituales, sobre todo aquellas más ortodoxas, ponen en jaque al pensamiento ateo comunista que ve la creencia en Dios como el “opio de los pueblos”.