Fuente: La Derecha Diario
A principios del mes de febrero circuló por las redes sociales chinas, un video de una mujer encadenada en un pequeño cobertizo. El video, filmado por un bloguero que intentaba solicitar donaciones para familias rurales pobres, inmediatamente generó muchas preocupaciones.
Fue tal la viralización del video, dentro y fuera de China, que provocó una investigación policial que culminó con el arresto de 6 personas, el despido de ocho funcionarios del Partido Comunista de nivel inferior y una investigación a nivel provincial sobre el caso de trata que causó indignación y frustración nacional.
El video expuso una situación que el régimen chino no quería mostrar. Cuando el video salió publicado en la red social estatal Weibo, dos mujeres de nombres Wuyi y Quanmei fueron hasta la casa donde estaba encadenada e intentaron liberarla. La policía llegó al lugar, vio la situación de esta mujer en situación de esclavitud y lejos de ayudarla, encarcelaron a las dos mujeres que intentaron liberarla.
El posteo de la detención de estas mujeres recibió 6 millones de vistas en sólo dos días y sirvió para escalar el escándalo a nivel nacional. Las mujeres terminaron siendo liberadas, pero los censores del Partido Comunista Chino se encargaron de borrar toda evidencia de lo que había ocurrido: eliminaron millones de publicaciones relacionadas, bloquearon cientos de miles de cuentas de Weibo y Douyin, el nombre de TikTok en China, y prohibieron que las dos mujeres den entrevistas para los medios.
Pero posiblemente el control mediático del Partido Comunista esté pierdendo fuerza, ya que la historia no murió, y el tema quedó instalado. Se organizaron marchas y ni los medios estatales pudieron evitar hablar del tema.
Finalmente, un portavoz de la Policía Popular de China anunció que se inició una investigación del caso, y que el Estado “siempre intentó esclarecer la situación”. A los pocos días, se supo la verdad.
El apellido de la mujer sería Yang, nació en Yunnan en 1977 y luego de su divorcio, en 1998, una mujer de apellido Sang la llevó desde Yagu hasta la provincia costera de Jiangsu, a unos 2.000 kilómetros de distancia, con el pretexto de brindarle tratamiento médico y ayudarla a encontrar un marido. Pero Sang luego la vendió a un hombre en el condado de Donghai por 5.000 yuanes (790 dólares), según pudieron corroborar las autoridades de Jiangsu.
La policía confirmó que tanto Sang como su esposo ya habían sido sentenciados a 5 años de cárcel en el año 2000 por tráfico de jóvenes, pero por “razones desconocidas” recobraron la libertad para continuar con el “negocio”.
Esta noticia fue un baldazo de agua fría tanto para los chinos viviendo en las grandes ciudades como para los países occidentales. El Partido Comunista Chino aseguraba en los 90s que había terminado con la esclavitud en el interior del país, pero el caso de Yang pone en evidencia que ni siquiera eso fue cierto.
La historia de Yang es desgarradora. Luego de pasar unos meses con este hombre que la compró en Donghai, logró escapar y deambuló por los campos de China hasta que fue recogida por una familia dueña de un hotel en la provincia de Hennan. Como ella mendigaba por un poco de comida, ellos la vendieron a un constructor quien, a su vez, la vendió nuevamente a otro hombre en el condado de Feng.
Este hombre finalmente la vendió a un hombre de apellido Dong, quien la compró para que se case con su hijo. Quien fuera su forzado esposo, la tenía encadenada en un pequeño cobertizo sin puerta, descalza y sin abrigo bajo temperaturas extremas. Apenas la alimentaba, no le permitía condiciones dignas de vestimenta ni aseo y la obligó a tener 8 hijos con él.
Según la prensa independiente de China, casos como el de Yang son más comunes que lo que quiere admitir el Partido Comunista, quien en todo momento trató de tapar el escándalo y solo intervino cuando la situación se volvió insostenible.
Hoy tanto Dong como su hijo están presos bajo cargos de abuso y rapto, pero nada hubiera ocurrido si no era por la presión mediática y una importante cantidad de chinos exigiéndole al régimen esclarecer este asunto.
Al principio, cuando el nombre de Dong empezó a circular en las redes sociales por investigaciones de usuarios anónimos, las autoridades locales del Partido Comunista Chino, lo presentaban como “un buen hombre que rescató a una mujer de la calle y se casó con ella a pesar de estar enferma”.
En su defensa, Dong alegó que la tenía encadenada porque ella no era mentalmente estable y tenía tendencias violentas. Consecuentemente, Yang fue diagnosticada con esquizofrenia luego de consultas psiquiátricas y actualmente está siendo tratada con medicamentos antipsicóticos en una clínica, en vez de estar encadenada en un ático.
Es difícil imaginar cuál puede ser el estado mental de una mujer que pasó por las cosas que ella ha pasado, pero ninguna agrupación feminista se comprometió a ayudarla. Por otra parte, sus hijos están recibiendo ayuda estatal y el público general se está quejando de que el gobierno local está tratando de tapar las repercusiones del hecho.
El caso de Yang expuso una situación de horror que muchas mujeres viven y un sistema corrupto que sólo tapa aquello que no desea ver. Mientras miles de usuarios de redes están imponiendo la temática de esclavitud sexual, la policía y agentes del régimen intentan disfrazarlo de un caso aislado.
Lo cierto es que es difícil imaginar cómo este hombre pudo haber tenido tantos hijos bajo las estrictas políticas de planificación familiar que existían antes de 2015 y registrarlos a todos y cobrar subsidios por pobreza por cada uno de ellos sin el conocimiento o la complicidad de más de una autoridad regional.
Pero la actitud del gobierno chino no es nueva: primero ignoran los hechos, luego, tratan de tapar todo y censurar a todas las voces. Cuando ven que esto no es suficiente, fingen desconocimiento, plantean penas ejemplares a chivos expiatorios y fingen una actitud admirable, mientras lanzan campañas de prensa adulando su accionar.
Lo cierto es que el video desató la ira del pueblo chino, y el horror de la esclavitud sexual y el tráfico en China, volvieron a ser discutidos por primera vez en décadas, a pesar de que esta práctica nunca dejó de existir.
Mientras el régimen chino se “horroriza por este lamentable caso aislado”, muchos saben que en Laos, China ha creado una “zona económica especial” donde las mujeres necesitadas son contratadas por empresas chinas, la mayoría de las veces vinculadas al PCC, con la promesa de trabajo para luego ser obligadas a prostituirse y ser esclavas sexuales de políticos y multimillonarios. Ahora, si el Partido Comunista Chino puede cometer estos crímenes tan aberrantes en países extranjeros, se da por sentado que lo que pueden hacer dentro de China será más allá de lo imaginable.
En un país donde las cifras y todo aquello no agradable se esconde, este video desató una serie de protestas, acciones en redes sociales y campañas de concientización sobre distintas problemáticas sociales relacionadas con la trata de personas.
El mayor miedo del Partido Comunista es que esta situación genera un estallido social por el trabajo esclavo que sufren los musulmanes de la etnia uigur en los campos de algodón en Xinjiang, donde en un proceso de genocidio el régimen esteriliza a las mujeres y obliga a los hombres a trabajar hasta morir.
Una investigación del Centre of Global Policy y la BBC reveló en 2018 que se movilizaron a unos 570.000 trabajadores de tres regiones uigures a las operaciones de recolección de algodón bajo la excusa de una capacitación laboral “coercitiva”, que involucra una “administración de estilo militar”. El informe que expuso las condiciones de trabajo esclavas mostró una realidad incómoda que no ha cambiado hasta hoy.
Si bien la esclavitud fue abolida oficialmente en China en 1910, ni los emperadores, ni los republicanos ni ahora los comunistas han podido terminar con la esclavitud en el país más poblado del mundo.
La práctica sigue latente al día de hoy en comunidades rurales tanto para las etnias minoritarias como para aquellos chinos que viven en una situación de absoluta pobreza. Lo mismo sucede con la esclavitud sexual, la cual es penada por la ley China, pero no lo suficiente como para que deje de existir. Por esto, los chinos suelen decir que lo que se castiga es el ser descubierto, no el delito en sí.