Por Agustina Sucri – La Prensa

La miocarditis, otras enfermedades cardiovasculares y hasta las muertes súbitas entre deportistas han comenzado a llamar la atención en el último año. Pero nadie parece dispuesto a sacar conclusiones. Aun entre los que admiten la irrupción de esta clase de afecciones, las explicaciones frecuentes van desde que se trata de un fenómeno estadísticamente irrelevante hasta aquellas que aseguran que es un proceso transitorio e incluso reversible.

Pero nada menos que médicos de los CDC y de la FDA de Estados Unidos ya han reconocido en un reciente estudio que hay un vínculo con la única causa que pocos quiere considerar: los productos a base de ARNm contra el covid.

Los autores de ese estudio identificaron un riesgo mayor de miocarditis, es decir inflamación del músculo cardíaco, en varones adolescentes y hombres jóvenes. Pero estos son resultados apenas preliminares. “No sabemos, porque aún no ha pasado tiempo suficiente, cuáles serán los efectos a largo plazo en aquellas personas afectadas por la miocarditis”, admiten.

El problema, del que no se habla, es que aún cuando los estudios muestren una aparente resolución de esta clase de inflamación del músculo cardíaco, sus fatales consecuencias pueden aparecer muchos años después. Así lo explica el doctor Josef Thoma, médico generalista de Berlín, en un video realizado por la “Sociedad multinacional de médicos y científicos para la salud, la libertad y la democracia”.

Thoma describe una enfermedad insidiosa, escurridiza y silenciosa. Plantea un panorama desolador, muy alejado del alegre optimismo que hoy prevalece. En el video, el médico alemán advierte que las personas diagnosticadas con miocarditis, aún aquellas supuestamente curadas, quedan con un riesgo de muerte súbita cardíaca de por vida, y a menudo también con una resistencia física y calidad de vida disminuidas.

Como ejemplo, Thoma cita el caso de un profesor universitario de 68 años, en buena forma, que un domingo por la tarde, diez años atrás, cayó muerto de manera repentina. “El cardiólogo al que le compartí esta historia años después me preguntó sobre los antecedentes médicos del hombre. Yo no tenía mucho que reportar, excepto que seis años antes de su muerte súbita había sufrido miocarditis severa, que es una inflamación del músculo cardíaco. Pero eso había sido mucho tiempo atrás. La inflamación del corazón se había curado oficialmente, y  al menos no había consecuencias visibles o evidentes”, relata el médico.

“El profesor de cardiología negó con la cabeza y luego dijo: ‘Sabe, Dr. Thoma, la miocarditis es la enfermedad que menos quisiera tener de todas las enfermedades del mundo’. Le pregunté por qué. Según el cardiólogo, la inflamación del músculo cardíaco es insidiosa en todos los aspectos y tiene mil caras, es multicolor como un camaleón, y esto significa que comparte una gran variedad de síntomas, a veces parecidos a los de una enfermedad cardíaca grave, a veces a los de una mera infección de gripe. Es resbaladiza como un pez al tratar de atraparlo. En el intervalo sin síntomas a menudo se escapa incluso en los procedimientos de diagnóstico más complejos. Y además es silenciosa como la mafia siciliana, sin dar siquiera el mínimo indicio de las consecuencias a largo plazo”, añade.

La miocarditis puede, en ocasiones, pasar largos periodos sin producir síntomas. Al respecto, Thoma explicó que cualquier inflamación del músculo cardíaco, incluso si se ha considerado oficialmente curada, puede dejar daños permanentes en el microtejido de ese músculo. Por ejemplo, cicatrices o células musculares patológicamente alteradas cuya funcionalidad y función no pueden ser estimadas.

“No es poco común que estas áreas dañadas del corazón evadan cualquier examen clínico sin importar cuán caro sea el equipamiento e incluso durante la autopsia del enfermo que con seguridad ha sufrido inflamación del músculo cardíaco en el pasado, los cambios resultantes a menudo se escapan en la revisión del patólogo. Incluso examinar el tejido cardíaco en el microscopio siempre conlleva el riesgo de perderse estos pequeños daños causados por la miocarditis”, prosigue el profesional, quien recuerda las palabras de un famoso patólogo que una vez remarcó que tomaría hasta 15.000 cortes microscópicos encontrar dicha área dañada.

En cuanto a las consecuencias que puede producir una cicatriz pequeña o tejido dañado en el músculo cardíaco, Thoma grafica que a diferencia de otros músculos no puede ser reemplazado ante un daño. “Para poder contraerse y relajarse de nuevo, el corazón necesita una dosis precisa y regular de impulso eléctrico que solo emana de un punto muy específico del músculo y solo utiliza unas vías eléctricas muy específicas. Si este impulso eléctrico ocurre en un punto distinto al que debería y si se propaga de manera descoordinada en el músculo, el peor escenario es una fibrilación ventricular y muerte súbita, sin previo aviso, de la nada, incluso con una miocarditis curada, y esto luego de muchos años de no tener síntomas”, puntualiza.

“Incluso si esta catástrofe mortal no ocurre, la cicatriz y los cambios en el tejido que quedan después de una miocarditis pueden conducir a una enfermedad cardíaca crónica, que tiene un impacto decisivo en la calidad de vida futura de aquellos afectados”, aclara.
Thoma dice haberse sentido asombrado cuando se comenzó a hablar recientemente de la miocarditis, en particular en niños y adolescentes, como algo para nada serio, de naturaleza ligera y que habitualmente se curaría sin causar consecuencias.

Para ilustrar el modo en que el discurso respecto de la miocarditis de pronto se ha cambiado en la medicina, muestra dos artículos del Boletín Oficial de los Médicos de Alemania. “En 2015, es decir años antes del coronavirus, se señalaban explícitamente las serias consecuencias a largo plazo de la inflamación del músculo cardíaco. Mientras que en 2021, todo esto, de repente, no es tan malo”, subraya.

Sin embargo, Thoma se refiere al trabajo de los profesores y patólogos Arne Burkhardt y Walter Lang, que han aportado pruebas sobre numerosos daños registrados en los tejidos de diversos órganos, tales como el corazón, tras la inoculación. En ese sentido, muestra las diferencias que pueden observarse en cortes histológicos del músculo cardíaco. Mientras en un músculo cardíaco normal es posible visualizar bajo el microscopio que las fibras musculares están dispuestas en patrones regulares, fácilmente reconocibles como estructuras elongadas, en personas que murieron luego de inocularse, se observa que en una pequeña región del corazón, dentro del tejido, hay un número de células que no pertenecen allí. “Se les llama linfocitos-T, y claramente indican un proceso inflamatorio agudo”, precisa.

“No se puede descartar que todas estas infiltraciones por células inflamatorias en el músculo cardíaco pueden causar daño permanente de algún tipo. Quizás no en todas las personas, pero sí en demasiadas. Son cambios que cuando coinciden con circunstancias desfavorables pueden causar ciertas perturbaciones en la propagación de impulsos eléctricos dentro del corazón, con fibrilación ventricular y muerte. O Pueden conducir a otras enfermedades crónicas insidiosas del corazón. Y esto puede suceder muchos, muchos, años después”, expresa Thoma, quien alerta que la afirmación que se repite una y otra vez asegurando que la inflamación del músculo cardíaco se cura sin consecuencias no se puede probar de ninguna manera, ya que nadie puede ver el futuro.

Por último, el médico alemán aclara que estos datos son particularmente importantes para los padres, que son fuente primordial de información para los niños y jóvenes. “La confianza que tienen en sus padres para que los protejan del peligro es ilimitada. Los niños tienen toda la vida por delante y calcular un riesgo para su vida e integridad física es profundamente ajeno a ellos”, finaliza. 

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