Por José Hermosa – BLes.com

El agitado escenario político que tanto interna como externamente suele envolver al régimen que dirige los destinos de la nación en China, ahora se ve enrarecido por el desconocimiento de la eventual estrategia que se pueda estar siguiendo para la transmisión del poder político en ese inmenso país.

Más aún, en ausencia de un proceso aprobado por los ciudadanos para delegar las funciones administrativas características de un estado democrático, la sucesión del poder podría ser traumática de quedar librada a la pugna entre las principales corrientes políticas. 

En este contexto no podría pasarse por alto el destacado rol que juegan los integrantes de la llamada “aristocracia roja”, aquellos personajes vinculados por sangre o matrimonio a los líderes revolucionarios de China, dado que fueron ellos justamente quienes confirieron el respaldo para que asumiera el poder el actual líder del Partido Comunista de China (PCCh), Xi Jinping, uno de los suyos que cuenta ya con 68 años.  

Este apoyo se confirmó en las reuniones celebradas durante las vacaciones de la Fiesta de la Primavera de 2012. Durante la mayor de ellas, los hijos de la vieja guardia de China alabaron la trayectoria de Xi, en el estudio cinematográfico del Ejército Popular de Liberación en Beijing, el 1 de agosto, de acuerdo con el artículo del autor John Garnaut para The Sydney Morning Herald.

Todo parece indicar que la ”aristocracia roja”, estaba preocupada por la apertura del régimen comunista hacia el mundo exterior, y el riesgo de que condujera a una posible desintegración de su creciente poderío sobre la nación.

“Hay esperanza en el año de la serpiente ahora que la dirección del partido nos ha mostrado el contenido y la dirección del socialismo con características chinas”, expresó Hu Muying, una de las descendientes del exmiembro del Politburó, Hu Qiaomu, quien fuera el escritor de los discursos de Mao Zedong y la principal autoridad ideológica bajo Mao y su sucesor como líder supremo, Deng Xiaoping. 

Hu agregó: “Demostraremos con nuestras propias acciones que nosotros, los hijos de los veteranos, somos realmente dignos del nombre de ‘Segunda Generación Roja’”, para después repetir el lema de Xi: “Luchemos juntos por el sueño de China”.

Vale la pena recordar que la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) de la que el régimen chino derivó su inicial conformación política revolucionaria en 1921, se hundió ante la apertura promovida por el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (CPSU), Mijaíl Gorbachov, y su reforma política de 1980.

El poderío de la “aristocracia roja”

Es de tener en cuenta que fue justamente la apertura a las prácticas capitalistas de Occidente las que abrieron las puertas a las riquezas, con las que llenaron sus arcas los descendientes de los más destacados líderes de la revolución comunista, entre los cuales se hallan los venerados como los “ocho inmortales”. 

Estos fueron los principales burócratas y militares que llegaron al poder tras la muerte de Mao Zedong y que, liderados por Deng Xiaoping, se abrieron al mercado capitalista mundial.

Como descendientes de “los inmortales” se han identificado al menos 103 de sus hijos, nietos y bisnietos, y sus respectivos cónyuges, quienes se convirtieron en los empresarios más poderosos del PCCh, muchos de ellos educados y establecidos en Estados Unidos, de acuerdo con las investigaciones de Bloomberg. Además, otras publicaciones relacionan al menos a otros 123 de estos descendientes. 

Los líderes: “Confiaron algunos de los activos clave del Estado a sus hijos, muchos de los cuales se hicieron ricos. Fue el comienzo de una nueva clase de élite, ahora conocida como ‘príncipes’. Esto está alimentando la ira pública por la acumulación desigual de la riqueza, el acceso injusto a las oportunidades y la explotación de los privilegios, todo ello en contra de los objetivos originales de la revolución comunista”, se explica en Bloomberg, según cita del autor John Chan. 

Gracias a la manipulación de intrincados  tratos comerciales, al compartir empleadores en común, y a los vínculos con las mismas empresas privadas o estatales y organizaciones diplomáticas, los ‘príncipes’ se beneficiaron del auge de la economía china. 

Transformaron sus puestos de trabajo y sus conexiones con el Estado en carreras privadas, y han podido trabajar, estudiar, comprar propiedades en el extranjero y al mismo tiempo transferir inmensas riquezas a otros países. 

A modo de ejemplo se puede observar que el hijo de Den Xiaping, Zhifang, se doctoró en física en la Universidad de Rochester, privada, ubicada al norte de Nueva York. Su nieto Deng Zhuo Di, de 28 años, jugador de bridge que trabajaba en el bufete estadounidense White & Case fue nombrado líder del condado en la región autónoma de Guangxi, al sur del país, en 2013.  Otro nieto, Zhuo Su, es presidente de una empresa que invierte en una minera de hierro australiana.

A Deng Xiaoping, fallecido en 1997, se le atribuye el liderazgo del proceso de reforma y apertura de China en la década de 1980. También se le ha culpado de la sangrienta represión de los manifestantes en la masacre de Tiananmén en 1980, en la que murieron miles de estudiantes que reclamaban democracia, a manos del ataque del ejército del régimen chino. 

Otros  familiares de Deng Xiaoping y del expresidente Hu Jintao aparecen con cuentas en los paraísos fiscales de las Islas Cook o en las Islas Vírgenes Británicas, de acuerdo con una investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ).

El informe también menciona a varios empresarios chinos de alto nivel, entre ellos algunos de los más ricos de China, y a Deng Jiagui, cuñado del Presidente Xi Jinping. Asimismo, el hijo de Hu Jintao, Hu Haifeng, de 41 años, fue nombrado vicesecretario del PCCh en la ciudad de Jiaxing, en la provincia costera de Zhejiang. Por otro lado, la única hija de Xi Jinping y Peng Liyuan, Xi Mingze, estudia en la Universidad de Harvard, donde suele pasar desapercibida. 

No obstante, el régimen bloquea la información sobre el ascenso al poder de los ‘príncipes’, tratando de evitar las protestas por nepotismo. En el caso de Deng Zhuo Di, las búsquedas sobre él a través del microblog chino Weibo fueron bloqueadas. En el caso de Hu, el sitio web oficial del gobierno de Zhejiang, en una de sus actualizaciones incluyó los nombres de todos sus líderes del partido, excepto el de Hu.

El desempeño de Xi Jinping

Xi, hijo del ex viceprimer ministro Xi Zhongxun, uno de los fundadores del Partido que luego fue perseguido por el líder Mao Zedong, comenzó su carrera en una aldea desde donde ascendió hasta llegar al poder en 2012, cuando obtuvo al menos 9 cargos del más alto nivel.

Así, Xi se convirtió en el presidente de China, jefe del PCCh, presidente de la Comisión Militar Central (CMC) y jefe de al menos seis comités de alto nivel que se ocupan de áreas como la ciberseguridad, la seguridad nacional y la política exterior. Se considera que de esta manera supera el poderío de su antecesor, Deng Xiaoping. 

No obstante, para el analista de la Universidad de Nottingham, Steve Tsang, quien estuvo de acuerdo en 2014 con que Xi “ha conseguido imponerse con más eficacia que sus predecesores, desde Deng”, consideró  también: “Pero esto no convierte a Xi en un hombre fuerte. Es esencialmente el primero entre los iguales, aunque uno asertivo y poderoso”.

Sin embargo, es de reconocer que el poderío de Xi ha aumentado sustancialmente desde entonces, dado que en 2018 supervisó la derogación del límite de dos mandatos en el cargo presidencial, lo que le ha abierto el camino para permanecer en el poder después de 2023, después de cumplir los dos periodos presidenciales de cinco años cada uno estipulados para quienes ocupan su lugar. 

Asimismo, Xi también ha dedicado una gran cantidad de tiempo a fortalecer los fundamentos organizativos e institucionales del partido-estado, y parte de su poder político y administrativo lo ha empleado en la reestructuración del partido. 

En cierto sentido, Xi ha mostrado “cierta inclinación hacia el legado de la era Mao, que ha consternado a muchos intelectuales liberales, sobre todo por algunos comentarios que hizo en diciembre [2012] en los que destacaba la continuidad entre las décadas revolucionarias de Mao y la era reformista de Deng”, destacó Garnaut .

Y agregó citando al destacado abogado He Weifang: “Esto es casi como revocar el rechazo de Deng Xiaoping a la Revolución Cultural. Parece que Xi trata de adular a la izquierda sin ofender a la derecha”.

Pero al parecer los miembros de la aristocracia roja de tendencia liberal no recibieron de buen grado ese comportamiento de Xi, generando comentarios al respecto: “No lo desafío abiertamente, porque tengo que apoyarlo”, dijo a Fairfax Media el hijo de uno de los 10 grandes mariscales del Ejército Popular de Liberación, según Garnaut.

También ha buscado protegerse de las amenazas internas, entre ellas la corrupción. Poco después de asumir el poder Xi declaró que esta amenazaba la supervivencia del único partido político gobernante, el PCCh, en el 2014, ante la noción de que los funcionarios malgastaban los aportes de los contribuyentes o utilizaban sus cargos para obtener beneficio personal.

Para tener una idea de las dimensiones que alcanzaba la corrupción “según un informe del Banco Popular de China, 18.000 funcionarios abandonaron el país entre 1995 y 2008, llevándose activos, (adquiridos legal o ilegalmente) por valor de 800.000 millones de yuanes (cerca de 120.000 millones de dólares)”, escribe Luigi Tomba de la Universidad Nacional Australiana, en un informe del 2014. 

Y agrega: “La tendencia ha ido en aumento. En la evaluación de la Escuela Central del Partido, Lin Zhe 林喆, tal y como recoge Caixin, reveló que, entre 1995 y 2005, China tuvo 1,8 millones de funcionarios ‘desnudos’ [quienes han transferido bienes al exterior]”. 

Opciones de sucesión

Entre las opciones posibles de sucesión del poder del PCCh se contempla en principio una transferencia ordenada este año, cuando Xi podría ceder algunos de los cargos más importantes que ostenta a uno de los miembros del actual politburó. De esta manera seguiría el precedente de retirarse una vez cumplidos dos mandatos, y de jubilarse a los 68 años. 

En este caso, el posible sucesor podría ser Ding Xuexiang, leal a Xi, y su ascenso podría anunciarse con ocasión del XX Congreso del Partido a celebrarse en octubre. Ding ha tenido una amplia trayectoria en el partido, además de estar acompañando a Xi desde el 2012.

Ding es director de la Oficina del secretario general del PCCh y director de la Oficina General del Comité Central, es decir, quien dirige la oficina de Xi. Además, pertenece a la “aristocracia roja” que respaldó el ascenso de Xi al poder. 

“Ding es ya uno de los miembros más poderosos de uno de los Politburós más poderosos de la historia contemporánea de China. Sin embargo, su suerte está totalmente ligada a Xi Jinping, y mientras los posicionamientos internos de las facciones continúen durante el período previo al Congreso de otoño, Ding está a salvo de cualquier purga, siempre y cuando el propio Xi sobreviva”, sostiene The Diplomat del 1 de febrero. 

Paralelamente,  otro de los posibles candidatos a la sucesión de Xi es el también miembro del Comité Permanente, Wang Huning, quien comparte un estatus similar al de Ding ante las eventuales preferencias de Xi en caso de que este quiera nombrar ahora a su sucesor. De igual manera, Xi podría continuar gobernando de manera informal, tal como lo hicieron algunos de sus predecesores.  

La posibilidad de nombrar a su sucesor no es extraña a Xi, dadas sus palabras ante la Asamblea Popular Nacional de 2014, cuando declaró: “La mejor manera de evaluar si el sistema político de un país es democrático y eficiente es observar si la sucesión de sus líderes es ordenada y en línea”, publicó el Lowy Institute el año pasado. 

Un argumento más para que Xi opte por la transferencia pacífica del poder es el de que sugiere la investigación de Erica Frantz y Elizabeth Stein, quienes dicen:  “… [respetar] las reglas de sucesión institucionalizadas dificultan los esfuerzos de coordinación entre los golpistas, lo que, en última instancia, reduce el riesgo de que un líder se enfrente a golpes de Estado”.

Por otro lado, los analistas no descartan un golpe de estado contra Xi en vez de una sucesión pacífica, aún a pesar de gozar del respaldo de muchos de los miembros de la “aristocracia roja”. 

De darse un movimiento violento en este sentido se podría llegar a “… una agitación pública y a una represión como la que se produjo en la plaza de Tiananmén en 1989, cuando las protestas pacíficas de los estudiantes fueron duramente reprimidas por tropas armadas con rifles de asalto y acompañadas de tanques”, escribió hace un par de semanas el analista Amitrajeet A. Batabyal.

En previsión de una agitación social de esas dimensiones el régimen comunista chino ha fortalecido los sistemas de seguridad dotándolo de millones de videocámaras de vigilancia. El circuito integra también los más recientes avances de las tecnologías digitales y la inteligencia artificial. Asimismo, la coordinación entre los diferentes cuerpos de seguridad es tal que hacen remota la posibilidad de un golpe de estado.

Además, un aspirante a golpista se enfrenta a numerosos obstáculos, empezando por conseguir el apoyo de miembros clave de la burocracia de seguridad militar sin alertar al líder en funciones y a su aparato de seguridad, lo que minimiza las probabilidades de que se ejecute un golpe militar, a pesar de los numerosos enemigos de Xi. 

En este contexto, dado que el ejército es clave en el evento de una deposición violenta del poder, Xi ha supervisado los nombramientos de miles de oficiales del Ejército Popular de Liberación (EPL), en particular de “los oficiales de los puestos de mando de alto nivel cuyos antecedentes étnicos, de clase e ideológicos hacen que sea poco probable que apoyen a los manifestantes contrarios al régimen”, de acuerdo con las observaciones del politólogo de la Universidad de Yale Dan Mattingly.

Otra de las posibilidades está dada por una inevitable muerte inesperada o incapacidad permanente, a las que contribuirían su edad, Xi Jinping tiene 67 años, el hecho de que ha sido fumador, tiene sobrepeso, y el suyo es un trabajo muy estresante.

Son de considerar los rumores sobre la mala salud de Xi que se han extendido durante varios años, algunos con base en videos que parecen mostrar su dificultad para caminar durante las reuniones con líderes extranjeros. 

Asimismo, las autoridades son celosas con la información sobre la salud de Xi dentro de China, “y han amenazado a los periodistas extranjeros que escriben sobre el tema con la cancelación de sus visados”, expresan los autores Richard Mcgregor y Jude Blanchette.

En caso del fallecimiento de Xi, los estatutos del PCCh establecen que el secretario general solo puede ser “elegido” durante una sesión plenaria del Comité Central. Además, debe ser uno de los integrantes del Comité Permanente del Politburó, designado previamente.  

La ausencia de un plan conocido sobre la forma en que se elegirá al sucesor de Xi en el cargo vital que ahora ocupa, extiende un manto de incertidumbre sobre los posibles efecto que podría representar para muchas otras naciones, dada la creciente dependencia que tienen del rol que desempeña China en la cadena de suministros, y de su protagonismo como la segunda economía del mundo.  

Esta situación: “Está causando incertidumbre sobre cuestiones que incluyen posibles interrupciones del comercio, cambios en la política exterior resultantes de la inestabilidad interna y la posibilidad de un golpe militar”, prevé Batabyal.

Hasta ahora, la incertidumbre persiste, ya que no parece que se hayan cumplido las aspiraciones que expresara en 1980 Deng Xiaoping al respecto cuando manifestó: “Debemos tener en cuenta el interés a largo plazo y resolver el problema de la sucesión en el liderazgo”.

Para China, una nación que prosperó durante milenios bajo la guía de emperadores que trataban de ajustarse a los designios de los dioses, ahora resulta incierto el futuro bajo el régimen comunista que no solo ignora, sino que combate las libertades de conciencia y de cultos gracias a las cuales los seres humanos han procurado cultivar los mejores aspectos de su ser. 

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