Traducido de The Western Journal por Tierrapura.org

Los atletas profesionales ponen a punto sus cuerpos para ser los mejores del mundo, pero ¿qué ocurre cuando algo va mal en un procedimiento médico?

Esa es la desafortunada situación en la que se encuentra la velocista y atleta olímpica suiza Sarah Atcho tras sufrir una grave reacción a una vacuna de refuerzo COVID-19.

La joven de 26 años, que compitió en los Juegos Olímpicos de 2016 y 2020, compartió su experiencia con el mundo en las redes sociales, dando cuenta de un suceso que posiblemente le cambió la vida.

“Obviamente, como sabéis, intento ser lo más transparente posible y ahora es más importante que nunca”, comenzó su extenso post.

“El 22 de diciembre me puse la vacuna de refuerzo porque no quería luchar con esto cuando empezara la temporada. Me dijeron que era más seguro ponerme la de Pfizer (aunque la primera vez me puse la de Moderna) para evitar los efectos secundarios cardíacos”, escribió.

Un estudio reciente descubrió que la vacuna de Moderna tiene cuatro veces más probabilidades de causar inflamación del corazón que la de Pfizer. Suecia y Finlandia han suspendido su uso.

“El 27 de diciembre sentí una opresión en el pecho y empecé a sentirme mareada mientras subía las escaleras”, continuó la joven atleta.

“Esto sucedió unas cuantas veces más hasta que decidí consultar con un cardiólogo que me diagnosticó pericarditis (inflamación de la fina membrana que rodea el corazón)”.

Atcho continuó diciendo que tendría que tomarse un tiempo de descanso de las actividades que aumentaban su ritmo cardíaco.

“Tengo que admitir que me molesta la situación porque no se habla lo suficiente de los efectos secundarios. Me siento impotente, ya que esto está completamente fuera de mi control”, reveló Atcho.

“Me alegro de que la vacuna haya contribuido a evitar muchas muertes y a reducir la presión sobre los hospitales y el personal hospitalario, pero me frustra que tanto yo como otras personas jóvenes y sanas estemos sufriendo estos graves efectos secundarios”, añadió.

Ha habido otros relatos anecdóticos de jóvenes atletas que han sufrido efectos secundarios graves, como miocarditis y pericarditis, tras recibir las vacunas COVID-19, pero las autoridades siguen insistiendo en que este hecho es raro.

Por supuesto, es difícil saberlo, ya que basta con hablar de los efectos secundarios de las vacunas o expresar escepticismo sobre la vacuna para que una persona sea destituida.

El Dr. Robert Malone, que desempeñó un papel decisivo en la invención de la tecnología de ARNm utilizada en las vacunas COVID-19, fue expulsado de Twitter por expresar su preocupación de que las vacunas puedan estar haciendo más daño que bien.

Independientemente de si Malone tiene razón o no, cualquier tratamiento o procedimiento debería poder soportar el escrutinio que supone hablar de sus posibles efectos secundarios.

Tal vez Atcho sea un caso entre un millón, ¿quién sabe? Pero el hecho de que las lesiones causadas por las vacunas sean un tema demasiado tabú como para discutirlo en público hace que surjan importantes señales de alarma.

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