Por Marcelo Duclos – Panampost

Seguramente que el título le parezca a más de un lector algo exagerado. Todo un adelanto de un panfleto antisocialista, que seguramente pase por argumentos libertarios, en contra de los subsidios, impuestos y regulaciones, sea cual fueran. No. Hay argumentos sólidos como para decir que el drama que sufren hoy miles de personas con la ola de calor en Argentina que, para colmo están sin luz, es el socialismo. ¡Bah! Mejor dicho, para ser más preciso… se puede afirmar que este problema es el problema del socialismo, si se me permite la redundancia arjónica.

Desde el retorno a la democracia en 1983, Argentina tuvo solamente luz de corrido en el menemismo, luego de las privatizaciones en los primeros años de la década del noventa. Además de producir lo que se consumía en el país sin inconvenientes, se exportaba un excedente incluso.

Parecía que el racionamiento energético de los ochenta, producto de las fallas de las empresas estatales, iba a quedar en el recuerdo. Sí, racionamiento energético. Los que tenemos algunas canas encima, y recuerdos de la hiperinflación que puede volver también en cualquier momento, vivimos un período donde había servicio eléctrico la mitad del día. La gente se juntaba a ver los programas televisivos preferidos en la casa de amigos y familiares a los que le “tocaba” la luz en ese turno. Las madres y las abuelas de muchos jóvenes irresponsables que hoy piden la estatización del sistema, se levantaban a las tres de la mañana para planchar la ropa de la familia.

La privatización trajo inversiones, precios libres y previsibilidad para la inversión. El capital que se generó durante la década del noventa fue el que hizo que, incluso, el desastre que hoy se vive no haya explotado antes.

Desde la devaluación de 2002 y en el inicio del kirchnerismo en 2003, el Estado argentino consideró que podría “congelar” las tarifas a los “precios” de la convertibilidad, subsidiar la ganancia de las empresas con los pesos que se imprimían gracias a los dólares de las exportaciones y tener a la gente contenta pagando precios irrisorios por la energía.

Las empresas energéticas, que a diferencia de otras privatizadas no fueron estatizadas por el kirchnerismo, perdieron toda previsibilidad de negocio y pasaron a embolsar su ganancia gracias a un cheque del Estado. Los incentivos que tenían se trastocaron por completo. Los millones de clientes descentralizados dejaron de aportar el grueso del ingreso para las empresas, que pasó a ser abastecido por la clase política con la que había que negociar. ¿Hay que decir que pasó con la inversión en el sector, sobre todo luego de las amenazas de nacionalización que existieron durante la presidencia de CFK?

Aunque Mauricio Macri comenzó un proceso de reducción de subsidios en las tarifas, el retorno del Frente de Todos volvió a foja cero con el populismo energético. Yo, que hoy tengo luz de milagro y puedo escribir estas líneas, pagué por el servicio el último mes menos de lo que sale un combo en un restaurante de comidas rápidas de hamburguesa, papas fritas y gaseosa. Hoy, en medio de un día infernal producto de una ola de calor que azota a Argentina, más de un coterráneo está aprendiendo con sudor que “lo barato sale caro”.

El problema es que durante todos estos años de subsidios, además del desincentivo a la inversión, la ciudadanía cayó en un uso absolutamente irresponsable del servicio eléctrico. De hecho, empezó a verse como algo valioso cruzar unos metros al otro cuarto para apagar la luz, en lugar de dejarla encendida durante todo el día, y no como una acción de sentido común.

En algunos casos hubo responsabilidad ante el delirio gubernamental. Pero en la mayoría todo fue exceso e irresponsabilidad. Este escenario se ocasionó principalmente por la pregunta de ¿Por qué voy a ser yo el que ahorre, mientras nadie lo hace?

De un lado de la ecuación, desinversión. Del otro, consumo sin precio. ¿Qué carajo pensaba que iba a pasar el argentino promedio con todo esto después de vivir así prácticamente dos décadas?

Aunque parezca increíble, los delirantes del Frente de Izquierda plantean que la solución es la “estatización con control obrero”. Parece que cuando nacieron los mandaron a la incubadora por prematuros en hospitales donde no había energía y salieron con falta de “un golpe de horno” más.

Finalizando, y volviendo a la cuestión del título, el socialismo en Argentina y en general trae consigo fracasos no por la falta de propiedad privada sino por la desaparición de los precios, que surge cuando se vulnera lo primero. Como lo explicó Ludwig von Mises hace ya cien años, sin propiedad no hay precios y sin precios no hay ninguna posibilidad de producción de bienes y servicios medianamente eficiente. Mucho menos de una planificación centralizada absoluta.

El kirchnerismo pensó que podíamos tener energía sin precios. Los responsables son casi todos: los dirigentes políticos irresponsables, los comunicadores básicos que repiten estupideces, los votantes infantiles que no perciben que pagan con inflación lo que les dicen que es gratis y los “empresarios” del sector que sabían que esto estallaría en cualquier momento. Yo, liberal.

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