Por Daniel Lara Farías – La Gaceta de la Iberoesfera
Podrían revisarse algunas señales particulares de los últimos tres años y notaríamos que el color rojo empieza a teñir más zonas en el hemisferio. Como si fuese un sarampión, desde el recién caído Chile hasta la potencia industrial de Alemania, el socialismo en sus distintas variantes emerge como dueño y señor de la política mundial, desde el poder y con las instituciones internacionales en sus manos.
Y sin ánimo de agitar las banderas de la conspiranoia, muy buena para viralizar en redes pero muy mala para dar respuestas y profundizar en el análisis, hay que decir que no parece casual que el avance haya tenido a la pandemia originada en China como trampolín.
Y no dejemos de notar que, aunque algunos lo ven como un gigante herido, la debilidad china con las crisis internas económicas y políticas no son una amenaza a su predominio de forma inmediata, ni una señal de que las cosas puedan ir mejor en Occidente. Por el contrario, la excesiva dependencia económica que China ha logrado de sus socios comerciales hace prever que cualquier caída del gigante causará lo obvio: el gigante se caerá sobre los pigmeos, que morirán aplastados o asfixiados o ambos. Sobrevivirán los más fuertes. Y el gigante no necesariamente muera.
Una caída inclusive podría ser vista como una ventaja para ellos. Tanto que como una “implosión controlada” nada tiene que extrañarnos si la caída es planificada y ejecutada desde dentro, como salida táctica que permita controlar los efectos y usarlos a favor.
¿Por qué dudar de que pueda ocurrir después de dos años padeciendo los rigores de una pandemia que nació en China y aún no sabemos cómo? Hemos vivido dos años encerrados sin que el país donde se originó esta desgracia haya sido debidamente investigado, sin que haya revelado detalles cruciales sobre el virus que nos agobia por su maldad o por su silencio o por su irresponsabilidad. O por todo junto.
Y esa pandemia fue el escenario perfecto para que los tres grandes proyectos del equipo del mal, se materializaran: La caída de EEUU, el giro de Europa y el control de Iberoamérica.
Más allá de Trump y Biden
La discusión por supuesto se fue a los confines electorales y se cayó como siempre en la trampa de la propaganda. También, claro está, quedó claro en la incapacidad de ver el escenario completo. La mayoría de los humanos tenemos el problema de no saber cuándo estamos frente a la historia. Quizás por eso existe la historia, como una especie de medicina forense social, para explicar por qué hicimos lo que hicimos y como lo hicimos. Pero no hay medicina preventiva capaz de decir: si no se propone lo indicado, si no se usa este discurso, estas fuerzas se alinearán y con propaganda nos llevarán al desastre.
Eso le pasó a Trump. Estando enfrentado al bando del mal, por alguna razón sus estrategias fueron erróneas. Y si bien es muy fácil decirlo ahora que ya su opción fue derrotada en las urnas, de más está decir que sus expresiones, posiciones, estrategias y tácticas, no fueron capaces de derrotar al monstruo que tenía en contra. Y obviamente la pasó muy mal, la hizo peor y aquí estamos, con Biden en la Casa Blanca pero sin ejercer un poder que nunca fue para él y que en realidad no sabemos muy bien si se está ejerciendo o se está declinando.
Porque en realidad no se trataba ni de sacar a Trump ni de sentar a Biden. Se trataba en realidad de sacar de circulación a los EEUU del escenario del poder mundial. Declinar como potencia y convertirse en otra cosa que de momento no sabemos muy bien que será. Pero esa era la jugada y el socialismo lo logró, por mucho que se empeñen en decir que no se puede usar el término socialista en EEUU de la misma manera que en el resto del mundo, como si ese país fuese inmune a la marcha de los males mundiales.
La cosa es obvia: si no se enfrentan al bando del mal sino que se encargan de fortalecerlo, están del lado del mal. Y eso está pasando con los Estados Unidos en este momento y se consolidó en 2021. Y no sabemos muy bien dónde terminará.
La deriva europea
Más allá del Brexit, está claro que lo que está en juego en este momento es la supervivencia del proyecto europeo de postguerra que se materializó con la Unión Europea. Puede compararse en el tiempo, en valores reales y relativos y la UE saldrá ganando en comparación con todos los experimentos del pasado por hacer de Europa una región que progresara en paz y alcanzara niveles de bienestar y de posicionamiento económico armonizado. Ninguna experiencia previa fue tan exitosa y contrariarlo sería necio.
Pero ¿qué queda de esa Europa, hoy? Un cuestionamiento general iniciado nada más y nada menos que en el Reino Unido, con su portazo y su traición a un proyecto colectivo del que nunca quiso sentirse parte. Los complejos nacionales post imperiales pudieron más. Y hoy todo es una incógnita, hasta el punto de que lo que se avizora en el horizonte es un resurgimiento de los conflictos en Irlanda del Norte y Escocia. Un salto atrás acicateado desde las élites políticas londinenses, con su cortedad de miras.
Pero en medio de todo eso, las fuerzas centrípetas anti europeas son obvias aliadas del proyecto del mal, sin saberlo. Porque lo necesario es una Europa unida y fuerte que pueda incluso llenar el vacío eventual de una retirada de los EEUU del concierto internacional. Eso no se logra con la subversión del orden europeísta que desde la izquierda se agita de forma soterrada y de forma abierta. Cerrar las alternativas a la subsistencia energética del continente, es una muestra.
Desde la izquierda roja y su variante verde, se exige dejar atrás los combustibles fósiles de forma radical, para que la niña Gretta no llore. Sin embargo, se oponen a las alternativas planteadas: el oleoducto con Rusia, los proyectos de autos eléctricos. Porque Putin es un horror y Elon Musk es un horrible millonario. Pero al preguntar por las alternativas que ofrecen los vociferantes, no hay ni una sola creíble o viable, tal como demuestra la claudicación ante la realidad de los demagogos verdes alemanes, hoy parte de un gobierno tripartito donde se incluyen a los que podrían ser los verdaderos ejes del futuro alemán, los liberales del FDP.
La socialdemocracia europea ha claudicado ante las leyes del marketing, buscando banderas donde las encuentre ante la más que evidente pérdida de vigencia de sus postulados fundacionales, y henos aquí, con una socialdemocracia convertida en socialismo, progresismo y en el peor de los casos reconvertido en socialismo del siglo XXI, que es decir castrismo en fase degenerativa chavismo. Y esa es la izquierda que ha logrado derribar a un atolondrado Kurz en Austria, que ha regresado en Noruega, que llega al poder en Alemania y que se atrincheró en España, causando un doble daño, pues sirve de pivote al mal en el continente a la vez que brinda apoyo y sirve de mampara y auspiciador a la caída de Iberoamérica.
El año 2022 puede ser peor para Iberoamérica
La calma impuesta que la pandemia originada en China nos dejó, ayudó al chavismo a dar la estocada final al esperpéntico experimento del “gobierno interino”, que murió primero de contradicción propia y luego de mengua obvia, donde llegaría a la larga al ser una expresión normal de la oposición falsaria que el régimen chavista ha construido a su medida.
Pero fue ahí en Venezuela donde se construyó el trampolín desde el cual actúan personajes como Zapatero, Borrell o esa asociación para delinquir alrededor del partido chavista Podemos. Y gracias a ese trampolín, se ha permitido dar amparo, respaldo y patrocinio a las fuerzas del mal, que ya han dado el golpe de ascenso en Perú, Chile, Argentina, México, El Salvador, Bolivia, Honduras. Firmes en Cuba y Nicaragua, apoderados de Centroamérica a través de la variante más abyecta del narco, se prepara el asalto final: Colombia y Brasil.
Para eso, se ha lanzado la más feroz campaña de desprestigio y acoso y derribo contra Bolsonaro y Uribe. Las protestas en Colombia fueron ya una señal clara, pero lo que la prensa internacional rebota sobre Bolsonaro y su gobierno, es francamente bochornoso. No hay un día de tregua para aupar el regreso de Lula.
De forma grosera, dirigentes del socialismo europeo se retratan con Lula pidiendo para él toda la confianza, a la vez que denuncian a Bolsonaro como fascista. Y los mismos argumentos que usan para condenar a Bolsonaro, se niegan a condenar de igual forma al chavismo, en una finta ya acostumbrada de la izquierda en su hipocresía. Poco parece importar que Bolsonaro haya sido victima de un atentado a cuchilladas ejecutado por un militante del lulismo. Lo importante es derribarlo a como dé lugar y reinstaurar al socialismo corrupto y corruptor en el palacio de Planalto.
De Colombia da verdadero dolor hablar a estas alturas. El daño que el socialismo del siglo XX le hizo a un país sometido a la guerra de guerrillas por 50 años, ahora debe ver como se intenta repasar el mal con el ascenso al poder del mismo socialismo guerrillero, narcotraficante y terrorista, pero pacificado de mentiras. Se desarrolla en Colombia una batalla épica de las fuerzas del mal contra la democracia. Los aliados del mal son poderosos. Los de la democracia se esconden.
El futuro se ve tenebroso, oscuro y frío. No se siente una defensa enérgica de la democracia colombiana y además las fuerzas llamadas a esa defensa, se encuentran ensimismadas en medio del marasmo del avance enemigo. Ya esto lo vimos en la Venezuela de 1998, cuando por tozudez, cobardía o complicidad, se le dio paso al chavismo en su asalto al poder, pensando que solo se trataba de un simple cambio de gobierno. Y aquí estamos, 23 años después, viviendo exilio y cosas peores en otros casos.
¿Qué depara el 2022? O una gran tragedia o el inicio de una victoria. Ambas cosas pasan, más que por la izquierda destructora, por las manos de las fuerzas democráticas enfrentadas a ese maligno enemigo, capaz de disfrazarse, mimetizarse y asimilarse falsamente, con el solo fin de alcanzar el poder para destruir instituciones, sistema y sociedad.
Ojalá los llamados a actuar, actúen. Y los llamados a destruir, sean destruidos.