Fuente: La Prensa
El sanitarismo fascista y carcelario utiliza el terrorismo comunicacional encarnado en los agentes de propaganda del miedo. Desde una ministra de Salud hasta un médico del más bajo rango están al servicio de la aplicación de protocolos que para lo único que sirven es para garantizar la continuidad infinita del problema de salud llamado covid-19.
Cuando la Salud Pública era manejada por médicos, los errores estaban dentro de un rango tolerable pero cuando pasó a estar conducida por políticos, periodistas y la Big Pharma (laTriple “P”), sin ningún tipo de regulación y control, pasó a cometer las peores atrocidades jamás imaginadas.
Los pueblos, indefensos, están siendo entregados a los negocios fraudulentos de las corporaciones transnacionales. Guiados por un puñado de líderes inescrupulosos que están dispuestos a cumplir las peores órdenes con tal de conservar un carguito en el Titanic. Pero ya se escucha venir a lo lejos ese canto maravilloso de reacción de los pueblos en las calles. El manso pueblo argentino va a reaccionar y no va a tolerar que se reduzca una civilización y su cultura al diminuto tamaño de un patógeno viral, cuyo aislamiento, cultivo y purificación no han sido claramente demostrados. Tampoco va a aceptar la aplicación de experimentos transgénicos a ser probados en sus hijos.
Es oportuno preguntar ¿dónde están los demócratas y las gloriosas agrupaciones de izquierda y de Derechos Humanos?; y esa consigna que sonaba en la calle de “mi cuerpo, mi decisión”. La oposición argentina es socia y cómplice necesaria de la dictadura sanitaria. Todos los gobernadores, intendentes y presidentes de comunas han perseguido, multado y coaccionado a sus ciudadanos para cumplir los decretos de un presidente enfiestado en la quinta de olivos. La política oficial y opositora tiene muchas cuentas que rendir ante el pueblo. Son los verdaderos traidores ya que de las financieras internacionales nunca esperamos nada. Quieren hacer cumplir una agenda muy difícil, destruyendo Constituciones, libertades y derechos que nos costaron sangre conseguir. En materia de libertades y derechos humanos estamos retrocediendo al menos un siglo ante la mirada distraída y cómplice de muchos.
La transgénesis humana montada en el caballo de Troya de las neo-inyecciones se impone como la transgénesis en la soja, cerdos y pollos, es decir de prepo. El corralito sanitario focalizado en los fines prioritarios de sometimiento y dominación de la población sana tiene en claro su objetivo: patologizar a toda la población sana bajo el lema de que son “enfermos
asintomáticos”.
No parece lógico separar estos hechos de otros igualmente contemporáneos y coincidentes conducidos por los gobiernos de casi todos los países de manera uniforme con la parálisis de los organismo de control, endeudamiento y otras tantas “casualidades” donde observamos el empobrecimiento de los más pobres y el enriquecimiento de los más ricos. Todo esto, simultáneamente.
Creer que los no vacunados pueden transmitir una enfermedad (que no tienen)a los vacunados que creen estar protegidos (pero no tanto), es un capítulo fascinante de la epidemiología paranoica. Digno para recrear en una serie eterna de Netflix.
Tenemos que poner límites al uso de la covid para colapsar economías e implementar políticas de ajuste y empobrecimiento. Debemos poner punto final a este fraude masivo y volver a recuperar nuestras libertades.
Para esta autodenominada “pandemia”, se testeó masivamente por primera vez en la historia. Los test de PCR atrapan a sus víctimas incautas. ¿Qué hubiera sucedido si en años anteriores se hubiese testeado masivamente como se hace en la actualidad? ¿Qué creen que hubiéramos encontrado? Seguramente el mismo número o más. Nadie lo puede saber porque nunca antes se testeó de este modo. No tienen estadística alguna para comparar con años anteriores. Lo que existe son los certificados de defunción donde no hay variantes significativas. No murió más gente que en años anteriores.
Con esta información la gente está despertando de esta larga pesadilla y seguramente va a ganar las calles para protestar ante semejante injusticia.
Ahora bien, como ya lo dije en mayo del 2020 lo voy a repetir: “Estamos frente a una dictadura pseudo científica que nos impone un modo de vivir, enfermar y morir. Un sanitarismo carcelario. Una política persecutoria de virus que se transforma en una cacería de personas y trabajadores, como si fueran bioterroristas. Una epidemiología paranoica y manipuladora de números, destinada a aterrorizar y estigmatizar a distintos grupos sociales.
Bajo la excusa de un sistema de salud perimido y colapsado, se contagia y extiende su colapso a toda la vida del pueblo argentino. Cercenan libertades, cierran escuelas, funden comercios, destruyen la industria y cualquier actividad económica, social y cultural, que aún queda en pie.” Todo esto, como ya lo ven, sigue vigente.
Dr. Ramiro Salazar
Médico epidemiólogo (M.P. 11.700)