Por Camila Acosta- CubaNet.org

El 24 de agosto de 2021 el gobernante cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, sostuvo una reunión con varios líderes de organizaciones fraternales y religiosas del país. El encuentro forma parte de una agenda implementada por el mandatario luego de las masivas manifestaciones del 11 de julio. Sin embargo, a la cita solo fueron invitados aquellos que, o “se portan bien”, o sostienen posiciones afines al régimen.

Por tales motivos, en las intervenciones de los participantes en esa reunión, que solo se conocieron por un resumen publicado en la televisión nacional, como suele suceder, no se escucharon cuestionamientos al gobierno. Tales criterios hacen suponer un clima favorable al régimen cubano entre los creyentes. Pero las redes sociales muestran todo lo contrario: líderes religiosos constantemente publican criterios o posicionamientos políticos críticos, que van desde cartas abiertas, homilías y mensajes pastorales, a declaraciones directas denunciando las violaciones de derechos humanos en el país.

Pero, para entender esta compleja realidad es necesario primero conocer lo que ha sucedido con las religiones en Cuba desde 1959.

Historia

Los primeros años del sistema impuesto por los hermanos Castro fue convulso para todas las instituciones del país. Las nacionalizaciones, incluso de centros de enseñanza, también afectaron. Muchos se opusieron abiertamente a la dictadura y fueron apresados, sancionados a cumplir largas condenas en prisión, fusilados u obligados al exilio. Esta situación fue reprobada por los obispos cubanos mediante una serie de pronunciamientos.

En la Constitución de 1976 se estableció y justificó el totalitarismo y sus atropellos, así mismo, se declaró implícitamente el Estado ateo, pues el comunismo prioriza e impone concepciones científico-materialistas.

Hacia la década de los 80’ se generaron amplios debates de inclusión social. Fidel Castro sostuvo varios intercambios con líderes religiosos y en 1985 Frei Betto, teólogo de la liberación brasileño, publicó el libro “Fidel y la Religión”, resultado de extensas entrevistas sostenidas con el cabecilla cubano. En este mismo año se crea la Ley No. 54, más conocida como Ley de Asociaciones, la que declara la libertad de asociación para la población cubana.

En 1985 también se fundó la Oficina de Atención a Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). Hasta ese momento, el Registro de Asociaciones, bajo la dirección de Luis Felipe Carneado, había sido el vehículo de mediación entre las instituciones religiosas o fraternales y el régimen cubano. Carneado se mantuvo al frente de la Oficina hasta su fallecimiento, en 1993. A partir de entonces, ha sido Caridad Diego la encargada de su regencia.

Este dato es sumamente importante porque, desde entonces, esta Oficina del PCC ha funcionado como órgano de instrucción de la Seguridad del Estado, llegando a inmiscuirse, manipular e intimidar a las organizaciones religiosas y fraternales de tal manera, que ha sido capaz de tomar decisiones por ellas o de presionar para que se desarrollen o proyecten de la manera más conveniente para el régimen. De estas “buenas relaciones” depende, por ejemplo, si se acepta la entrada de ayudas humanitarias enviadas al país por mediación de instituciones religiosas, o si les son permitidas labores sociales u otras actividades, o simplemente existir con amparo legal en el país. Hasta ese punto llega la coerción de la libertad religiosa o de asociación y reunión en la Isla.

En 1991, como parte de los acuerdos del IV Congreso del PCC, se efectuaron reajustes a la Constitución de 1976. Así, el Estado cubano pasó de ateo a laico, lo cual no se especifica, pero se infiere a partir del reconocimiento de la libertad religiosa. Asimismo, por ejemplo, se permitió el ingreso de miembros del PCC a instituciones fraternales y religiosas, y viceversa, lo cual estaba vedado antes de estos reajustes; incluso se impedía a los practicantes de alguna religión o asociación fraternal el acceso a determinados trabajos o estudios. Es en la Constitución de 2019, en su Artículo 15, que se declara explícitamente que el Estado cubano es laico.

Producto de más de seis décadas de intimidación y control, el miedo y el ostracismo se ha impuesto en las entidades religiosas. No obstante, fundamentalmente en las últimas décadas, muchos religiosos han denunciado el sistema dictatorial cubano. Aunque las instituciones religiosas han tenido varios pronunciamientos al respecto, han sido más abundantes y relevantes las posturas individuales.

Posiciones de religiosos ante la dictadura

Debido a la carencia de estudios actualizados al respecto, es imposible determinar la cantidad de denominaciones religiosas existentes en Cuba. Las religiones más influyentes son la católica, aunque con cierto grado de sincretismo; en el país predominan igualmente las creencias de origen africano y decenas de organizaciones cristianas, muchas de ellas sin reconocimiento oficial.

Hacer un recuento de las posturas institucionales o personales asumidas por los religiosos en Cuba en 62 años conllevaría un trabajo mucho más extenso. Por lo que solo mencionaremos algunas de las más trascendentales, en donde han prevalecido las expresiones de católicos y protestantes.

Las proyecciones de la Iglesia Católica, como Institución, han sido escasas; una de las que más repercusión tuvo ocurrió en 1993 con la Carta Pastoral conocida como “El amor todo lo espera”. En ella los obispos denunciaban la miseria y la falta de libertades políticas, así como las acciones represivas de la Seguridad del Estado. En respuesta, Fidel Castro convocó a marchas contra la Iglesia. Veinte años más tarde, los obispos volvieron a analizar y denunciar la cruda realidad nacional mediante un mensaje conocido como “La esperanza no defrauda”.

Otra de las expresiones del sentir de esta institución se dio a conocer el 24 de octubre de 2018, con un Mensaje Pastoral de los Obispos Católicos de Cuba, en ocasión del proceso de consulta popular del Proyecto de Constitución para la República de Cuba, en el que, entre otros, abogaron por el respeto a los derechos humanos.

Sin embargo, han sido las actitudes individuales de católicos y protestantes las que más han trascendido en los últimos años; muchos han apoyado activamente a grupos disidentes, así como han emitido pronunciamientos en los que exponen su desacuerdo con la realidad nacional y las dictaduras.

En 1998, durante la visita al país del Papa Juan Pablo II, el entonces obispo de Santiago de Cuba, Pedro Meurice, en presencia también de Fidel Castro, alegó: “este es un pueblo que sufre” y “necesita aprender a desmitificar los falsos mesianismos”; presentó a una nación que “a lo largo de su historia ha visto desarticulados o encallados los espacios de asociación y participación de la sociedad civil”, por lo que el Papa estaba ante el alma de “una nación que anhela reconstruir fraternidad a base de libertad y de solidaridad”. Indicó algunos daños provocados a la Iglesia producto de la confrontación con “el marxismo-leninismo estatalmente inducido”, y lamentó que muchos cubanos confundieran “la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología”.

Entre la crítica y la complacencia

Uno de los firmantes de la Carta Pastoral “El amor todo lo espera”, en 1993, que generó grandes tensiones con el gobierno, fue el Arzobispo de la Arquidiócesis de La Habana, Jaime Ortega Alamino.

Las gestiones de Ortega Alamino, que se convirtió en Cardenal en 1994, fueron esenciales para lograr la primera visita de un Papa a Cuba en la historia de la Iglesia Católica. Pero esta sería la primera vez que sirviera de anfitrión en tres visitas papales a la Isla en menos de veinte años: Juan Pablo II (1998), Benedicto XVI (2012), y Francisco (2015); en 2016 también Francisco haría una breve escala en Cuba.

Ortega Alamino conoció y sufrió de las violaciones a la libertad religiosa, pues entre 1966 y 1967 estuvo varios meses en los campos de concentración conocidos como UMAP (Unidades Militares de Apoyo a la Producción), en las que religiosos, homosexuales, disidentes y todos aquellos que no encajaban en el ideal de “hombre nuevo” fueron obligados a trabajos forzados como forma de reeducación.

Medió para que, entre 2010 y 2011, cerca de un centenar de disidentes y opositores cubanos fueran excarcelados y abandonaran el país hacia España, a través de acuerdos entre los gobiernos de Raúl Castro y José Luis Rodríguez Zapatero. Su intervención, por encargo del Papa Francisco, resultó clave en el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, en 2014.

No obstante, en 2016, poco antes de jubilarse, y en momentos en que organizaciones de derechos humanos en el país denunciaban unos sesenta presos políticos y varios detenidos por realizar protestas pacíficas, el Cardenal afirmó que en Cuba no habían presos por motivos políticos. También llegó a negar apoyo a las Damas de Blanco cuando estas decidieron continuar sus protestas pacíficas luego de la liberación de los opositores encarcelados durante la Primavera Negra de 2003.

Acciones como estas, incluso sus mediaciones con el régimen cubano para propiciar el llamado deshielo con Estados Unidos, le han valido críticas fundamentalmente de la oposición cubana y del exilio. Algunos consideran que, pese a conocer la represión y las violaciones de derechos humanos, se volvió demasiado complaciente con el régimen a cambio de cuotas de poder o de priorizar algunas prebendas a la Iglesia Católica cubana.

Luego de su fallecimiento, en julio de 2019, el Coordinador del grupo opositor Estado de Sats, Antonio Rodiles, alegó que, pese a su postura confrontacional con el gobierno cubano en determinados momentos, el Cardenal había actuado como su emisario para lavar la imagen de la dictadura ante la comunidad internacional.

“Creo que Ortega, en los últimos tiempos, fue un freno muy lamentable para la Iglesia Católica cubana. Su papel, no solo defendiendo al régimen, sino también a miembros de la familia Castro, desató innumerables críticas por parte de los cubanos libres”, lamentó Rodiles.

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