Por Gabriela Moreno y Milagros Boyer – PanAm Post

Una vez consumada la farsa electoral de este domingo, tal como se podía avizorar, el régimen de Nicolás Maduro pateó de nuevo la mesa de diálogo. Usó a la oposición —y la escasa credibilidad que aún tiene ante algunos organismos internacionales— a su antojo. Así legitimó unos comicios que se vieron viciados desde el principio. Esto fue un jaque mate al interinato, que ahora le sirvió al chavismo para bañar de legitimidad estas votaciones.

Maduro puso de excusa la extradición de Álex Saab, y el llamado agravio de Estados Unidos a este supuesto diplomático que hoy es investigado por lavado de dinero, para congelar estas conversaciones, las cuales desde su inicio solo sirvieron para debilitar aún más a la oposición, así como para llevarla a un terreno movedizo que terminó por hundirla en presencia de observadores internacionales: el ámbito electoral.

Nadie puede tener la quijada caída con el resultado de las elecciones en Venezuela que dejó en manos del chavismo con el control de 20 de las 23 gobernaciones y 205 alcaldías de las 322 con resultados confirmados. El resto queda en manos de los partidos de la supuesta oposición que decidió hacer comparsa al régimen y extender la cohabitación a cambio de algunas parcelas de poder que, de igual manera, dependen de las dádivas de Miraflores.

Este proceso tuvo una particularidad fue la abstención que en esta oportunidad fue de un 58,1 %. Sin embargo, lejos de culpar a quienes no acudieron a las urnas a ejercer su derecho al sufragio —como lo hacen algunas opiniones que se proliferan en las redes— , esta conducta se percibe como una consecuencia del escepticismo absolutamente palpable que existe en la población respecto del hecho de validar un evento electoral que incluía como contrincante a un régimen represivo que se ha encargado de vapulear la democracia venezolana por más de una década.

Este es otro capítulo más del historial de farsas comiciales de un régimen que capitaliza los fracasos, así como divisiones de sus adversarios, a través de las urnas. La realidad es inocultable. Lamentablemente,  la dictadura consolidó su poder una vez más y lo aumentó, sobre todo si se comparan los cómputos con los del 2017 que le atribuyeron la victoria en 18 regiones. Con dos más, ahora queda en evidencia como sus indetenibles ambiciones burlan a las negociaciones en México y la observación de la Unión Europea.

Los planes están a la vista. “Estas votaciones, más que elegir gobernadores y alcaldes, pueden servir como nuevo punto de partida tanto para Maduro, que busca el levantamiento de sanciones internacionales, como para la oposición, que retornó a la vía electoral con la mirada puesta en una elección presidencial transparente en 2024, aunque el próximo año tiene la opción de un referendo para revocar el mandato del gobernante chavista”, indicó Semana.

Si esto es así, entonces la jornada solo calentó los motores para ese escenario con una obra de simulación y nadie lo vociferó en público.

En contradicciones

“Si por ‘elecciones’ fuese (casi 20 en los últimos 22 años), Venezuela debería ser el país más democrático del continente, y no lo es. Se ha convertido en la peor dictadura de siglo XXI. ‘Elecciones’ fraudulentas es lo que nos ha traído a la crisis actual” escribió en Twitter el dirigente de Voluntad Popular Carlos Vecchio, quien se desempeña como embajador del interinato de Guaidó ante Estados Unidos.

No se discute. Es así, pero Vecchio es también dirigente del partido que postuló candidatos a los comicios pese a disentir sobre la confiabilidad de las elecciones por la falta de “condiciones”, la existencia de más de 250 presos políticos, líderes inhabilitados, presos o en el exilio; censura de medios, un Consejo Nacional Electoral parcializado y uso de la emergencia humanitaria para el control social.

Sin embargo, “si la oposición hubiese ganado todos los cargos, sería lo mismo. ¿O acaso la oposición no ganó los tres cuartos de la Asamblea en el 2015 y nada cambió?”, es lo que se pregunta —a través de Twitter— el filósofo Érik Del Búfalo, quien funge también como investigador de la Universidad Simón Bolívar.

La respuesta a la interrogante que planteó Del Búfalo es amarga y la BBC Mundo se encargó de aclararla: “En un país donde las encuestas registran que el 80 % de la población rechaza al chavismo, los fracasos de la oposición no solo se explican por los ventajismos en el tablero electoral, sino también por los errores dentro de su colectivo”. No hay nada más que decir. El mapa es rojo y lo será por cuatro años más.

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