Fuente: Minghui
El emperador Kangxi (1654-1722), tercer emperador de la dinastía Qing, llevó a China a una de sus mayores épocas doradas. Su reinado de 61 años fue conocido como la “Era Próspera de Kangxi”, con extraordinarios logros en asuntos políticos y militares, expansión de las fronteras, estabilidad social y prosperidad económica. Muchos estudiosos de la historia consideran a Kangxi como uno de los gobernantes más exitosos de China.
Desde su infancia, Kangxi estudió ampliamente los clásicos chinos y fue capaz de comprender sus enseñanzas fundamentales a una edad temprana.
“Los clásicos confucianos, los registros históricos, los escritos filosóficos y diversas obras, pueden resumirse en cuatro palabras: benevolencia, rectitud, decoro y sabiduría. De todas las enseñanzas de la escuela filosófica Cheng-Zhu, la esencia no es más que el curso natural y la propia conciencia”, afirmó en una ocasión. Estos principios guiarían la conducta de Kangxi durante toda su vida.
Sus decisiones sobre los asuntos de Estado y el trato a sus subordinados se basaban en la racionalidad, independientemente de si elegía un enfoque indulgente o severo. Su conducta benévola y recta le valió los elogios y el respeto tanto de los funcionarios de la corte como del pueblo en general.
La benevolencia de Kangxi
Uno de los epítetos de Kangxi lo identifica como el “Emperador de la benevolencia”.
Según Mencio, “El pueblo es la quintaesencia, seguido de la nación. El soberano es lo último en todo”.
Este pensamiento tuvo un profundo impacto en las generaciones posteriores, incluido Kangxi. Amaba a su pueblo y se preocupaba mucho por él. Se preocupaba por su bienestar y pensaba regularmente en formas de mejorar sus condiciones de vida.
Creía que mientras el pueblo dispusiera de los medios y las condiciones para recuperarse de cualquier acontecimiento negativo que se produjera, sus aspiraciones de una sociedad pacífica y próspera se harían realidad.
Se opuso a la política de cercamiento de tierras y redujo los impuestos al pueblo, dejando claro que “nunca habrá una capitación sobre las personas nacidas en nuestra próspera sociedad”. Su sucesor y cuarto hijo, el emperador Yongzheng, unificó aún más el sistema tributario, poniendo fin al milenario impuesto de capitación en China.
Un día, mientras realizaba un viaje de inspección más allá de la Gran Muralla en 1677, el séquito de Kangxi se encontró con un hombre tirado al borde del camino. Normalmente, cualquier persona que bloqueara el camino de un emperador sería acusada de un delito, pero Kangxi pidió a sus guardias que averiguaran qué estaba pasando.
Resultó que el hombre era un trabajador llamado Wang Sihai. Se encontraba fuera de casa para ganarse la vida, pero estaba tan hambriento que se desmayó de regreso a su hogar.
Al enterarse, Kangxi dijo a sus guardias que no asustaran al hombre y les pidió que le prepararan unas gachas calientes. Cuando Kangxi se enteró de que la familia de Wang era indigente, también le dio dinero para su viaje y encargó a uno de sus hombres que lo acompañara a casa.
Un antiguo dicho chino dice: “No te niegues a actuar por bondad simplemente porque el acto sea pequeño; no cometas el mal, aunque el acto sea trivial”.
Kangxi amaba a su pueblo, y su benevolencia podía verse incluso en su conducta diaria.
El gobierno benevolente de Kangxi también se manifestaba en su clemencia a la hora de castigar a los criminales. En 1683, el número de condenados a muerte era inferior a 40 en todo el país.
También adoptó una política de indulgencia para los funcionarios que violaban la ley. Por ejemplo, Oboi, un destacado comandante militar manchú y un poderoso y ambicioso cortesano, cometió un grave delito capital. Sin embargo, sólo fue encarcelado.
El ministro de alto rango Songgotu, que también cometió un delito digno de la pena de muerte en la crisis de los herederos, también se libró de la muerte y fue condenado a prisión.
Yang Guangxian, jefe de la Oficina de Astronomía de la época, hizo falsas acusaciones para atacar a los astrónomos jesuitas que servían en la corte Qing, tildándolos de “religión maligna”. Como resultado, varios chinos cristianos fueron ejecutados, y casi todos los misioneros cristianos de la capital fueron exiliados a Macao. Sin embargo, pocos años después, el caso se revirtió y Yang fue condenado a muerte. De nuevo, Kangxi le concedió clemencia por su avanzada edad y lo exilió en su ciudad natal. Yang murió de camino a casa al año siguiente.
Kangxi dijo una vez a sus cortesanos: “Creo que desde la antigüedad, en el gobierno del pueblo por parte de reyes y emperadores, es mucho mejor inspirar a la gente con la moral y la virtud para que se vuelvan buenos y no quieran hacer cosas malas, en lugar de gobernar mediante el castigo y hacer que el pueblo sienta miedo de la ley, y sólo se preocupe por escapar del castigo”.
Kangxi continuó recordando a sus cortesanos: “En el Libro de la Historia se dice: ‘Cuando todas las naciones convivan pacíficamente, las masas populares se volverán amables y vivirán en armonía'”.
“Un emperador debe hacer las cosas claras y fáciles de aplicar para sus funcionarios, y ser de gran corazón y generoso con el pueblo”, era otro de sus lemas.
“Durante la época de Yao y Shun, gobernaron la tierra según los deseos de su pueblo, motivando a la gente como un viento suave hacia objetivos beneficiosos. La estabilidad y prosperidad de sus sociedades es una prueba del éxito de esta política. Solía envidiar la prosperidad de los tiempos antiguos y he trabajado duro para promover la educación moral en nuestro pueblo para alentar su conciencia, de modo que podamos recorrer juntos un camino recto”.
Pagar con bondad, no con venganza
Antes de recuperar Taiwán, el emperador Kangxi pidió opiniones a sus cortesanos sobre la estrategia que debía seguir. Algunos creían que la corte debía contratar a Shi Lang, un general rendido de Taiwán, porque estaba familiarizado con las condiciones específicas de Taiwán y tenía una excelente capacidad de mando. Otros argumentaban que, según algunos informes, Shi Lang todavía tenía conexiones con el príncipe Zheng en Taiwán, y la razón por la que abogaba por un ataque militar a Taiwán era porque quería tomar el ejército para sí mismo y desertar a Taiwán.
Kangxi investigó el asunto en persona y consideró que las acusaciones contra Shi Lang eran falsas. Lo cierto es que el hijo de Shi Lang, Shi Qi, y su sobrino Shi Hai intentaron someterse a la corte Qing, pero su plan se filtró y los 73 miembros de sus familias fueron ejecutados por el príncipe Zheng. Kangxi descartó todas las dudas sobre Shi Lang y le confió el poder militar en la campaña, dándole a Shi todo su apoyo y respaldo.
Antes de que las tropas partieran, Kangxi le dijo a Shi Lang: “No me preocupa que no puedas conquistar Taiwán, pero sí tengo una preocupación. ¿Sabes cuál es?”
Shi Lang no lo sabía.
“Algunos de los hombres del príncipe Zheng te han ayudado antes, mientras que otros te han hecho daño, y las cosas pueden complicarse mucho, ya que nunca se acaba la venganza. Si hay gente que está dispuesta a rendirse, tengo ocho palabras para que las tengas en cuenta: solo devuelve su amabilidad, pero nunca cobres venganza”.
Profundamente conmovido por la confianza del emperador, Shi Lang lanzó una exitosa ofensiva con todas sus fuerzas y trató a los cautivos con amabilidad, independientemente de su historia con él. Al ver cómo eran tratados, todas las tropas rendidas se sometieron de buen grado a la corte Qing.
Mucho ruido y pocas nueces por un tael de plata
Ye Fang’ai, de la ciudad de Kunshan, fue un candidato exitoso en los exámenes imperiales, y se le consideraba un académico muy instruido.
Sin embargo, en una inspección fiscal se descubrió que debía un tael de plata en concepto de impuestos. Ye pensó que un tael de plata no era nada, así que escribió al emperador Kangxi y le pidió clemencia para que le absolvieran de su falta. Sin embargo, el emperador no se dejó llevar por consideraciones personales. Revocó el honor y el rango académico de Ye y lo castigó de acuerdo con la ley.
El reinado de Kangxi promovía un gobierno limpio y establecía severos castigos para la corrupción y la evasión de impuestos. Por ejemplo, cuando Ka Yongshi, un funcionario del gobierno de Sichuan, recaudaba el impuesto nacional, cobraba en secreto 12 monedas de plata más por cada 200 taeles recaudados. Tras entregar al gobernador Nengtai más de 200.000 taeles de plata procedentes de esta práctica corrupta, se quedó con el resto del dinero. Nengtai fue posteriormente condenado a muerte por corrupción, y Ka Yongshi, que habría corrido la misma suerte, murió por enfermedad antes de poder ser condenado.
El prefecto Zhao Fengzhao, de Taiyuan, Shanxi, también fue ejecutado por cobrar impuestos excesivos y malversar casi 200.000 taeles de plata.
En 1697, Wen Bao, gobernador de Shanxi, y el comisionado de la administración provincial Gan Du se confabularon en la corrupción. Aceptaron sobornos y tergiversaron la ley para explotar al pueblo, “obligando a muchos de Puzhou a huir a las montañas”. Cuando las cosas empeoraron, el pueblo se unió y se rebeló.
Kangxi envió a Wei Lun a reconciliarse con los rebeldes y le dijo que los acogiera y los tratara con amabilidad si se negaban a rendirse. También le dijo a Wei que debía ejecutar a Gan Du tan pronto como llegara, porque “¿Cómo podemos convencer a la gente de nuestra integridad si se perdona a un funcionario tan corrupto?”
Ojo para los detalles
El emperador Kangxi realizó una gira por el sur en 1707 para inspeccionar las reparaciones de las vías navegables. Tras sus observaciones del primer día, preguntó al oficial local, Zhang Penghe, su opinión sobre el proyecto.
Zhang dijo: “Su Majestad ama al pueblo como a su familia: no duda en gastar un millón de taeles de plata para salvar la vida de la gente, y todo el pueblo canta las alabanzas a Su Majestad”.
El emperador no se tragó tales halagos y le dijo a Zhang: “Son palabras inútiles y vacías. Te preguntaba por el proyecto de las vías fluviales. Puedes explayarte cuando escribes un ensayo, pero debes tener los pies en la tierra cuando hablas de asuntos oficiales”.
“Sí, Su Majestad”, dijo Zhang, “pensé en seguir el plan de Liuhaitao elaborado anteriormente, pero luego sentí que era un asunto de gran importancia, así que le rogaría a Su Majestad que lo inspeccionara en persona y decidiera si debíamos abrir un canal para desviar el agua del río Huai”.
Al oír esto, Kangxi lo reprendió con dureza y le dijo “Hoy he visto que los postes del agrimensor estaban levantados en total desorden, y nadie parecía saber lo que estaba pasando. ¿Qué otra cosa hay que merezca más tu atención que esto?”.
El emperador señaló entonces claramente los problemas. En primer lugar, el canal excavado estaba demasiado alto en el lugar para que fluyera el agua; en segundo lugar, muchos postes de agrimensura estaban erigidos en tumbas, lo que significaba que todas esas tumbas serían destruidas.
Continuó explicando por qué el plan de Liuhuaitao no funcionaría. Por ejemplo, ese proyecto implicaría excavar a través de montañas y colinas, lo que sería extremadamente difícil, e incluso si se pudiera hacer, cuando las inundaciones se produjeran, el agua se precipitaría al lago Hongze, o destruiría el canal.
“Así que, en lugar de construir un canal inútil como el de Liuhuaitao, se puede ampliar la apertura del lago Hongze tanto en anchura como en profundidad, de modo que el agua pueda fluir fácilmente hacia Jiangjia y la presa de Tianran, donde se podría ensanchar aún más el cauce para que el flujo de agua sea más suave”, dijo el emperador.
Kangxi también ordenó la retirada de todos los postes de agrimensura erigidos según el antiguo plan. La población local se alegró mucho de que las tumbas estuvieran a salvo y celebró la decisión de Kangxi.
Más tarde, el emperador Kangxi volvió a reprender a Zhang Penghe.
“Los funcionarios que designaste para estar a cargo del proyecto fueron negligentes con su deber”, dijo. “Además, pasabas demasiado tiempo en el recinto gubernamental y salías a inspeccionar sólo una vez cada dos o tres meses. ¿Cómo es posible que sepas lo que está ocurriendo realmente?”.
El emperador también señaló: “El plan Liuhuaitao que ustedes propusieron me demostró que no sólo los funcionarios locales buscaban un beneficio personal con él, sino que los funcionarios de la construcción también aspiraban a ascender con el proyecto. ¿Cómo podíamos confiar en esa gente para completar un proyecto?”
Zhang Penghe se sintió realmente avergonzado al escuchar al emperador hacer un análisis tan detallado de su trabajo.
Poco después, Kangxi ordenó degradar a los funcionarios que habían descuidado sus deberes, e instruyó a Zhang Penghe para que “inspeccionara el terraplén del canal con regularidad, lloviera o hiciera sol” para animarle a cumplir mejor los suyos.
De ello se desprende que el emperador Kangxi era muy ecuánime a la hora de imponer premios y castigos.
Creía que “el corazón de uno determina cómo se aplica la ley”. En el Lema de la Educación Familiar de Kangxi se dice que “La gente tiene un solo corazón, y cuando está en funcionamiento, un pensamiento se forma instantáneamente, y uno sabría de inmediato si es correcto o incorrecto. Si el pensamiento es erróneo, debes corregirlo inmediatamente, entonces no te alejarías demasiado del Tao [el camino recto]”.
Siendo un gran emperador, el emperador Kangxi contaba con un amplio grupo de funcionarios virtuosos en todos los niveles que seguían el ejemplo de su soberano. Aspiraban a templar su carácter, a mantener la integridad, a cuidar del pueblo y a esforzarse por un gobierno sano y limpio. Juntos, hicieron realidad sus aspiraciones en esta edad de oro de 61 años, en la que “el mundo está en paz, y la gente vive con prosperidad y satisfacción”.