Por Carlos Esteban – La Gaceta de la Iberosfera

El presunto presidente Biden, presuntamente el candidato presidencial más votado de la historia de los Estados Unidos, hace semanas que apenas puede aparecer en público sin que le imprequen las masas. En realidad, ni siquiera tiene que aparecer: “F**ck you, Biden!” (“Que te j**an, Biden”) se ha universalizado allí donde se concentren las multitudes, especialmente en estados de fútbol americano, como pudo comprobarse en el partido entre el Auburn y el Alabama State del pasado día 11.

No es una simple anécdota. Una cadena tan poco sospechosa de criptotrumpismo como la CNN, la oficiosa del régimen, ha publicado una reciente encuesta que refleja la actitud de un pueblo cada vez más enfurecido, al borde del estallido. La encuesta revela que el 74% de los ciudadanos adultos confiesan estar “muy o bastante furiosos” por cómo van las cosas hoy en Estados Unidos, entre ellos un 88% de votantes republicanos y un 67% de demócratas. Además, el mismo estudio muestra que el 69% de los consultados dicen que las cosas están yendo “bastante o muy mal” en el país estos días, incluyendo un 91% de votantes republicanos, un 72% de independientes y un 49% de demócratas.

Son cifras salvajes, increíbles. Hace apenas unos meses todo era optimismo y ‘construir de nuevo mejor’, una atmósfera de esperanza, al menos entre los demócratas, una vez desaparecida la ‘peligrosa anomalía’ que supuestamente representaba Trump. Además, en este tipo de encuestas de opinión que afectan al gobierno siempre se da una enorme disparidad entre los bloques de votantes, y lo normal es que quienes han votado por lo que hay se declaren mucho más satisfechos que los que no, sobre todo cuando no ha pasado ni medio año. Esto es lo más desconcertante de la encuesta.

No es probable que haya ayudado mucho a elevar el ánimo la espantosa, costosísima y ridícula fuga de Afganistán, despertando los peores recuerdos del país, ni que las draconianas disposiciones de dejar sin medio de vida a los ochenta millones de norteamericanos que se niegan a vacunarse vaya a servir para que los estadounidenses se sientan más unidos y en concordia.

La medida no solo tiene un tufo totalitario que ha ofendido a muchas sensibilidades constitucionales en el país y promete provocar el caos y la ruina en muchas economías privadas y en la economía nacional; es que ni siquiera es probable que consiga su objetivo. Es como matar mosquitos a cañonazos o, al menos, así lo ve un reciente informe de Goldman Sachs, cuyos analistas calculan que el tiránico decreto solo arrastrará a la sala de vacunación a unos doce millones de ciudadanos, un 3,6% de la población, creando en el proceso un alarmante precedente legal y un verdadero caos en su aplicación para las empresas.

A corto plazo, hay siete millones de trabajadores afectados por la orden que de ninguna manera se someterán a la inoculación. El ‘roto’ que pueden causar a las empresas, muy especialmente en los hospitales, es más que considerable; las consecuencias sociales son difíciles de calcular.

Ni siquiera la política de inmigración de Biden -si se puede llamar ‘política’ a dejar entrar al que lo desee por su frontera con México- tiene contentos a sus votantes, tan de Welcome Refugees. La citada encuesta consultó a los ciudadanos a ese respecto, y los números son asombrosos. ¿Quién en Estados Unidos cree que “el Gobierno debe detener la entrada de inmigrantes ilegales en el país”? Un 95% de los votantes republicanos, naturalmente, y un 76% de los independientes. Pero también una mayoría de los demócratas, un 52%. En total, un 77% de los consultados. Por cierto: los ilegales no están sujetos a la obligación de vacunarse que Biden ha impuesto a tantos de sus compatriotas. Otro motivo para que estén contentos.

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