Por Oriana Rivas – Panampost.com

Durante los últimos 20 años los afganos experimentaron importante libertades, un período en el que Estados Unidos apaciguó a los talibanes. Pero la evacuación occidental y el regreso de estos fundamentalistas islámicos está obligando a los ciudadanos a huir o esconderse de nuevo. Aquí es donde resurge el término «bacha posh», niñas que se disfrazan de niños para evitar ser sometidas, abusadas o para poder trabajar y aportar ingresos a sus familias. Es una práctica vigente desde hace años, que podría volverse más peligrosa con el retorno del régimen talibán.

Es casi como un tercer género, afirma la periodista sueca Jenny Nordberg, en su libro titulado «Las niñas clandestinas de Kabul». Un método usado durante décadas —sobre todo en zonas rurales— para tener libertades básicas, practicar deportes, salir sin un tutor y quizás, lo más importante, no ser ofrecidas en matrimonio siendo menores de edad.

El término en el idioma darí —lengua predominante en Afganistán— significa «vestidas como un niño». Usan ropa masculina, les cambian el nombre y les cortan el cabello. Lo aplican en familias que se niegan a entregar a sus hijas a hombres mayores, muchas veces de hasta 70 años de edad. La ley afgana establece los 16 años como edad mínima para que una niña contraiga matrimonio, puede disminuir a los 15 años con el permiso de los padres y de un juez. Sin embargo, la ley pocas veces se aplica. Un tercio de las niñas afganas se casan antes de los 18 años, según cifras de Human Rights Watch del año 2017.

La precaria situación del país, que depende del apoyo económico internacional, también obliga a muchas niñas a trabajar cuando no hay hijos varones en la familia. Un ejemplo es Sitara Wafadar, que en el año 2018 concedió una entrevista a BBC, relatando su trabajo en una fábrica de ladrillos para mantener a sus cuatro hermanas y sus padres enfermos.

El peligro de ser «bacha posh» 

Antes del año 2001 casi la totalidad de las niñas eran analfabetas porque los talibanes no permitían su educación y eran preparadas para ser esposas. Nada de libros, deportes o salir solas. Debían mantener una actitud silenciosa, explica la escritora Jenny Nordberg en entrevista con CNN. «Incluso los padres muy liberales, educados y progresistas no querían que sus hijas fueran secuestradas por los talibanes o que corrieran peligro. Esta era una forma de protegerlos», dijo en referencia a los «bacha posh».

Lo más grave es que esta práctica podría arraigarse aún más en la sociedad afgana con el retorno del régimen talibán, que podría pregonar un supuesto respeto a los derechos humanos de las mujeres, como una fachada para seguir recibiendo el financiamiento externo y no ser presionados tan duramente por la comunidad internacional.

Afganistán fue catalogado como el tercer país más peligroso para las mujeres. Un sondeo de Thomson Reuters Foundation entre unos 550 expertos en cuestiones relacionadas al tema, ubicó a este país apenas por detrás de India y Siria en el año 2018. Aún así, la influencia norteamericana y de naciones aliadas estaba permitiendo que mujeres se convirtieran en profesionales. «Afghan Dreamers» (las soñadoras afganas), son un grupo de adolescentes entre 13 y 18 años integrantes del primer equipo femenino de robótica de Afganistán. Ellas recibieron asilo en México tras la evacuación ejecutada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden.

La práctica de los «bacha posh» ya existía mucho antes de que los talibanes llegaran al poder, explicó la escritora. Pero ella también advierte lo siguiente:

«Habrá una mayor necesidad de esconderse, una mayor necesidad de disfrazarse si se quiere hacer ciertas cosas. Pero también será más peligroso hacerlo, porque creo que los talibanes no aprueban esto. Siempre fue arriesgado y será más peligroso bajo un régimen más severo. Se burlará de los talibanes y de su opinión sobre las mujeres.

Usar mujeres profesionales como fachada 

Luego de la toma de Kabul, el pasado 15 de agosto, los talibanes dieron su primera rueda de prensa. La comunidad internacional escuchó a uno de sus voceros comprometerse con los derechos humanos de las mujeres. Pero pocos le creyeron. Por el contrario, organismos como la Organización de Naciones Unidas (ONU) comenzaron a presionarlos. Recientemente el primer ministro británico, Boris Johnson, los instó a cumplir sus promesas a cambio de reconocimiento y acceso a millones de dólares congelados en cuentas en el extranjero.

Usar señuelos podría ser una técnica de los extremistas. «A las mujeres que sean útiles de una forma u otra se les permitirá seguir trabajando, pero no tendrán derechos propios», fue la frase de Nordberg. No obstante, cuando los ojos del mundo volteen y ya no se enfoquen en Afganistán, los talibanes tomarán medidas enérgicas. «Conservarán algunas mujeres simbólicas para lucirse como figuras públicas. El resto será completamente brutalizado», agrega.

Algo de esto se ve actualmente en las pantallas de la televisión afgana. Saad Mohseni es el presidente de MOBY Group, la compañía privada de medios más grande de Afganistán. Hace pocos días mostró imágenes de un programa matutino con una mujer como presentadora.

«Cada embajador, cualquier país que estuvo involucrado en este fracaso de una generación, debería haber emitido visas de emergencia y abierto sus fronteras a las personas que hemos puesto en un peligro increíble al promoverlas, cultivarlas, alentarlas y educarlas. Esta es nuestra gente. y ahora somos parte de ese país, como ellos son parte de nosotros», es la aseveración de la periodista, quien como muchos analistas y expertos coincide en que la mejor solución es seguir sacando ciudadanos de Afganistán.

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