Por Maibort Petit – gaceta.es
Ante el avance del gigante asiático en su propósito de ampliar su influencia mundial y, particularmente, en Centroamérica, tradicional bastión taiwanés, Estados Unidos se mantiene atento y lanza una advertencia acerca de la inconveniencia de que la nación hondureña rompa con Taipéi y se una a Pekín.
En las dos últimas décadas la República Popular China ha emprendido una política expansionista hacia occidente, específicamente hacia América. La región latinoamericana, signada por la izquierda en dicho periodo, — Venezuela, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Cuba, Brasil y Ecuador — abrió las puertas al gigante asiático, aunque los dos últimos enmendaron luego su adhesión al comunismo por ahora. Sin embargo, Centroamérica representaba un reto, pues la región había ofrecido el reconocimiento a Taiwán, ante lo cual el régimen del Partido Comunista Chino (PCCh) extendió sus tentáculos, logrando abrazar varios de los países del istmo, pero uno de ellos sigue siendo sólo una de sus apetencias: Honduras.
Históricamente, Taiwán se había asegurado en Centroamérica un bastión que, desde Estados Unidos era observado con buenos ojos. A partir de la Guerra Fría, Taipéi comenzó a gestar la relación con la región mediante la cooperación y métodos a veces no tan santos, como donaciones poco transparentes que le valieron, desde 1949, el reconocimiento como el auténtico representante del pueblo chino por parte de los países centroamericanos. La cooperación taiwanesa comprende la financiera no reembolsable, la reembolsable (a largo plazo y bajo interés) y la técnica. Cuando se habla de falta de transparencia, generalmente se trata de entrega de recursos financieros para campañas políticas o el uso discrecional de estos recursos por parte de presidentes y jefes de Estado.
Lo cierto es que al tiempo que esta relación entre Taiwán y Centroamérica se fortalecía, se hacía más difícil el desarrollo de nexos con la China comunista, nación que tiene como política abstenerse de mantener vínculos con quienes reconozcan el gobierno de Taipéi. Por tanto, el mercado chino se hace ajeno a estos países aliados con el poder en Taiwán.
Es que el fin de la guerra fría, también significó el inicio del crecimiento económico tras la implementación de una serie de reformas que dieron paso a una economía pujante en la China comunista que luego de consolidarse, la llevaron a plantearse el propósito de expandir su poderío fuera de sus fronteras. La China de Mao Zedong y su revolución cultural que había dejado 45 millones de víctimas del hambre, llevó a Pekín a la reconsideración de la manera cómo abordaba la economía que ahora, ya fortalecida gracias a las reformas, habría de servirle como el mecanismo para alcanzar su meta de extender su influencia extraterritorialmente.
Sin embargo, en ese objetivo expansivo, la política exterior del régimen del Partido Comunista Chino –que establece la imposibilidad de mantener relaciones con los aliados de Taiwán– seguía constituyendo un obstáculo, sobre todo si se tiene en cuenta que de los países que reconocen mundialmente al gobierno de Taipéi, se encuentran los ubicados en el área centroamericana y del Caribe.
Pero el esfuerzo ha dado frutos y Costa Rica, República Dominicana, Panamá y El Salvador ya se han aliado a la China Roja conformando el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), una situación que puso en alerta a los Estados Unidos, dada la pérdida de apoyo a la autonomía de Taiwán que se ha experimentado en la zona centroamericana. La administración del expresidente Donald Trump calificó esta relación [y los acuerdos surgidos de ellas], como perturbadora.
También Panamá estableció relaciones con Pekín en 2017, mientras que República Dominicana y El Salvador, lo hicieron en 2018. Costa Rica ya lo había hecho una década antes.
Entretanto, se mantiene la interrogante acerca de qué posición asumirá Honduras, dado los vaivenes que en los últimos años y, particularmente, en los recientes meses, ha mostrado la administración de Juan Orlando Hernández, mandatario caído en desgracia ante el gobierno estadunidense en razón de sus presuntos nexos con el narcotráfico, según dieron a conocer los fiscales estadounidenses durante el juicio de un capo de la droga en Nueva York.
Panamá y su atractivo canal
La Cancillería panameña expresó en septiembre de 2019 que “la relación entre China y Panamá como lo determinan nuestra historia y nuestra geografía, será estrecha e importante; es la voluntad política del gobierno panameño, fortalecer más ese vínculo y profundizarlo con bases firmes de respeto mutuo, diálogo, cooperación, amistad y búsqueda de los intereses conjuntos de nuestros pueblos”.
El Canal de Panamá fue centro de atención para China y por ello se propuso aumentar su actividad en el paso interoceánico por el que circula el 6 por ciento del comercio marítimo global.
De cualquier modo hay que acotar que antes de que esto ocurriera, China y Panamá ya mantenían un intercambio comercial, habiéndose convertido el país asiático en los últimos años, en un importante cliente del canal, de hecho, después de Estados Unidos, es el segundo mayor usuario del mismo. China igualmente ha llevado inversiones significativas en Panamá.
Pero estas relaciones habrían experimentado un tropiezo en los últimos tiempos a raíz de las presiones de EE.UU. sobre la administración del actual presidente panameño, Laurentino Cortizo.
Ya en 2018. EE.UU. retiró a sus jefes de misión en Panamá, República Dominicana y El Salvador. Poco después, una visita del entonces Secretario de Estado, Mike Pompeo, al país centroamericano sirvió para advertir contra la «actividad económica depredadora» por parte de las empresas chinas. Por ello, China habría de detener sus planes de construir una embajada gigante en la desembocadura del Canal.
Costa Rica rompe la tradición
Como ya apuntamos líneas arriba, Costa Rica fue el primero de los países en romper con Taiwán y aliarse a la China continental. Lo había hecho el 1º de junio de 2007 cuando restableció relaciones diplomáticas a nivel de embajador con China. A par de la firma del comunicado conjunto, el gobierno del entonces mandatario costarricense, Oscar Arias, reconoció la existencia en el mundo de una sola China, “el de la República Popular China es el único Gobierno legítimo representante de toda China y Taiwán forma parte inalienable del territorio chino”.
Este cambio de Taiwán por China derivó en el cierre y apertura de embajadas en uno y otro país, así como el establecimiento de una serie de convenios de cooperación, inversiones y entrega de contratos a China que, a partir de entonces seguirían con los sucesivos gobiernos costarricenses.
Se salía, pues, Costa Rica de la que había sido hasta entonces la posición centroamericana de reconocer, desde 1949, a la República de China, es decir, Taiwán, como el verdadero representante del pueblo chino. Ahora el lugar de Taiwán lo ocupaba la China Roja que se convertía en un gran socio y cooperante de la nación centroamericana. Con importantes inversiones, la china comunista le mostraba al resto de países de la región su generosidad. El siguiente paso fue el establecimiento de un Tratado de Libre Comercio (TLC). En contraparte, Taiwán aumentó su cooperación con Centroamérica.
El curioso caso de Nicaragua
Curiosamente y contrario a lo que en su momento se pensó, la llegada al poder en Nicaragua del sandinista de Daniel Ortega, no derivó en la ruptura con Taiwán dada la afinidad ideológica con la República Popular China. El mandatario comunista dijo desde un principio que no rompería con Taipéi, pero fortalecería las relaciones comerciales con la China Popular. Un objetivo que muchos dudaron que pudiera alcanzar.
En la actualidad, el comercio bilateral entre Nicaragua y Taiwán creció en un 14,03 por ciento en 2020 con respecto a 2019. Y es que, incluyendo las zonas francas, el comercio entre los dos países alcanzó los USD 166,4 millones, con un balance favorable al país centroamericano. Nicaragua exportó a Taiwán USD 143,5 millones en productos de enero a diciembre pasados lo que que representó un «superávit histórico» de USD 120,6 millones. Entretanto, las importaciones de Nicaragua desde Taiwán en 2020 alcanzaron USD 22,8 millones.
Y al parecer, Daniel Ortega cumplió su propósito de incrementar las relaciones con la China Roja en paralelo a mantener las relaciones con Taiwán, pues en 2017, Nicaragua vendió 182.092 toneladas de productos a la República Popular China.
La expansión china en El Salvador
Este proyecto expansionista de China puede visualizarse en la entrega para su administración del Puerto de La Unión Centroamericana en el extremo suroriental de El Salvador, en el golfo de Fonseca, punto de confluencia tanto de la propia nación salvadoreña como de Nicaragua y Honduras (para esté último su único acceso al Pacífico). No pocas voces han advertido que se trata de un interés que va más allá de lo económico, pues prevén que para Pekín lo realmente importante es el valor estratégico que en lo militar tiene la terminal marítima en una zona que, tradicionalmente, ha sido baluarte de la seguridad estadunidense.
En este puerto se materializaría la sustitución china de un área en la que por más de ochenta años Taiwán mantuvo presencia. De hecho, en la pasada administración de Salvador Sánchez Cerén se materializó la ruptura de relaciones diplomáticas de Taiwán y El Salvador, con el consiguiente establecimiento de dichas relaciones con China.
Ganaba así el gigante asiático un nuevo socio en Centroamérica como ya lo había hecho antes en el Canal de Panamá, donde amplió su presencia a partir de 2017, cuando, igualmente la nación del istmo sustituyó las relaciones diplomáticas taiwanesas con las chinas –que vinieron acompañadas de inversiones en la zona–.
El enigma hondureño
En el caso hondureño, la pandemia del covid-19 podría convertirse en la excusa para la profundización del nexo, toda vez que el presidente, ya de salida, Juan Orlando Hernández, dijo en mayo de este año 2021 que su gobierno podría establecer una oficina comercial en China con el objetivo de acceder a la vacuna contra la enfermedad.
JOH informó que, de hecho, su canciller, Lisandro Rosales, para la fecha del anuncio, ya llevaban poco más de un mes en conversaciones que permitieran establecer “puentes diplomáticos con China y poder adquirir la vacuna contra la covid-19”. Una diligencia que el mandatario buscaba alejar de otras interpretaciones, presentándola sólo como una gestión llevada a cabo en el interés de “la vida de los hondureños”.
El referido “puente diplomático” sería una exigencia china, de acuerdo con lo manifestado por Hernández. «Hemos querido adquirir la vacuna china y cualquier otra que sea buena para el pueblo hondureño pero que la tengamos rápido, pero como nosotros no tenemos relaciones con China no nos es fácil adquirir eso; si a través de México o de El Salvador o de Chile o Argentina podemos hacerlo, lo vamos a hacer para traerlas más rápido y tener cantidad suficiente».
Juan Orlando Hernández, quien desde su primer mandato figuró como un buen aliado de Estados Unidos, comenzó a dar un viraje en su discurso, tal vez luego de que voceros del Departamento de Justicia estadounidense lo catalogaran como un narcotraficante y su hermano, el exdiputado Tony Hernández fuera condenado a cadena perpetua por narcotráfico.
«¿Cuánto no hemos apoyado nosotros a Taiwán y Estados Unidos? Y les he pedido ya hace cuatro meses que nos ayuden con eso [con las vacunas]; yo entiendo que estaban vacunando a su gente, pero ahora van a tener vacunas que si no las utilizan se van a arruinar, se van a vencer, y les decía ayer: qué dolor van a sentir de que esa vacuna se arruine en lugar de estarle salvando la vida a un ser humano (…) Entonces, tenemos que dar este paso por la salud del pueblo hondureño”, dijo el mandatario.
Una diferencia muy marcada con lo manifestado no mucho tiempo antes, por el propio JOH cuando anunció que funcionarios de alto nivel de su administración irían en pocos días a la República de China (Taiwán) para trabajar con el país asiático en el aspecto comercial y económico que sellaría la nueva etapa de las relaciones bilaterales entre los dos países.
El mandatario recién había sostenido un encuentro con la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, quien había visitado el país centroamericano y en ese contexto, Hernández se refirió a la relación económica y comercial de las dos naciones traducida en “más inversiones, más empleo y también más becas para preparar en la parte universitaria y técnica a muchos hondureños, pegado esto al tema del Plan Honduras 20/20”.
En abril del presente 2021, Honduras y Taiwán celebraron el 80 aniversario del establecimiento de sus relaciones diplomáticas. En una celebración en la cancillería de tal hecho, la representación del país centroamericano manifestó que “nosotros reconocemos que en materia de cooperación la República de China (Taiwán) ha sido sumamente generosa y amplia, sin esperar recompensa, debemos valorar ese esfuerzo que su país ha hecho reiteradamente por el pueblo hondureño”. Por su parte, el embajador taiwanés subrayó que “El Gobierno de Honduras ha apoyado a Taiwán en los diferentes foros y organizaciones internacionales, convirtiéndose en uno de los aliados más fieles de Taiwán, al respaldar los derechos de nuestros 23 millones de habitantes, exhortando a la comunidad internacional a reconocer la participación sistematizada de Taiwán en estas instancias internacionales”.
Viejo coqueteo
Pero el coqueteo con la China comunista, antecede a JOH, toda vez que expresidente Porfirio Lobo anunció en 2012 las intenciones de su administración de establecer una oficina comercial en la República Popular de China como paso previo al establecimiento de relaciones diplomáticas plenas.
En todo caso advirtió: “En pleno siglo XXI, no se puede continuar pensando que ampliar las relaciones con una nación significa ser enemigo de otra”.
Un criterio que no era compartido por el viceministro de Relaciones Exteriores de la República de Taiwán para época, Simón S. Y. Ko, quien manifestó que su país “no deseaba ver que Honduras estableciera su oficina comercial en China Continental”.
La respuesta hondureña a lo manifestado desde Taipei fue que la nación centroamericana “adoptará los cambios adecuados para el establecimiento de relaciones bilaterales y multilaterales que demanda el actual escenario mundial”, según refirió un comunicado de la cancillería.
Pero aunque ocurriera esto o no en aquel momento, lo cierto es que en la práctica las relaciones ya existían, pues China mantenía inversiones en Honduras.
A mediados del mandato de Lobo, una delegación hondureña tramitó en China el financiamiento por parte del Industrial and Commercial Bank of China para el desarrollo del estratégico proyecto hidroeléctrico Patuca III por USD 300 millones.
EE.UU: ojo avizor
Dado este panorama, la actual administración estadounidense también monitorea de cerca los pasos de Honduras respecto a Taiwán y el régimen del partido Comunista chino (PCCh) y de ello es prueba la reciente visita a la capital hondureña —exactamente en mayo de este 2021— del director para Centroamérica de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental, Patrick Ventrell, quien resaltó la importancia de que Tegucigalpa y Taipéi mantengan relaciones.