Por Oriana Rivas – Panampost.com

Las imágenes de lo que ocurre en Afganistán estremecen a cualquiera. Los ciudadanos están huyendo, o eso tratan de hacer, ante la invasión de los talibanes. Saben que se acerca una época oscura. Serán sometidos a la ley sharía —una interpretación extrema de la ley islámica— la cual impone severos castigos, como las pedradas por adulterio o las amputaciones de manos y pies por robo.

Así fue desde el año 1996 hasta 2001, periodo en que los talibanes se establecieron como gobierno. Los fundamentalistas masacraron enemigos, cometieron ejecuciones públicas, destruyeron sitios históricos por no estar en línea con sus creencias y oprimieron a las mujeres. El drama seguramente volverá tras la errónea manera en que el presidente Joe Biden retiró las tropas de Afganistán. Por eso unas 2000 personas trataban de subir a algún avión en el aeropuerto de Kabul. Los afganos huyen en masas ante el horror que se avecina.

Y es que sin duda, la población, especialmente las mujeres y niñas, serán las mayores víctimas. Los talibanes les prohíben ser parte de la sociedad. Ni siquiera tienen permitido salir solas. Este terror ha provocado el desplazamiento de unas 17500 personas desde el último mes, según cifras de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Hasta el 9 de agosto se registraban 27 niños muertos y 136 heridos, de acuerdo con un balance de Unicef.

Una alcaldesa afgana llamada Zarifa Ghafari, de solo 27 años, está en su casa esperando su sentencia de muerte. Ella ganó las elecciones en 2018, una posición impensable para una mujer bajo un régimen extremista.

Libertades a partir del año 2001

Mujeres periodistas, juezas, parlamentarias, estudiantes universitarias y activistas de derechos humanos. Las afganas se educaron y rompieron gradualmente las imposiciones fundamentalistas durante los últimos 20 años. Yalda Hakim es una periodista afgana que recogió los testimonios de estas profesionales.

«Todas me dicen que dieron un paso hacia delante porque los estadounidenses y sus aliados les animaron a hacerlo. Durante 20 años, Occidente inspiró, financió y cobijó a esta nueva generación de afganos. Crecieron con libertades y oportunidades que han hecho suyas», escribió dos días antes de la toma de Kabul.

Si bien no eran plenas libertades, sí se abría una puerta. La Constitución aprobada en 2004 permitía que 64 de los 250 escaños de la Cámara baja estuvieran ocupados por mujeres. La situación mejoraba en zonas urbanas, aunque quedaba trabajo por hacer en áreas rurales. Hasta ahora, las mujeres también podían conducir vehículos y participar en los Juegos Olímpicos.

En 2009 se aprobó la ley emblemática de Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, aunque Human Rights Watch (HRW) denunció una aplicación limitada y poco efectiva. Aún así, los cambios eran visibles. La historia de la alcaldesa Zarifa Ghafari lo demuestra. Sahraa Karimi, una cineasta afgana en Kabul, le dijo a BBC que sentía que el mundo le había dado la espalda a Afganistán y que temía un regreso a los «tiempos oscuros».

Por internet también circula la foto de un hombre cubriendo la imagen de mujeres, en lo que parece un anuncio publicitario. A esto también serán sometidos los afganos, sin importar el genero. Nada de música, televisión o cine. En las emisoras de radio tomadas por talibanes actualmente solo se oyen cantos religiosos.

Burka obligatoria y lapidaciones públicas

Una carta de varias mujeres habitantes que la ciudad de Herat fue publicada el pasado 8 de agosto por El Diario. El texto ya adelantaba lo que pasaba ante el avance del Talibán y explica por qué los afganos huyen:

«En las zonas ya definitivamente controladas por los talibán han cerrado 176 escuelas. Se ha prohibido el acceso de las niñas a la educación, y muchas de ellas son casadas a la fuerza a partir de los 15 años. Se reparten a las mujeres como botín de guerra, las violan y las azotan en público por sorprenderlas sin burka. Mientras, los niños son reclutados a la fuerza como soldados. Ese será el destino que nos espera si cae en sus manos nuestra ciudad».

Un portavoz talibán conversó con BBC luego de invadir Kabul. Habló de «un gobierno inclusivo islámico», que «las niñas continúan estudiando». Agregó que «las mujeres pueden tener acceso a la educación y al trabajo». Negó que sus subordinados estén yendo casa por casa buscando personas que trabajaron con fuerzas o instituciones de Occidente. Probablemente no sea más que una fachada. «Hemos sido testigos una y otra vez de cómo los talibanes han roto sus promesas y sus compromisos en el pasado», declaró recientemente el representante permanente de Afganistán en la ONU, Ghulam Isaczai.

Para entender a qué nivel será reprimida la población, hay que remontarse a las órdenes del régimen talibán cuando estuvo en el poder desde 1996 hasta 2001. La Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (RAWA) hizo un recuento de las restricciones. A continuación algunas replicadas por ABC:

  • Las mujeres deben usar el burka para cubrirse de la cabeza a los pies. Los hombres deben dejar crecer su barba.
  • Prohibición a las mujeres de estudiar en escuelas, universidades o cualquier otra institución educativa.
  • No pueden ser atendidas por médicos hombres, ni usar baños públicos.
  • Azotes, palizas y abusos verbales contra aquellas que no vistan acorde con las reglas del talibán o contra las mujeres que no vayan acompañadas de su mahram (su marido y guardián).
  • Lapidación pública contra las acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio.
  • Prohibición de reír en voz alta (ningún extraño debe oír la voz de una mujer).
  • No pueden llevar zapatos con tacones que puedan producir sonido al caminar (un varón no puede oír los pasos de una mujer).
  • No pueden tener presencia en la radio, la televisión o reuniones públicas de cualquier tipo. Tampoco tienen permitido practicar deportes.
  • Prohibición de asomarse a los balcones de sus pisos o casas.

Los hombres también van a cargar con las consecuencias. Trascendió en el año 2013 el caso de un padre que ejecutó a su hija a tiros por adulterio. Una exigencia impuesta a los hombres por la ley sharía. Ocurrió en la provincia de Badghis, al noroeste de Afganistán, frente a una turba de entre 300 y 400 personas. Para ese momento había fuerte influencia talibán en la zona.

Evacuados y refugiados

Al menos cinco personas murieron en el aeropuerto de Kabul cuando cientos de afganos intentaron ingresar a los aviones por la fuerza, reseñó Amnistía Internacional en un comunicado reciente. Para la organización, «es una tragedia que debería haberse previsto y evitado».

El mundo seguramente se hace la misma pregunta ¿Qué pasará con los habitantes de ese país? Sobre todo con las mujeres y niños. Es una pregunta que tiene respuesta, si contemplamos lo que pasó en años anteriores con los fundamentalistas en el poder.

El secretario general de la ONU, António Guterres, dijo que la comunidad internacional «debe hablar con una sola voz para defender los derechos humanos en Afganistán». Sin embargo, habrá que esperar si lo lleva a la práctica. Por lo pronto, hay algunas acciones como la de Chile, que anunció esfuerzos para evacuar mujeres activistas de derechos humanos desde Kabul. Canadá dará refugio a 20000 afganos, incluidos activistas y periodistas. Albania, a petición de EE. UU., recibirá provisionalmente a afganos que durante 20 años han ayudado a las tropas estadounidenses.

Por su parte, la ACNUR pidió a los países vecinos de Afganistán que mantengan sus fronteras abiertas ante la posible llegada de refugiados. La agencia advirtió que el número de víctimas civiles podría ser este año «el mayor del que se tiene registro», mientras los talibanes recrudecen su ofensiva y los desplazados desde enero superan los 400.000, replicó EFE.

El camino será complejo y dependerá del radicalismo que impongan los talibanes con el poder en sus manos. Porque están claros que no todos los afganos podrán salir de su país. Las libertades obtenidas gracias a la influencia occidental pueden haberse esfumado, pero tal como declaró Marianne O’Grady, la directora adjunta de la agencia humanitaria CARE International, «No se puede deseducar a millones de personas».

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