Por Oriana Rivas – Panampost.com

El canal propagandístico venezolano Tves confirmó lo que desde Miraflores se niegan a reconocer. Durante una transmisión en vivo uno de los conductores pidió interrumpir las declaraciones de un director técnico mientras este aseguraba que los resultados en Tokio son «totalmente particulares» con el sacrificio de cada atleta para prepararse.

«Interrumpe eso», fue la respuesta de uno de los personajes que realizaba la supuesta entrevista en Tves. No contó con que sus palabras salieron al aire y ahora circulan a diestra y siniestra en internet. Pidió cambiar la pregunta para «no meterse en problemas». A la par, se ve la mirada desconcertada de Alfredo Loyo, director técnico metodológico de deportes de combate en el Instituto Nacional de Deporte (IND).

La presencia del Estado venezolano en la preparación de los atletas es nula. Eso se sabe. Pero Nicolás Maduro no pierde la oportunidad de colarse en las victorias. De inmediato llama por teléfono a los deportistas ganadores en Tokio, como ocurrió con Julio Mayora, ganador de la medalla de plata en la categoría de -73 kilos de halterofilia. Usuarios de redes sociales señalaron que durante la conversación el atleta recibía instrucciones para dedicar el premio a Hugo Chávez.

Con las uñas

Si de historias hablamos, hay que mencionar la de Ahymara Espinoza, atleta de lanzamiento de bala. Su historia se hizo famosa: entrenó en un estadio abandonado en la región de Barlovento, estado Miranda. Para medir las distancias donde cae la esfera, usó un cono de plástico. Al finalizar los lanzamientos, tomaba una cinta métrica.

«Hace pesas en la casa donde vive con su madre de 72 años, Victoria, en un patio en el que crecen matas de mangos, papayas o guanábanas. Levanta sobre sus anchas espaldas 225 kilos mientras hace sentadillas y podría alzar mucho más, pero sin apoyo, sería peligroso», relata el perfil publicado por France 24. En ningún momento el régimen volteó a mirarla. Ahymara no ganó medalla, pero es un ejemplo del abandono deportivo del régimen y de la insistencia y profesionalismo de la atleta.

Cuando Chávez estaba vivo se jactaba de los atletas venezolanos a los que llamaba “la Generación de Oro”. Se desvaneció al igual que el resto de sus promesas. Paola Pérez puede dar prueba de ello, la nadadora de aguas abiertas casi sufrió de hipotermia por no tener el traje adecuado en los pasados Juegos Panamericanos. Tuvo que abrir una recaudación de fondos en la plataforma GoFundMe para poder prepararse rumbo a las clasificatorias de las Olimpíadas en Tokio donde finalmente quedó en el puesto 20 de 25 nadadoras.

Otro caso es el de Eldric Sella, el primer latinoamericano de la historia del Equipo Olímpico de Refugiados. En 2018 abandonó Caracas y emigró para pedir asilo en Trinidad y Tobago. La crisis económica en Venezuela lo obligó a abandonar el equipo nacional de boxeo. Tuvo distintos trabajos pero siempre estuvo enfocado en el deporte. «Cuando estaba mezclando cemento, pensaba cómo me ayudaría en mi carrera de boxeador. Cuando estaba cortando césped, pensaba cómo me ayudaría en mi carrera de boxeador. Cuando estaba pintando una casa, o lo que estuviera haciendo, siempre tenía claro lo que quería hacer», contó Sella, según un nota de BBC.

Trinidad y Tobago ahora le niega el regreso al deportista, salido de la popular zona 23 de enero en la capital venezolana, debido a que su pasaporte se venció. Organizaciones y voceros de otros países se han pronunciado al respecto.

Son solo algunas historias que desenmascaran a la dictadura venezolana. Mientras en  canales de televisión como Tves se regocijan por la participación de la delegación venezolana y pretenden entrevistas, por detrás solo hay abandono. Aún así el país ha logrado alzarse con cuatro medallas olímpicas.

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