Por Guillermo Rodríguez – El American
Recientemente el polémico escritor y conferencista conservador argentino Agustín Laje explicaba en una entrevista que aunque en casi cualquier tema político o económico –—temas opinables para la doctrina católica— sus opiniones eran contrarias a las del también argentino papa Francisco, en cuanto a la santidad de la vida humana inocente y la condena del aborto, reconocía que la posición del sumo pontífice de la Iglesia Católica Romana y la suya eran esencialmente idénticas.
Francisco ha condenado el aborto sin la menor duda. Y la Iglesia Católica no ha financiado, apoyado o disculpado el aborto hasta ahora. Más bien ha reclamado donde quiera que sea declarado “derecho sexual y reproductivo” el correspondiente derecho de los profesionales de la salud a la objeción de conciencia.
La posición moral —teológicamente fundamentada— del catolicismo ante el aborto es muy similar a la de la mayor parte de las iglesias protestantes y la casi totalidad del cristianismo evangélico. Por ello que cuando personaje público y con poder aparenta ser un católico creyente y practicante, mientras apoya decididamente el aborto, a nadie debería extrañarle que los verdaderos creyentes le consideren un hipócrita.
No me considero un modelo de rectitud ni coherencia moral, cualquiera que me conozca puede dar testimonio de mis muy humanas fallas en la correspondencia de algunas de mis acciones y mis más altos ideales, valores y principios. Y también admito que quien crea, por cualquier motivo, que el aborto no es un asesinato de inocentes sino un derecho ilimitado de las mujeres embarazadas, tiene una posición moral — terriblemente equivocada en mi opinión— a la que atenerse de buena fe y con consecuencias: perder la comunión con una Iglesia entre las negativas, apoyo político y mediático entre las positivas.
Melinda Gates, esposa del magnate tecnológico woke Bill Gates anunció en junio de 2014 que la Fundación Bill y Melinda Gates dejaría de financiar el aborto. Un anuncio que muchos vieron como resultado de la fe católica de una Melinda formada por las Ursulinas de Dallas. Se habló de su influencia positiva o negativa, según la posición ante el aborto de quien opinaba, de la distinguida dama sobre su esposo. Y era una declaración muy coherente, quien cree en la posición del catolicismo sobre el tema, a menos que sea un hipócrita que no cree en nada realmente, no puede sino negarse a que su nombre sea asociado al financiamiento del aborto.
No se puede ser católico y financiar el aborto porque para el catolicismo el aborto es un crimen contra la vida inocente. Y quien financia y defiende la extensión del asesinato de infinidad de inocentes es un genocida.
Pero al año siguiente la Fundación Bill y Melinda Gates sería señalada de obligar a mujeres receptoras de su apoyo financiero en África a someterse a esterilizaciones forzosas como condición para recibir ese “solidario” apoyo. Y desde entonces, la Fundación Bill y Melinda Gates no ha dejado de donar públicamente fondos — y otros recursos— a Planned Parenthood, la más importante y políticamente influyente defensora, propagadora y ejecutora multinacional del aborto de nuestros tiempos.
Este año, la fundación Bill y Melinda Gates ha confirmado que dedicará poco más 2 mil millones de dólares a promover internacionalmente la “igualdad de género” en el Generation Equality Forum (GEF) de París. Será un programa de cinco años para financiar iniciativas del GEF en apoyo al feminismo y la salud sexual y reproductiva, un eufemismo para no referirse a financiar esfuerzos para imponer en todo el mundo el aborto, legal y gratuito, como derecho ilimitado, prohibiendo incluso la objeción de conciencia de los profesionales de la salud. Además de castigar a quien no lo ejecute mediante la prohibición de ejercer la medicina e incluso con penas de prisión.
La doctrina católica sobre el pecado original se puede resumir en que el alma humana — toda alma humana— está herida pero no destruida por el pecado. Nuestras almas imperfectas y pecadoras pueden buscar la verdad y el bien o caer en la mentira y el mal. Pueden arrepentirse si caen en el pecado y redimirse, o regodearse en el mal y profundizar en él. La vida es sagrada para todos los cristianos, y la vida inocente es intocable para todos los hombres de bien de cualesquiera religiones o sin religión alguna.
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Hay doctrinas materialistas y ateas que son un canto a la muerte —el marxismo es el mejor ejemplo— pero hay filosofías materialistas y ateas que parten del derecho a la vida y la protección absoluta de la vida inocente. Es una verdad universal que el asesinato es condenado —excepto en circunstancias en que en la estructura de creencias y prácticas de esa cultura no es inocente la vida a la que se pone fin— y es un tabú incluso en las culturas más primitivas, xenófobas, envidiosas, colectivistas y violentas.
La definición del mal para todos los cristianos — una con la que coinciden sin compartir sus implicaciones espirituales muchos ateos anti-marxistas— no puede ser otra que la que encontramos en el Evangelio de Juan 8:44:
“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.
Así que no sé a qué juegan los “católicos” y otros “cristianos” que usan el poder político, la riqueza y el prestigio mediático o académico para oponerse radicalmente a la santidad de la vida, que está entre lo más sagrado para todos los católicos — y de una u otra forma para todos los cristianos— porque dentro de la estructura de creencias que dicen tener, lo que hacen no puede ser descrito sino como multiplicar la muerte de inocentes mediante el poder y la mentira. Algo que por definición sería la obra del demonio: el homicidio mediante la mentira. Lo sepan o no.