Por Jorge Brugos – Actuall

Todo es una farsa. Las políticas de igualdad, feministas, de diversidad, son un engañabobos. Mini causas creadas por el socialismo que no se resignan ante la obsolescencia de su modelo social. Si no, no se explica la degeneración social que vivimos hoy en día. En lugar de ir para adelante, como aparentemente deberíamos avanzar con las respectivas palancas ideológicas que nos venden, coexistimos en una constante involución en la que hemos perdido el sentimiento que representa el ser ciudadanos de un lugar llamado mundo.

Estoy preocupado de la realidad acechante. Caminas por la calle y unos babosos observan de manera lujuriosa a tu pareja faltando el respeto primero a la susodicha y luego a ti, el acompañante que con resignación contempla la simpleza de ciertos homínidos. Miradas con tintes de violaciones virtuales. Se ha perdido todo respeto por el vecino. Luego nos echábamos las manos a la cabeza cuando Homer Simpson le tangaba las herramientas a Ned Flanders con alevosía. Somos iguales.

No hay mucha diferencia entre un violador y el que se come con la mirada de forma intimidatoria a una mujer cuando va caminando por la calle. Mientras el primero ha tenido la sangre fría o la vagancia de no perderse en su imaginación plasmando sus deseos en la realidad, el segundo ha preferido cerrar la puerta de su habitación, abrir la cremallera y manosear su miembro viril como si quien lo hiciera fuera la chica que le ha llamado la atención cuando iba en el autobús. Mentes que no representan la figura femenina como un individuo digno sino como carne follada con la que satisfacer los instintos básicos. Consecuencias del individualismo que asola nuestro mundo que convierte a la humanidad en simple materia prima, en el medio para alcanzar la felicidad y no en el fin en sí mismo.

Por eso no me sorprende que peguen una paliza a un joven de manera indiscriminada o que un crío de 19 años presuma de abusar presuntamente de mujeres. Es más de lo mismo. Lo que ocurre es que se han dado las circunstancias para que ambos casos tomen relevancia, pero desgraciadamente, episodios nacionales como los descritos llevan pasando casi a diario y todos mirábamos para otro lado.

Si Samuel es noticia no es por la paliza en sí, sino por el morbo de izar la falsa bandera de que fue asesinado por ser homosexual. Poco favor hacen a la sociedad los que tinten su muerte de los colores del arcoiris. Él no fue maltratado por ser gay sino por tener la mala fortuna de estar en el peor sitio en el peor momento. Instante en el que se topó con unos demonios inconscientes de la gravedad de sus actos. En el mundo de hoy todo está permitido. Cosas de este mundo posmoderno. Lo mismo pasa con el yogurín picha brava que presume de correrse dentro de las mujeres, en una existencia sexualizada en la que las relaciones íntimas han dejado de ser privadas para que en un célebre programa de televisión pregunten al invitado sobre su vida en la cama, parece que obrar de la manera en la que lo hizo el susodicho es motivo de risa. A ver si se enteran de que muchos abusos sexuales se cometen en las relaciones de pareja y dejan un poco tranquilos a los curas.

Lo triste es que algunos que se echan las manos a la cabeza al ver determinadas prácticas vejatorias luego al llegar a su casa se deleitan con videos de sodomización, orgías o mujeres tragando el semen de sus parejas de baile sexual. Pero el problema es la carne de vacuno… Si se dedicaran en regular otras cosas en lugar de nimiedades importantes, pero no fundamentales, quizá tendríamos una sociedad mejor.

Como me dijo un buen amigo el otro día, debemos cambiar esta sociedad desde la moral, no desde la política. Por eso quizá a muchos nos está picando el gusanillo de volver a la vida pública a medio plazo cogiendo el guante de Cayetana Álvarez de Toledo al otorgar al desempeño de la función política como un imperativo moral. Esa es la razón por la que Albert Rivera va a volver al ruedo, por la sensación de que nuestros gobernantes de hoy están gobernando contra nosotros.

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Tenemos la necesidad de dejar un mundo mejor a nuestros hijos, mi generación ya está perdida, sólo llevando la revolución moral necesaria sin estar sustentada por chiringuitos podremos avanzar. Esto va de moral, no de política.

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