Fuente: elamerican.com

Desde los noventa Cuba no se alzaba contra la tiranía que la oprime. Hoy lo ha hecho, impulsada principalmente por la insoportable crisis humanitaria que vive la isla a propósito del terrible manejo de la pandemia y la escasez provocada por las políticas socialistas. Es una oportunidad de oro que los cubanos, y el mundo, no pueden desaprovechar.

Ninguna dictadura en los últimos años ha sido tan cruel como la cubana. Paradójicamente, ninguna dictadura ha gozado de tanta complicidad internacional como la cubana. El régimen de los Castro —que aún sigue siendo el régimen de los Castro, aunque esté bajo las órdenes de Díaz Canel, marioneta de Raúl— lleva sesenta y dos años imponiendo un modelo esclavista, hambreador y asesino. Es decir, comunista.

Sin embargo, algunos hoy aún creen que la isla sufre por que Estados Unidos decidió aislarla, en un largo bloqueo económico. Mienten, por supuesto, porque Cuba disfrutó de años del subsidio soviético, después del venezolano; y, por supuesto, también del comercio europeo. Si hay miseria en Cuba, en cambio, es porque una cruel dictadura expropió toda empresa privada y acabó con toda producción posible.

Los balseros, que han sido el leitmotiv de esta trágica historia, son el principal testimonio de lo que ocurre en Cuba. A lo largo de los años, miles han preferido arriesgarse en las despiadadas aguas del Caribe, en vez de soportar el yugo castrista.

Pero esto puede estar cambiando. El anhelo de libertad se esparce en la isla como pólvora y miles de personas, desde el municipio de Artemisa hasta Palma Soriano, han salido a las calles. Al grito tronador de «Libertad» y algunos, incluso, ondeando la bandera americana —como símbolo de lo que quieren ser—, una multitud se aglomera con el propósito de derrocar a la tiranía.

La hazaña implica mucho coraje, porque es bien sabido que el régimen cubano no teme matar y encarcelar, como siempre ha hecho. Es por ello que el mundo debe estar alerta y listo para, de ser necesario, intervenir. Si la comunidad internacional sigue tolerando el desarrollo tiránico en Cuba, seguirá siendo cómplice de la sangre y los presos, como hasta hoy lo ha sido.

Marchan los cubanos, pero deberíamos marchar todos. Porque esta causa no es solo de Cuba, sino de América entera. Sobre todo de aquellos que, sin ser cubanos, también han padecido al régimen castrista, que ha esparcido miseria y terror por la región. El mundo debe acompañar a quienes hoy marchan por «Libertad» en la isla.

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