Por Lawrence W. Reed – El American

A lo largo de los años, he observado bastantes aspectos de los procesos de pensamiento de la izquierda que son, para por decirlo suavemente, cuestionables. Cualquiera que sea la etiqueta que elijas —izquierdista, progresista, socialista, etc.— los de mentalidad colectivista comparten la mayoría, si no todas, las ideas expresadas en esta breve lista:

  1. Pasan más tiempo promoviendo la dependencia que fomentando la autosuficiencia.
  2. Creen que las intenciones importan mucho más que los resultados reales.
  3. Agrupan a las personas en grupos y les asignan derechos ficticios.
  4. Aprenden poco o nada de la historia o la economía.
  5. Creen que las emociones, los eslóganes y las pegatinas son más profundas que la razón y la lógica.
  6. Respetan la propiedad si es de ellos, pero no si es tuya.
  7. Prefieren hacerte callar que entablar un debate serio.
  8. Creen que un cheque de asistencia social es un derecho, pero un cheque de pago no lo es.
  9. Cuando sus políticas fracasan, no asumen ninguna responsabilidad y exigen más de lo mismo.
  10. No les gustan las empresas, no tanto porque tengan argumentos sólidos contra ellas, sino porque no tienen ni idea de cómo crearlas o dirigirlas.
  11. Critican a la gente y a las empresas por no pagar más impuestos de los que están legalmente obligados a pagar, pero nunca hacen ninguna “donación” al gobierno más allá de su propia responsabilidad fiscal legal.
  12. Están enfadados la mayor parte del tiempo, no tienen sentido del humor, encuentran víctimas debajo de la cama y ni siquiera pueden contar un chiste que sea razonablemente gracioso.
  13. Apelan a lo peor de nosotros enfatizando las divisiones raciales, enfrentando clase contra clase y comprando votos con el dinero de otros.
  14. Rara vez muestran gratitud y parecen demasiado enfadados para dar las gracias por algo. No cuentan sus bendiciones, por usar una frase bíblica; en cambio, cuentan las bendiciones de aquellos a quienes envidian.

Analicemos más detenidamente esto último ¿Por qué la izquierda parece tan constantemente agraviada, tan interminablemente indignada, tan monótonamente enfadada cuando hay tanto en el mundo por lo que estar agradecidos?

El filósofo y crítico literario inglés G. K. Chesterton dijo una vez: “Sostengo que el agradecimiento es la forma más elevada de pensamiento; y que la gratitud es la felicidad duplicada por el asombro”.

Piensa en ello, especialmente en el uso que hace Chesterton de la palabra “asombro”. Significa “sobrecogimiento” o “maravilla”. Las personas menos agradecidas suelen ser las que rara vez se asombran o maravillan, a pesar de la extraordinaria belleza, los dones y los logros que nos envuelven.

La escasez de “asombro” es una fuente de considerable error e infelicidad en el mundo. Lo que debería asombrarnos a todos, algunos lo dan por sentado o incluso lo esperan como un derecho.

Nos emociona la buena música. Disfrutamos de un flujo interminable de inventos que ahorran trabajo y enriquecen la vida. Estamos rodeados de abundancia en los mercados de todo tipo de productos, desde alimentos hasta zapatos y libros. Viajamos en horas a distancias que requerían un mes de incomodidad de nuestros antepasados recientes.

En Estados Unidos, la esperanza de vida a los 60 años ha aumentado en unos ocho años desde 1900, mientras que la esperanza de vida al nacer ha aumentado en unos increíbles 30 años. Las tres principales causas de muerte en 1900 eran la neumonía, la tuberculosis y la diarrea. Hoy en día, vivimos más sanos y durante más tiempo para morir principalmente de enfermedades (como las cardiopatías y el cáncer) que son problemas degenerativos relacionados con el envejecimiento.

La tecnología, las comunicaciones y el transporte han progresado tanto en el último siglo que apenas una biblioteca en el mundo podría documentar los asombrosos logros. Todavía me maravilla cada día que pueda llamar a un amigo en China desde mi coche o encontrar la cafetería más cercana con una “aplicación” en mi iPhone. Me maravilla cada vez que tomo un vuelo de costa a costa, mientras el infeliz de al lado se queja de que la azafata no tiene ketchup para su tortilla.

Ninguna de estas cosas que deberían inspirar asombro eran inevitables, automáticas o garantizadas. Casi todas nos llegan por incentivo, interés propio y ánimo de lucro, de personas que nos regalan su creatividad no porque se les ordene, sino por la recompensa y la sensación de logro que obtienen cuando lo hacen. Algunos lo ven y se sienten sorprendidos y agradecidos, felices e inspirados. Otros lo ven y se sienten envidiosos y poco agradecidos, enfadados y exigentes ¿Cuál eres tú? La respuesta puede revelar si eres un hacedor o un tomador, una persona que dejará la Tierra como un lugar mejor o un lugar que lamentará que hayas estado aquí.

Deberíamos estar agradecidos de que, especialmente en las sociedades libres, tengamos tantas cosas por las que asombrarnos y por las que dar las gracias. La izquierda debería hacer una pausa, respirar hondo, dejar de suponer que todo el mundo es una víctima de otra persona, y decir simplemente ¡GRACIAS!

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