Por Carlos Esteban – gaceta.es
¿Quiere ‘desaparecer’ de redes sociales, ver cancelado su blog, no poder utilizar los medios de pago por Internet? Insinúe que las elecciones presidenciales que dieron la ‘victoria’ a Joe Biden no fueron las más limpias del mundo.
Y no es que dudar de la limpieza de unas elecciones en Estados Unidos sea cosa en sí misma nefanda y censurable para las Big Tech; de hecho, solo hay que recordar la ‘trama rusa’ que se alargó como una espada de Damocles sobre todo el mandato de Trump, y periódicos, cadenas, políticos y opinadores pudieron airear sin problemas su convicción de que las elecciones de 2016 estuvieron amañadas. La propia Hillary Clinton lo tuiteó sin problemas, sin que a los censores de Twitter o Facebook se les moviera un músculo. Porque nunca es qué, siempre es quién.
Lo interesante aquí es el cómo. Y al cómo ha dedicado el periodista Alexander Marlow una exhaustiva investigación que se ha traducido en un libro, “Breaking the News: Exposing the Establishment Media’s Hidden Deals and Secret Corruption”.
Uno pensaría que el proceso por el que se elige al hombre (teóricamente) más poderoso del mundo debería ser tan importante como para examinar el menor indicio de juego sucio, pero indicios como montañas se han barrido debajo de la alfombra mediática y el que mueve el asunto lo paga con la ‘cancelación’. ¿Quién manda, realmente?
La conclusión que extrae Marlow de su investigación es muy sencilla: la manipulación de las plataformas de redes sociales y el activismo a favor del Partido Demócrata en Silicon Valley fue un factor determinante en el resultado de las presidenciales de 2020.
Antes, bastante antes, de que los americanos depositaran sus papeletas en las urnas. Las tecnológicas han convertido en arte la supresión o amplificación de noticias, decidiendo así la información que llega al votante y de la que depende su decisión electoral. Un ejemplo que Marlow considera especialmente llamativo y obvio es el asunto del disco duro del portátil de Hunter Biden, el bala perdida del hijo del presidente. El New York Post sacó la noticia, una información precisa y contrastada que dibujaba un cuadro escandaloso, de los que hubieran acabado con las posibilidades de cualquier candidato. Ni el menor detalle de lo que ha contado el Post se ha desmentido, al contrario, el grueso se ha confirmado, pero de algún modo los dueños del discurso -las tecnológicas, fundamentalmente- lograron imponer el guion de que era una maniobra de desinformación de Putin, y aquello desactivó por completo los efectos lógicos del asunto.
Es medible el resultado. El Centro de Investigación de Medios interrogó a 1.750 votantes de Biden en los estados en juego y descubrió que no sabían nada de los escándalos de la ‘famiglia’ Biden ni que la exasesora Tara Reade había acusado al candidato demócrata de asalto sexual. También ignoraban que Kamala Harris tenía uno de los historiales de voto más radicalmente izquierdista del Senado. Muchos estaban igualmente ‘in albis’ sobre el rápido crecimiento económico, el descenso en picado del paro, los éxitos en las conversaciones de paz en Oriente Medio, la independencia energética logrado por Estados Unidos con Trump y el hecho de que la vacuna contra el coronavirus que Biden se atribuye fue un empeño personal de Trump. Lo más escandaloso: de esos votantes demócratas consultados, un 17% reconocían que no habrían votado por Biden de haber conocido esas noticias.
Facebook gastó cientos de millones de dólares en un proyecto para garantizar unas elecciones sanitariamente ‘seguras’ que animaban agresivamente al voto por correo, a pesar de que el voto presencial no agravó los datos negativos de la pandemia y que en ellos se dieron los casos más cuestionables en el cambio de tendencia de Trump a Biden.
Como sucede en España, muchos norteamericanos, demócratas, cierran los ojos a este evidente peligro porque favorece a ‘su hombre’. Pero una vez que se da luz verde a la manipulación y a la censura porque produce la situación que deseamos, no podremos quejarnos ni evitarlo cuando esas mismas maniobras se vuelvan en nuestra contra.