Por Gabriela Moreno – Panampost

De ocho años consecutivos con la mortalidad infantil baja –siempre en el mismo rango– se vanagloria el régimen comunista de Cuba dentro y fuera de la isla. Es una jactancia fingida que esconde sus prácticas perversas para impedir que trascienda la manipulación de las estadísticas.

La mortalidad infantil en Cuba es un espejismo. Se mantiene en 5,5 por cada 1000 nacidos vivos desde 2015, similar a la de Canadá (4,9) e inferior a la de Estados Unidos (6,5). El único país de América Latina comparable es Chile, con una tasa de mortalidad infantil de 8,1.

Los números sorprenden y “no deja de ser insólito que un país de los llamados en vías de desarrollo sostenga, contra viento y marea, una tasa de mortalidad infantil que lo ubica entre las primeras 20 naciones del mundo y al frente de la región de las Américas”, cuestiona el Campus Virtual de Cuba. 

Esa no es la única instancia con dudas al respecto. La Academia Oxford confirma en su sección Health Policy and Planning, en un estudio de los economistas Vincent Geloso y Benjamin Powell, junto al profesor de medicina Gilbert Berdine, que “las estadísticas de salud cubanas son defectuosas y los logros en salud son el resultado de métodos represivos”. Unos métodos que ellos identifican con claridad: la reclasificación de muertes neonatales como muertes fetales.

¿Cómo se produce? Cambiando las causales. Por un lado, la mortalidad infantil significa muertes que se producen desde el nacimiento hasta el primer año de vida del niño mientas que la mortalidad neonatal se refiere a las muertes que se producen desde el nacimiento hasta la primera semana de vida del niño. Por otro, la mortalidad fetal ocurre desde la semana vigésima de embarazo hasta justo antes del nacimiento.

De las tres mencionadas, la mortalidad neonatal está incluida en la mortalidad infantil, pero la mortalidad fetal no. De ello se aprovecha el régimen: reclasifica una muerte neonatal como una muerte fetal (esto es, fingir que el niño murió justo antes del parto en lugar de una semana después).

Sin fiscalización de terceros independientes es posible, más cuando “dentro del sistema sanitario cubano, existen fuertes incentivos para realizar este tipo de manipulación estadísticacomo la recompensa a médicos en función de los objetivos cumplidos, y uno de esos objetivos es mantener a raya la mortalidad infantil”.

La evidencia internacional delata la práctica sanitaria comunista. Para los académicos, la ratio entre muertes fetales y muertes neonatales suele oscilar entre 1,04 y 3,03 (también en Latinoamérica). En Cuba, esa ratio se eleva a 6 (es decir, extrañamente, la mortalidad fetal es seis veces superior a la neonatal). Con una corrección de la causal es más que probable la “trampa estadística” —suponiendo una ratio de muertes fetales / neonatales entre 1,04 y 3,03—, la mortalidad infantil de Cuba se ubicaría entre 7,45 y 11,16 por cada 1.000, alrededor del doble de la actual.

Retórica sanitaria

La versión del régimen es distinta porque los aparentes “logros de Cuba en salud infantil se han utilizado para elogiar el sistema de salud creado por la dictadura comunista”, asegura la Fundación Internacional Bases.

Es así. En la página del Ministerio de Salud la noticia más destacada es que “cada inicio de año Cuba reporta una de las tasas de mortalidad infantil más baja del continente, solo comparada con países desarrollados, cifras que no por repetidas dejan de ser trascendentes, pues reflejan la voluntad política del Estado cubano y su sistema de salud por preservar la vida de todas las embarazadas, puérperas e infantes del país.

Al cierre de 2020, la Dirección de Registros Médicos y Estadísticas del Ministerio de Salud Pública refiere como datos preliminares, que en la Isla nacieron 105.030 niños, 4686 menos que el año anterior, y la nación registró una tasa de mortalidad infantil de 4,9 por cada 1000 nacidos vivos, 36 fallecidos menos que el año anterior.

También presumen de que La Habana reporta “la tasa más baja de mortalidad por malformaciones congénitas de la historia” con 0,7 por cada 1000 nacidos vivos al pasar de 6,6 a 6,2 por cada 1000 nacidos vivos, en comparación con el año anterior, y de que la tasa de mortalidad preescolar disminuyó de 3,5 a 2,8 por cada 10000 habitantes de entre uno y cuatro años de edad, con 37 fallecidos menos.

La represión por un fin

Lo que no se lee en estos espacios es que los abortos forzados constituyen otra forma de manipular la mortalidad infantil al coaccionar a las mujeres con embarazos de riesgo a abortar. Si los fetos con mayor riesgo no llegan a nacer, entonces la mortalidad infantil se reduce. Nuevamente, los facultativos cubanos tienen incentivos —y autoridad— para practicar abortos no consentidos por las gestantes; no en vano, Cuba es uno de los países con mayor preponderancia del aborto: se practican 72,8 abortos por cada 100 nacimientos (en contraste, en EE. UU. es de 18,8, y en Suecia de 33,1), según el informe de la Fundación Internacional Bases.

Es una cadena que no termina ahí y las denuncias se multiplican en Twitter.

Detrás hay más. El sobrepeso y la obesidad en la primera infancia alcanzan 17 % y la anemia por déficit de hierro, principalmente en niños y niñas entre 6 y 24 meses, constituye un problema de salud pública.

En ese mismo saldo fatídico destaca que la proporción de mujeres embarazadas con anemia se ubica en más de 20 %.

Para Unicef, cambiar este escenario depende de que “el sistema de salud brinde servicios integrales de calidad; con una oferta de servicios de salud integral, prácticas positivas y comportamientos saludables de crianza. Sólo así tendrán mejores condiciones para sobrevivir y prosperar, incluso en situaciones de emergencia”. Con seis décadas de dictadura las esperanzas se quedan en los vientres.

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