Por Rodrigo Saldarriaga – gaceta.es
La República Popular China ha sabido como sacarle provecho a la desolada Iberosfera, incapaz de contener la voracidad del “dragón rojo” por ser, desde hace doscientos años, una cultura desunida y agobiada por la crisis, la desigualdad y la ceguera geopolítica.
A diferencia de los países anglosajones, encabezados por los Estados Unidos, la Iberosfera no ha logrado recuperar el sitio que le corresponde en la balanza de las relaciones internacionales por haber llegado tarde a las tres primeras revoluciones industriales -y aparentemente también a la cuarta- y no resolver el error que, mientras sus rivales la miden en conjunto, sus integrantes se ven así mismos por separado.
La “diplomacia de las vacunas” -a raíz de la pandemia del covid-19- le abrió a Pekín las puertas para ganar influencia política y seguir afianzando su presencia en la región, estrechando lazos institucionales, vinculándose activamente en el mundo académico -estudios clínicos de la vacuna Sinopharm en universidades públicas y privadas, por ejemplo-, la promoción de la “cultura china” y programas de intercambio para captar a las élites intelectuales y políticas locales.
“China sustenta sus relaciones internacionales a través de dos principios fundamentales: la expansión de su presencia cultural apoyada por la grandiosidad de su economía. Avanzan en todo el mundo a partir de estos pilares. China ya ha exportado su modelo económico y administrativo a los países de África y el sudeste asiático, su periferia más cercana. En el caso de Latinoamérica, están en una primera fase, que es la de impregnación de su cultura, de su soft power, uno diferente al estadounidense. Un soft power de éxito, pero de sumisión al mismo tiempo. Mientras Occidente [Europa y Estados Unidos], en su relación con la periferia, con América Latina, viene con una imposición de cultura, los chinos, al contrario, vienen con una integración decidida a su cultura. Integración no significa un ‘copia y pega’, significa que seamos funcionales a su política, a sus valores. Y cuando hablamos de la influencia cultural china, no hablamos en el sentido de la cultura pop de los estadounidenses. Estamos hablando de la expansión de su sistema de valores. Cualquier negociación política, económica o social de la República Popular China, tiene por delante la salvaguarda y expansión de su cultura. En una segunda o tercera etapa, cuando China consolide su posición de potencia, el país que se relacione mejor con ellos será el que tenga un sistema más parecido, y eso significa que los valores colectivos estarán sobre los valores individuales, que la libertad se subordinará a los intereses del Estado. Y si observamos detenidamente, Latinoamérica está yendo por ese camino”, asegura Juan Carlos Liendo, exjefe del Servicio de Inteligencia del Ejército de Perú (SIE) y especialista en relaciones internacionales, inteligencia y seguridad nacional.
Perú: energía y minas
De acuerdo al ministro de Energía y Minas (Minem) Jaime Gálvez Delgado, el Perú suministra alrededor del 27% del cobre que demanda China, el principal consumidor de este metal -y de zinc- del mundo. Según BNamericas, el país andino no solo es el segundo proveedor de cobre del gigante comunista, también le provee el 19% del zinc que demanda.
Dentro de la cartera de proyectos mineros en el Perú, siete son de capitales chinos, cuyas inversiones superan los US$ 8 mil millones.
En abril de 2020, durante la primera ola del coronavirus, China Yangtze Power Co Ltd (CYP), una subsidiaria de China Three Gorges Corporation, anunció que había completado la adquisición del 83.6% en Luz del Sur -la empresa privada encargada de la distribución de electricidad que atiende la zona sur-este de la capital peruana- por el precio de compra de US 3.59 mil millones de dólares. Luz del Sur posee una participación de mercado del 29% en el Perú, siendo el distribuidor de energía número uno del país.
Esta transacción representa la mayor adquisición de activos de distribución de energía en el extranjero por parte de una empresa china y es una de las transacciones de fusiones y adquisiciones más destacadas a nivel mundial en los últimos años.
El Perú se ha convertido en uno de los destinos preferidos de las inversiones chinas en la región. Durante su participación en un webinar organizado por la Cámara de Comercio Peruano China (Capechi), Liang Yu, embajador de la República Popular China en el Perú, comentó que desde la entrada en vigencia del Tratado de Libre de Comercio (TLC) en 2010, el comercio total entre ambos países ha superado los 150 mil millones de dólares. En una década, la inversión china se ha multiplicado diez veces, abarcando diversos sectores como energía, minería, pesca, silvicultura, finanzas, electricidad e infraestructura.
Como han señalado algunos expertos en relaciones internacionales –Evan Ellis del Colegio de Guerra del Ejército de los Estados Unidos es uno de ellos-, la pandemia del covid-19 le ha dado la oportunidad a China de acelerar sus planes de expansión en América Latina, un continente plagado de instituciones precarias y gobiernos sin políticas de largo plazo. Los chinos conocen bien las debilidades y necesidades del Tercer Mundo, han ensayado previamente el modelo en África y el objetivo es muy parecido: la explotación de los recursos naturales y un preocupante intento por imponer sus costumbres y leyes.
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Financiando a gobiernos de izquierda en Iberoamérica
Durante muchos años, China ha concedido préstamos enormes a los gobiernos de izquierda de Latinoamérica, en especial a los de Ecuador, Brasil, Argentina y sobre todo Venezuela.
Según la Universidad de Boston y la oenegé estadounidense Diálogo Interamericano, Pekín y sus bancos prestaron unos US 1700 millones de dólares al año a América Latina entre 2005 y 2015, no obstante, esa cifra ha ido reduciéndose a la mitad desde 2016 y en 2019 solo alcanzó los US 275 millones. En 2020, no hizo un solo préstamo a ningún país latinoamericano. Las dificultades económicas que atraviesan los países de la región sería la principal razón de este giro.
China estaría replanteando su compromiso financiero, ya no concediendo préstamos de gobierno a gobierno, sino a través de la inversión directa de las empresas chinas en proyectos de infraestructura en los sectores de energía y transporte.
En una entrevista para Deustche Welle, Harold Trinkunas, experto en América Latina de la Universidad de Stanford, asegura que las empresas chinas son los financiadores más atractivos para muchos gobiernos latinoamericanos, a pesar de que a menudo condicionan sus inversiones al uso de equipos y mano de obra chinos, porque a diferencia de los inversionistas occidentales, estos restan importancia a los derechos humanos, la corrupción y la conservación de la naturaleza.
Corsarios chinos depredan el Pacífico sudamericano
Los mares del Perú, Ecuador y Chile -el “Mar del Sur”- son habitualmente asechados por barcos factorías chinos que los depredan ante la pasividad de las autoridades locales, y por supuesto, ante las manos atadas de sus armadas. Estos países, junto a Argentina -cuya costa mira al Atlántico-, se encuentran en la denominada “Ruta del Calamar”, botín de las naves pesqueras asiáticas y de otras nacionalidades.
En setiembre de 2020 saltaron las alarmas al descubrirse la presunta invasión a la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de las islas Galápagos de una flota pesquera, en su mayoría china. Más de 300 buques se asentaron en esas aguas. Luego de numerosos reclamos del gobierno ecuatoriano, la flota abandonó esa ubicación y se estacionó frente a las doscientas millas del mar peruano, en aguas internacionales, generando preocupación en Lima, sobre todo tras una alerta de la embajada de los Estados Unidos en la capital peruana que advertía el peligro de la sobrepesca.
La actividad depredatoria de estas naves es considerable. Alfonso Miranda Eyzaguirre, presidente del Comité de Pesca y Acuicultura de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), aseguró en declaraciones a la Agencia Andina que cada barco de pesca de esta flota tiene en promedio 300 toneladas de bodega. Además, estimó que la pesca de 50 mil toneladas de calamar gigante -también llamado pota- equivale a 85 millones de dólares.
Los chinos parecen estar dispuestos a agotar las poblaciones de peces no solo del sudeste asiático, también de países del Golfo Pérsico, África Occidental y Sudamérica. China dispone, con ventaja frente a sus competidores, de la mayor flota pesquera del mundo, entre 200 mil y 800 mil barcos de pesca, que según Yale School of the Environment, representan casi la mitad de la actividad pesquera mundial.
Los métodos de pesca de los chinos, considerados por expertos del sector como depredadores e insostenibles, no solo ponen en peligro la vida marina, también los medios de vida de los pescadores locales. Los Estados Unidos consideran al país comunista como el mayor responsable de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada del mundo, así como el mayor subvencionador de estas prácticas.
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En declaraciones al portal estadounidense Axios, la directora general de la consultora China Ocean Institute y profesora afiliada de la Universidad de Washington, Tabitha Mallory, explicó que “los líderes de China ven las flotas de aguas lejanas como una forma de proyectar su presencia en todo el mundo”.
“El objetivo es estar presentes en todos los océanos del mundo para poder dirigir los resultados de los acuerdos internacionales que cubren los recursos marítimos”, dijo.