Por Julio M. Shiling – elamerican.com
El capitalismo woke es una amenaza para la democracia americana. Ya es bastante horroroso que las Big Tech y los medios de comunicación industriales estén censurando el pensamiento conservador y editorializando el discurso dentro del dominio público, en un clima político hostil en el que el régimen de Biden-Harris está pastoreando radicalmente una avalancha de políticas antiliberales, preludio del autoritarismo.
Las grandes empresas, que en su día fueron un distintivo del dinámico sistema de libre empresa americano, han sido cooptadas por la izquierda y son hoy uno de sus activistas más radicales.
“Woke” es un término vernáculo (jerga de la calle) inventado por la izquierda para comunicar un estado de conciencia de la “injusticia social” percibida, tal como se define en el bagaje de la Teoría Crítica (TC) del neomarxismo de las reivindicaciones de la política de identidad. Ha ganado notoriedad desde que el movimiento marxista Black Lives Matter (BLM) adaptó la verborrea, así como otros grupos de acción de la TC.
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El capitalismo Woke
Cuando el término se aplica a las empresas, identifica la politización de la política comercial a lo largo de las líneas ideológicas, en concreto, la visión del mundo del marxismo cultural importada de los pensadores alemanes de la Escuela de Frankfurt comunista y posteriormente elaborada por filósofos postmodernos franceses como Michel Foucault, Jacques Derrida y Jean-François Lyotard.
Algunos, como el profesor jubilado de la Universidad de Nueva York, Michael Rectenwald, prefieren denominar esta marca de práctica comercial ideologizada como “socialismo corporativo”, o “capitalismo con características chinas”. A efectos prácticos, significan lo mismo: las grandes empresas privadas promueven variantes de acción marxistas, apuntaladas por sistemas de creencias de TC, como parte de su política corporativa. El concepto estructural de las entidades comerciales basadas en los accionistas y calibradas por las partes interesadas se desnaturaliza groseramente cuando pasan a ser, en la práctica, empresas estatales de regímenes fascistas o comunistas.
Además de destruir la economía de mercado genuina, competitiva y centrada en la libre empresa, el capitalismo woke está poniendo en riesgo la democracia en Estados Unidos. El papel intrínseco que desempeña la sociedad civil en el esquema político de soberanía popular que llamamos democracia, se ahoga cuando las empresas privadas asumen el papel de actores políticos partidistas. Se trata de una crisis sistémica.
Igualmente, esta práctica convierte potencialmente a los accionistas directos y a los indirectos, a través de las inversiones en fondos de inversión, en potenciales cómplices de la ejecución de políticas que no suscriben. Cuando el resultado final de las empresas es la adhesión ideológica y no el beneficio, las grandes empresas se han transfigurado en emporios comerciales similares a los de las entidades dirigidas por el Estado en los sistemas totalitarios.
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Dos tercios de las mayores empresas americanas, dentro del Standard & Poor’s 500, han hecho declaraciones de apoyo al movimiento comunista BLM en 2020, como informó MarketWatch. Se multiplican los ejemplos de comportamiento servil de las empresas o de sus directores ejecutivos (CEO). La Civic Alliance, una coalición empresarial que sirve a las causas de extrema izquierda, ha conseguido más de doscientos apoyos corporativos y/o firmas de los principales CEO’s en el esfuerzo por desafiar las leyes de integridad de los votantes, basadas en interpretaciones sesgadas de la “supresión de votantes”.
Black Economic Alliance, otro grupo activista político de izquierda, afirma que ha reunido el apoyo de más de quinientas empresas y directores generales para el esfuerzo de “oponerse” a las iniciativas en 47 estados que buscan limitar el fraude electoral.
Los americanos están conscientes de la incursión de las grandes empresas en el terreno político. Parece que la percepción del público de este activismo comercial de izquierdas, que promueve la ideología en lugar de mejores productos y servicios, ha hecho que las corporaciones obtengan una marca de récord de pésima confianza del 19 %, según una encuesta de Gallup de 2020. Entre los republicanos, el nivel de confianza es aún más sombrío, un 26 % menos desde 2020, según el gigante de las encuestas.
El factor moralmente inexplicable que empaña cualquier preocupación expresada sobre supuestas injusticias por parte del capitalismo woke, es su indiferencia grotesca hacia los crímenes de lesa humanidad cometidos en los países comunistas donde hacen negocios. Este doble estándar ético contradictorio, en el que las reclamaciones no probadas de la posible interferencia de los votantes contra los americanos negros hacen que los Estados Unidos corporativa de izquierda le declare la guerra a los estados, las empresas no-woke o los individuos que consideran que van en contra de los principios de la TC de inspiración marxista, es atroz.
Apple, Disney, Amazon y la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA) son sólo algunas de las principales marcas que se asocian con el régimen comunista chino para hacer negocios. Todas las corporaciones mencionadas no tienen culpa alguna por apoyar a una dictadura comunista que tortura sistemáticamente y está plagada de campos de concentración donde se cometen los crímenes más atroces. Ni un pitido de remordimiento de conciencia por colaborar con verdaderos opresores.
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Las Grandes Ligas de Béisbol (MLB) no tuvo ningún problema en promover partidos de béisbol en Cuba, lugar donde un Estado tiránico marxista-leninista de 62 años ha suprimido todos los derechos básicos de los cubanos de cualquier color de piel. La MLB, abrazando el dogma comunista de la Teoría Crítica de la Raza, ha boicoteado a Georgia por defender unas elecciones limpias.
Los negocios y la política solo se mezclan de forma natural en los regímenes totalitarios. En una democracia, no hay lugar para las entidades empresariales políticamente activas. Eso es el capitalismo de Estado. La mezcla de comercio e ideología conspira contra la libertad. El capitalismo woke debe ser detenido. Combinado con el poder de las Big Tech, los medios de comunicación industriales y el control de la izquierda sobre el Poder Ejecutivo y la cuasi dominación del Poder Legislativo, hay que frenar a las grandes empresas ¡Que comiencen los boicots!