Jorge Soley – Actuall.com

Aunque nos las damos de auténticos y transparentes, a poco que uno observe con atención la realidad que nos rodea descubrirá que vivimos en tiempos de hipocresía generalizada. Nos han convencido de que eso de la hipocresía es algo de los antiguos, de los victorianos, pero lo cierto es que nuestra época no le va a la zaga a ninguna otra. Un ejemplo, trágico, servirá para demostrarlo.

Nos referimos a los niños con síndrome de Down. Los famosos se fotografían con estos niños en calendarios benéficos y hay incluso marcas de ropa infantil que incluyen a niños con síndrome de Down entre sus modelos. ¡Qué monos son!… eso sí, de lejos, porque si resulta que detectamos que el hijo que va a nacer tiene síndrome de Down (y ya no se nos escapa ninguno) lo eliminamos sin pestañear.

En Estados Unidos son ya el 67% de los niños con síndrome de Down los que son asesinados antes de nacer. En Europa, tierra de progreso, vamos muy por delante: más del 90% son abortados en Italia, Alemania, Francia, Suiza, Inglaterra o Bélgica. En Dinamarca ya han llegado al 98%. En España no he encontrado datos oficiales, pero un estudio de Down España cifraba en un 96% los niños down abortados… ¡en 2009! En la actualidad, la misma organización estima que el porcentaje está cerca del 100%.

«Mientras en Europa el silencio es casi total sobre este tema tabú, en Estados Unidos hay algunas reacciones»

Pero los más ‘avanzados’ son los islandeses: a los simpáticos vikingos no se les escapa ni un solo niño Down; el 100% ha sido interceptado y eliminado, consiguiendo así una sociedad libre de este tipo de niños. Islandia es el avance del mundo al que nos dirigimos: un mundo “libre” de niños con síndrome de down.

Mientras en Europa el silencio es casi total sobre este tema tabú, en Estados Unidos hay algunas reacciones. En diciembre de 2017 el gobernador de Ohio, John Kasich, decretó la “Down Syndrome Non-discrimination Act, por la que se prohibía el aborto de los niños Down. Tres meses después, en marzo de este año, el juez Timothy Black detuvo su aplicación. Ahora la batalla legal se resolverá en instancias superiores. Lo mismo ha ocurrido en Indiana y Luisiana. Solamente en Dakota del Norte ha entrado en vigor una ley de este tipo.

Son algunas de las resistencias, pequeñas y limitadas pero valerosas, a lo que bien puede llamarse “genocidio de los Down”. Si genocidio es “cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo  nacional, étnico, racial o religioso como tal”, basta añadir a los rasgos que determinan al grupo el de “cromosómico” para que la definición encaje a la perfección. Porque a lo que estamos asistiendo, en medio de calendarios benéficos y selfies de famosos, es a unos actos de detección y aborto muy eficaces encaminados a la desaparición de los niños con síndrome de Down.

Al acabar la Segunda Guerra Mundial el mundo entero se horrorizó al tomar conciencia plena de los planes eugenésicos aplicados salvajemente por Hitler (aunque la eugenesia no era un invento nazi, como cualquiera que haya leído a Chesterton en sus ataques a los eugenésicos ingleses de principios del siglo XX sabe). Hoy, la eugenesia ha regresado, sin hacer ruido, con cara de no haber roto un plato, incluso de abnegada filantropía, pero el resultado es el mismo: el exterminio de un tipo de seres humanos, en este caso los que tienen un cromosoma de más, con los que no deseamos convivir.

El postureo de tantos no debería ocultar la gravedad de esta tragedia que está ocurriendo ante nuestros ojos y ante la que casi todo el mundo calla.

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