No están locos, aunque lo parezcan. Son simples fanáticos con un objetivo definido y claro: el cambio social. Lo que están haciendo los profesores de la izquierda militante en las Universidades y en las escuelas occidentales con la «cultura de la cancelación» es destruir el canon cultural y literario occidental para hacer tabla rasa de una cultura a la que consideran racista, capitalista, machista, homófoba, contaminante, etc etc etc Son los efectos del llamado marxismo cultural.
La condenan de la lectura de ciertos libros, la alteración de su contenido original o su supresión de los planes de estudios en las escuelas y universidades se está convirtiendo en una triste costumbre y casi en una constante. Los profesores se comportan, por razones ideológicas, como analfabetos. La Letra Escarlata de Hawthorne, Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain o La Odisea de Homero, por poner solo algunos ejemplos, han sido víctimas de esas prácticas. La factoría Disney ha revisado también todas sus películas de dibujos animados para alterar diálogos, suprimir colores o eliminar escenas que se aparten del nuevo canon antropológico impuesto por la izquierda.
Atrás quedan, demasiados groseras, las quemas de libros de la plaza de la Ópera de Berlin y otras 21 ciudades universitarias alemanas durante el nacional-socialismo. Por cierto, estas quemas eran también protagonizadas por estudiantes y profesores vigilantes y puros, que expulsaban al ostracismo a los autores contaminados o poco afines. Hoy la quema es virtual: se cancelan las obras. Pero el efecto es el mismo: el ostracismo.
Por supuesto, los nuevos savonarolas no hablan ahora “de prohibición” sino de cancelar libros o escenas o alterar redacciones para no ofender a algo o alguien que solo ellos mismos valoran.
A fines del Enero, una maestra de secundaria de Massachusetts se jactó en las redes sociales de que estaba: “¡Muy orgullosa de decir que eliminamos la Odisea del plan de estudios este año!”
En su opinión, Homero, y sus obras, eran culpables de “complacer y difundir el sexismo, el racismo, el capacitismo y el centrismo occidental”. Llegó a la conclusión de que cancelar los clásicos parecía ser la forma más eficaz de asegurarse de que la generación joven de hoy no pudiera ser envenenada por los “pecados políticamente incorrectos» de Ulises, Menelao y Príamo. Allá ellos.
Junto con Homero, otros pesos pesados literarios y artísticos, incluidos Shakespeare o Cervantes, han sido atacados regularmente por esta invasión de moralistas fanatizados que ignoran por completo los conceptos de tiempo y contexto y son incapaces de leer la obra de un clásico sin perturbadores prejuicios ideológicos.
La lógica de la cancelación es propia de todos los regímenes totalitarios. El mundo cultural, académico y político de la Unión Soviética consideró el Doctor Zhivago Boris Pasternak como una obra subversiva y antisoviética. La prensa estatal fue tan atroz en este punto que terminó provocando un chiste que corrió como la pólvora: “No he leído a Pasternak, pero lo condeno”.
Ahora, los estudiantes de la escuela de secundaria de Massachusetts, ya pueden decir, con pleno desconocimiento de causa: «No he leído a Homero, pero lo condeno».
Fuente: rebelionenlagranja.com