Por Marcelo Duclos
Si algo permitió al kirchnerismo generar tanto destrozo en la vapuleada economía nacional durante la pandemia y la cuarentena fue la actitud complaciente de una tibia oposición, que avaló todas las cuestiones de fondo que el oficialismo planteaba. Mientras en Argentina desaparecieron las libertades individuales más básicas, el espacio de Juntos por el Cambio, que mantiene el poder en distintos lugares del país, fue absolutamente cómplice de todos los atropellos. Ahora, en medio de los anuncios de nuevas restricciones, un ministro de Larreta brindó un bochornoso reportaje donde trató de mostrar como normal la supuesta locura que se vive en su domicilio particular.
“Con mis hijos no nos damos besos, no nos abrazamos”, dijo orgulloso Fernán Quirós, titular del ministerio de Salud de Horacio Rodríguez Larreta. El funcionario, buscando mostrar la ejemplaridad que su cargo demanda, aseguró que con su familia comparten “la emocionalidad, con un metro de aire en el medio”. Pero cuando parecía que la cosa no se podía poner más bizarra, Quirós dejó en claro que el macrismo municipal siempre puede superarse.
Aunque parezca difícil de creer, el ministro comentó, con una sonrisa pícara, como si comentara una cuestionable infidencia, que su mujer, a la que le cuesta mucho no abrazar a sus hijos, “a veces le pone dos sábanas arriba a uno y lo abraza”.
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Esta mañana escuché este segmento de la entrevista en un viaje en Uber, por lo que me olvidé de la radio y puse mis ojos en el conductor, con el que había discutido amablemente minutos antes sobre la utilidad del tapabocas. Siguió manejando, como si nada. No pude contenerme y le pregunté: “¿Vos escuchaste lo que acaba de decir ese ministro?”. Su respuesta me dejó en claro que estamos en problemas. “Si, le tiene que poner una sábana… Terrible. Es que ahora está la nueva cepa esta… ¿Cómo se llama….? ¿Servirá la vacuna para esta nueva?”. Me indignó la falta de indignación. Evidentemente, para muchos argentinos, un ministro puede decir estas barbaridades y no pasa absolutamente nada. El país ya ha normalizado lo inaceptable y lo cierto es que ni el kirchnerismo se animó a tanto.
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Para Quirós ya no alcanza con resguardar a los ancianos y a los que sufren enfermedades crónicas o comorbilidades. Para el ministro de Larreta, los hijos, que volvieron a la escuela, ya tienen que comer en otra mesa, como hacen ellos. Como si todos tuvieran varios ambientes con diversas mesas. Cuando se dio cuenta lo que había dicho, propuso un plan alternativo para los espacios reducidos: desayunos, almuerzos y cenas en tandas. Por un lado los padres y luego los hijos. Ah, y barbijo dentro de la casa, claro.
Afortunadamente las redes sociales han reaccionado, aunque sea levemente, a toda esta locura. Si los argentinos, y muchos ciudadanos de otros países del mundo, no ponen un freno a tiempo, podría ser demasiado tarde. Procuremos que el coronavirus, además de sus víctimas, no deje un estatismo controlador agobiante y poblaciones mansas, dispuestas a acatar cualquier atrocidad liberticida de la clase política en general. La cuestión ya excede lo legal y se debate en el ámbito de lo cultural.
Fuente: panampost.com