Por Daniel Chang
El jueves, el Gobierno chino impuso sanciones a cinco parlamentarios del Reino Unido que se han manifestado en contra de las violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen chino contra la minoría uigur de la provincia de Xinjiang. Esto se produce días después de que el Gobierno de Boris Johnson, en cooperación con la Unión Europea (UE), Estados Unidos y Canadá, aplicara sanciones contra varios funcionarios del Gobierno chino por ser «autores de graves violaciones de los derechos humanos».
Las sanciones de Pekín prohíben a los cinco Members of the Parliament (MP) entrar en China, Hong Kong o Macao, al tiempo que ordenan la congelación inmediata de cualquier activo que los políticos puedan tener en China y prohíben que cualquier ciudadano chino realice actividades comerciales con ellos. Dos de los MP sancionados, Tom Tugendhat y Neil O’Brien, dirigen el Grupo de Investigación sobre China en el Parlamento, que se dedica a debatir las formas en que el Gobierno británico puede hacer frente al creciente ascenso de China.
Según la Embajada de China en el Reino Unido, estas sanciones se impusieron porque estos políticos «difundieron maliciosamente desinformación y mentiras», al tiempo que condenaron las sanciones impuestas por los países occidentales como «flagrantes violaciones del derecho internacional».
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El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, expresó inmediatamente su apoyo y solidaridad a los MP sancionados. Johnson expresó que los ciudadanos que han sido sancionados por criticar los terribles abusos de los derechos humanos que se producen en la provincia de Xinjiang desempeñan un «papel vital» a la hora de poner de manifiesto las condiciones de la población uigur y que él «está firmemente con ellos».
El China Research Group también emitió un comunicado en el que defendía el trabajo realizado por su grupo y calificaba de «siniestras» las acciones emprendidas por China, al tiempo que advertía sobre la actitud hostil que Pekín está mostrando contra cualquier entidad que exprese críticas hacia las acciones del Partido Comunista de China (PCCh). Afirmando que, aunque los miembros sancionados no se verán muy afectados por las sanciones, el PCCh está utilizando estas acciones punitivas como una forma de advertirles a las empresas occidentales sobre las consecuencias de contradecir a Xi Jinping.
La crisis de Hong Kong
Aunque es la primera vez que el Gobierno chino decide sancionar directamente a los cargos electos británicos, no se trata de un episodio aislado, sino de la última pelea diplomática en la relación cada vez más adversa entre China y el Reino Unido.
El abismo diplomático entre ambas naciones ha crecido significativamente debido a la actual crisis política en Hong Kong, donde el Reino Unido juega un papel fundamental como una de las partes firmantes del tratado internacional que selló la devolución de la isla a China y estableció el estatus político de autodeterminación y autonomía que la había caracterizado durante las últimas décadas.
El Gobierno británico había mostrado repetidamente su preocupación por la creciente influencia de Pekín en el proceso político interno de la ciudad, y las tensiones llegaron a un punto de ebullición el año pasado, cuando en junio el PCCh decidió imponer su criticada Ley de Seguridad Nacional.
Como respuesta, el Reino Unido decidió ampliar la emisión de pasaportes nacionales británicos de ultramar (BNO), abriendo a hasta 2.5 millones de ciudadanos de Hong Kong una vía legal para que puedan viajar, vivir y estudiar en el Reino Unido. China ha respondido diciendo que dejará de reconocer esos pasaportes como documentos válidos, ya que «infringiría gravemente» la soberanía del PCCh e «interferiría en los asuntos de Hong Kong».
El tema de Hong Kong no ha sido el único en el que el 10 de Downing Street está en desacuerdo con las autoridades del Politburó del PCCh, ya que la decisión del Gobierno en 2020 de suspender al gigante tecnológico chino Huawei para implantar la tecnología 5G en el país supuso un punto de inflexión en las crecientes tensiones y recelos entre ambas naciones.
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La decisión sobre el 5G, que llegó tras muchas presiones de la administración de Donald Trump que obligaron a Johnson a cambiar de opinión, es una muestra de la creciente preocupación de muchas naciones occidentales por las amenazas a la seguridad que representa el ascenso económico de China. Un hecho que sin duda ha captado la atención de los políticos de Pekín, que quiere imponerse como un actor más decisivo en el mundo.
Cooperación y confrontación
El Reino Unido no pretende establecer un ciclo perpetuo de desconfianza y conflicto entre ellos y la segunda economía más grande del mundo, especialmente porque Gran Bretaña buscaría el comercio en todas partes después del Brexit. El enfoque de Johnson hacia Pekín es el de reconocer los muchos retos que el aumento de la influencia china puede suponer para el orden mundial liberal establecido tras la guerra fría, al tiempo que entiende que debe haber algunas áreas en las que se prefiera la cooperación.
Esta estrategia quedó claramente esbozada en la Integrated Review anual publicada por el Gobierno británico a principios de este mes, donde se enmarcan los objetivos que el país debe perseguir en su relación con China, como los siguientes: mejorar sus capacidades «de cara a China» para garantizar la defensa del interés y los valores nacionales; mantener una relación comercial productiva y aspirar a la cooperación con Pekín en cuestiones como el cambio climático.
Este enfoque mixto de confrontación y cooperación no es el único que sigue el Reino Unido, ya que el secretario de Estado americano Antony Blinken indicó una estrategia similar en sus declaraciones tras la cumbre de Alaska con funcionarios de Pekín. Blinken dijo que las relaciones entre Estados Unidos y China serían «competitivas cuando deban serlo, de colaboración cuando puedan serlo y de confrontación cuando deban serlo», lo cual es un tono muy similar al escrito en el Integrated Review del Reino Unido.
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Tanto Estados Unidos como el Reino Unido pretenden mantener una relación comercial algo productiva con China, al tiempo que se enfrentan al PCCh en los aspectos básicos que son fundamentales para el orden internacional.
Sin embargo, como lo demuestra el resto de la polémica reunión de Anchorage y las sanciones del jueves pasado a los políticos británicos, encontrar ese equilibrio dorado entre competencia, confrontación, beneficio económico mutuo y cooperación puede ser mucho más fácil de decir que de hacer.
Fuente: elamerican.com