Por Rafael Valera
Por si no lo sabía, en menos de dos décadas se puede adoctrinar una generación entera, decía el desertor de la KGB Yury Bezmenov. Él sí que debía saber al respecto, que escapó de la fábrica de militantes comunistas más grande de la historia, conocida antes como la Unión Soviética. Su entrevista que está en YouTube, puede buscarla sin problemas y le aseguro: se quedará sorprendido.
Pero, ¿cómo era la vida de los niños en la Unión Soviética? Bueno, no era precisamente Disney World. Durante décadas, cientos de miles de niños quedaron huérfanos por el hambre que la gran revolución bolchevique dejó; miles de niñas se prostituyeron, y otros miles más se volvieron criminales.
Pero también gran parte de la juventud soviética fue fuertemente adoctrinada.
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La Universidad de Boston tiene un módulo llamado Historia Guiada que presentó un texto llamado “El Culto Soviético de la Infancia” donde explican que los niños “representaban para el Partido la promesa del futuro socialista”.
“Para que la revolución marxista internacional tuviera éxito”, dicen, “los jóvenes debían ser tratados bien y educados políticamente”. Desde luego que, por “educados” se referían a lavarles el cerebro con propaganda y por “tratarlos bien” querían, en realidad, disciplinarlos como militantes ciegos.
A los niños soviéticos se les enseñó a priorizar el comunismo por encima de todo, y se les daba poco tiempo libre, ocupándoles con actividades del partido. Es decir, los niños soviéticos estaban bajo constante exposición a propaganda estatal y a lo que el camarada líder mandara.
Y si el niño no obedecía, seguramente le daban un boleto especial para probar cuánto resistía en el frío de Siberia.
Ustedes dirán: ¡qué horrible! ¡Menos mal que se acabó eso! —yo que usted lo pensaría dos veces antes de decirlo.
Actualmente vemos que en el hermoso mundo de los productos infantiles, esa misma exposición a la propaganda y a la disciplina totalitaria está. No por fuerza estatal, no por fuerza del Partido Comunista; no, eso quedó en la Guerra Fría.
Lo vemos en las grandes marcas del mercado global, muchas de las cuales están en la vida de los niños desde hace generaciones. Está en las de ahora, estuvo en la mía, y en las que me precedieron y te precedieron a ti. Oreo diciéndole a los niños que la gente trans existe, Cartoon Network promoviendo a Black Lives Matter, Nick exponiéndolos a la agenda LGBT.
Antes era solo la galleta, las conversaciones eran sobre si la de vainilla era mejor que la de chocolate. O si tal caricatura era mejor que la otra, o hasta qué hora uno se quedaba pegado al televisor para ver una caricatura especial y comentar el día siguiente.
Ahora tus galletas decretan que si no estás de acuerdo con lo que dicen, tu hijo, de 9 o 10 años, es un transfóbico. Y dudo que los niños sepan qué es un trans o qué es ser transfóbico. Nosotros todavía estamos preguntándonos qué significa.
Pero si por desgracia tus niños han sido expuestos a ese tipo de propaganda, el gobierno ya está preparado para acogerlos. El nominado a secretario adjunto del Departamento de Salud propone el “cambio” de sexo infantil. En El American hemos reportado cómo Rachel Levine defiende el tratamiento químico radical sobre los cuerpos de los niños para supuestamente cambiarlos de sexo.
En una audiencia de confirmación no negó que estaba a favor de que el gobierno mutilara forzosamente los genitales de los niños por encima del consentimiento de sus propios padres.
Y sabrán que en política, lo que no se dice, es tan importante como lo que se dice.
Pero si eso no les aterra, quizá esto sí. Recientes estudios revelan que por la pandemia, casos de sobredosis de droga subieron 119 % y los casos de autolesión subieron en un 100 % en los jóvenes en abril de 2020.
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Los niños son ahora diez veces más propensos a morir por suicidio que por coronavirus.
La educación de la llamada “nueva normalidad” más que educar a los niños, los vuelve más propensos a matarse a sí mismos.
Esto es lo que las élites están provocando y lo que sin duda están buscando. Deprimir a tus niños; deprimirlos y desmotivarlos. Provocarles problemas psicológicos. Así, son más fáciles de controlar. Con una mente enferma, probablemente dependiendo de medicamentos y de drogas, no tendrán mayores aspiraciones que simplemente sobrevivir.
Y esa es la fórmula perfecta para que los déspotas dominen. El Partido Comunista de China ya está dentro de las escuelas americanas. Todavía no sabemos en qué escuelas de otros países están los comunistas, pero sabemos que las ratas son especiales en propagarse rápido.
La dominación no se logra controlando a los que están, sino también a los que estarán. Dándoles educación controlada por el Partido Comunista, las Big Tech enseñándoles qué deben y que no deben decir, el gobierno deprimiéndolos y llevándolos al borde del suicidio y la sobredosis con los confinamientos.
Los jóvenes están listos para ser la mano de obra y el nuevo electorado del mundo Woke.
Fuente: elamerican.com