Por Raúl Tortolero

Atacar a la Cristiandad es atacar los cimientos de Occidente. José Sánchez del Río fue un niño mexicano que hoy es un ícono de heroicidad y defensa de la libertad religiosa, a quien el gobierno mexicano le rebanó las plantas de los pies y acribilló cruelmente, sólo por ser católico y no querer renegar de su fe.

Murió al grito de “Viva Cristo Rey”, el grito de guerra de los cristeros, los miembros del movimiento en la primera guerra de carácter religioso en el continente americano, en el siglo XX.

El movimiento Cristero encuentra hoy un renacimiento, y no sólo en México, porque el catolicismo está bajo ataque en toda América Latina, España, Francia, Asia, y África. No hay continente donde hoy no sean atacados los cristianos, debido a su fe.

En México está tomando fuerza el Movimiento Social Viva Cristo Rey, que busca crear instituciones con los valores del Evangelio, defender la vida, cristianizar la política y no hacer de ella un instrumento para acumular dinero y poder terrenal, sino para servir al prójimo. Los partidos en México se están quedando atrás de los laicos en lucha con valores.

El globalismo promueve la falsa religión del dinero y le estorban los valores tradicionales para instaurar su nuevo orden mundial y su gobierno mundial. Ha creado el caldo de cultivo perfecto para desterrar los valores cristianos. Sin embargo, en Estados Unidos hay al menos 74 millones de personas que votaron por Donald Trump y por la defensa de la religión.

El 10 de febrero de 1928, hace justo 93 años, José Sánchez del Río era un muchacho de 14 años que estaba siendo torturado y fue finalmente asesinado por defender su fe católica, a manos de las infames tropas del Ejército del presidente Plutarco Elías Calles.

Ocurría la Guerra Cristera (1926 a 1929) en la que el gobierno mexicano perseguía a los católicos, que por supuesto se oponían a la llamada Ley Calles, que limitaba la práctica del culto y despojaba de sus derechos a las iglesias. Este conflicto armado arrojó cerca de 250.000 muertos, sumando los de ambas partes.

José Sánchez del Río nació en Sahuayo, Michoacán, un estado al sur de México, el 28 de marzo de 1913.  Ahora es un mártir, un santo de la Iglesia Católica, ya que fue canonizado por el papa Francisco el 16 de octubre de 2016.

La libertad religiosa es un derecho humano consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas en 1948, que en su artículo 18 dice: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.

La libertad religiosa en el mundo sufre cada día mayores golpes, sobre todo en regímenes autoritarios. Cristianos son asesinados en diversas zonas.

Según el reporte anual 2020 de la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional, creada hace 22 años por el Departamento de Estado de los Estados Unidos para asesorar al Congreso, los países sobre los que hay mayor preocupación, son, principalmente: China, Irán, India, Pakistán, Corea del Norte, Siria, Arabia Saudita, Rusia, Vietnam.

Entre los países que el Departamento de Estado tiene en especial vigilancia, se encuentran: Cuba, Nicaragua, Afganistán, Irak, Egipto, Turquía, Malasia, Sudán.

Desmedidos ataques a la Iglesia

De acuerdo con el Informe de Libertad Religiosa elaborado por la Iglesia Católica, la violencia religiosa sigue siendo grave.

En México recientemente han sido asesinados muchos sacerdotes. El padre Luis López fue asesinado el 5 de julio de 2017 en su parroquia de la diócesis de Nezahualcóyotl, en el estado de México, cerca de la capital. A su vez, el padre José Miguel Machorro fue apuñalado en plena celebración de la misa, el 15 de mayo de 2017 en la Catedral Metropolitana. Falleció en agosto de ese año.

De la misma forma, el 4 de febrero de 2018, el padre Germain Muñiz, de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, y el padre Iván Añorve, de la diócesis de Acapulco, fueron asesinados mientras conducían un auto en la carretera federal Iguala-Taxco, en el estado sureño de Guerrero, relata el documento.

En abril de 2018 fueron asesinados tres sacerdotes más. El padre Rubén Alcántara, de la diócesis de Izcalli, Estado de México, el 19 de abril fue agredido en su parroquia; el 21 de abril, el padre Juan Miguel, de la arquidiócesis de Guadalajara, Jalisco, fue alcanzado en su parroquia por hombres armados. Asimismo, el padre José Moisés, de la arquidiócesis de México, en el estado de Morelos, fue hallado muerto el 27 de abril, luego del secuestro denunciado por su familia. Y así como estos, hay más casos.

En Estados Unidos, un informe sobre delitos de odio, elaborado por el FBI, arroja que en 2016 se registraron 1538 delitos de odio motivados por la violencia religiosa. El 55 % de estos delitos se clasificaron como antijudíos, y aproximadamente el 25 % como antimusulmanes.

En ese informe se reconoce el aporte de la administración Trump para la libertad religiosa, con un decreto presidencial que ordenó al fiscal general elaborar orientaciones especiales para la interpretación de la libertad religiosa en la ley federal.

Así, se incluyeron 20 principios para ser aplicados por los organismos administrativos y los departamentos ejecutivos para garantizar los derechos humanos, las libertades religiosas de los estadounidenses.

Trump también ordenó la apertura de una División de Libertad Religiosa y de Conciencia en el Departamento de Salud y Servicios Humanos. La dirección web de la Casa Blanca donde se detallaba esta información, ha sido “eliminada” de internet.

Durante 2018, en Francia, según ha señalado el Ministerio del Interior, hubo 1,063 actos anticristianos, y 541 actos antisemitas. Muchos de los ataques a los templos en ese país y en muchos más, son atribuidos a la extrema izquierda, esa que es atea, marxista, globalista, que promueve la división de la familia natural y la ideología de género.

En 2020 fuimos testigos de muchos templos católicos incendiados, destruidos por la intolerancia a la libertad de culto, o de plano como absurda protesta contra los símbolos fundacionales de Occidente. En Niza, Francia, el pasado 29 de octubre de 2020, atacaron con cuchillo a los que oraban en un templo cercano a Notre dame, y decapitaron a una mujer. Una salvajada que no puede pasarse por alto. En Xalapa, la capital de Veracruz, estado costeño de México, fueron vandalizadas varias iglesias con pintas contra el clero.

En Santiago de Chile fueron quemadas dos iglesias en octubre de 2020, durante protestas de la izquierda. Los ataques fueron condenados por el presidente Sebastián Piñera.

Los católicos debemos despertar y estar dispuestos a defender la libertad religiosa. Justo un 10 de febrero como hoy, pero de 1928, el niño José Sánchez del Río fue llevado de la parroquia donde lo tenían preso hacia su muerte.

La historia queda retratada en la película “Cristiada”, dirigida por Dean Wright y protagonizada por Andy García como el General Enrique Gorostieta Velarde, Rubén Blades como el nefasto Plutarco Elías Calles, y Mauricio Kuri como el glorioso niño mártir José Sánchez del Río.

El muchacho José —uno muy distinto a muchos de hoy que carecen de valores firmes y sufren el relativismo posmoderno, confundidos y sin sentido de vida—, fue puesto a un paso del hoyo en la tierra donde sería arrojado luego de haberle desollado las plantas de los pies, de ahorcarlo y darle un balazo en la sien.
Antes, el 6 de febrero, había enviado una carta a su madre:

“Querida mamá: Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pero no importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis hermanos que sigan el ejemplo que les dejó su hermano el más chico. Y tú haz la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Saluda a todos por última vez. Y tú, recibe el corazón de tu hijo, que tanto te quiere y, verte, antes de morir, deseaba”.

Rezando y llorando, nunca se desdijo de su fe, que es lo que le pedían sus captores para dejarlo ir. Pero él prefirió morir. Justo antes de fallecer, uno de ellos le preguntó qué deseaba que le dijera a sus padres. José respondió: “Que viva Cristo Rey”.

Fuente: panampost.com

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