Una de las secuelas de la ola de histeria ha sido la imposición de un nuevo tipo de censura que se suma a las que ya existían. Esta censura significa la liquidación de un principio médico secular: la posibilidad de obtener una “segunda opinión”.
En lo sucesivo ya no habrá “segundas opiniones”; el mundo deberá conformarse con la primera, convertida en única. La medicina, que históricamente fue un terreno abonado para la proliferación de escuelas y prácticas terapéuticas diferentes, se ha fosilizado en un “corpus” de doctrinas avaladas por el poder político, por quienes fungen como “autoridad científica” y, finalmente, por los grandes monopolios digitales.
Lo ha advertido expresamente Twitter, que esta semana estrecha el dogal de la censura en materia de salud pública en su más amplio sentido, que va desde los virus, hasta las enfermedades, pasando por las vacunas y los reglamentos jurídicos que aprueben los gobiernos.
Las redes sociales se convertirán en el sustituto de la telebasura. Sólo se admiten contenidos anodinos y repeticiones de las circulares ministeriales.
A partir de hoy la censura se convertirá en una tarea prioritaria, dice Twitter, y consistirá en eliminar “información engañosa sobre la vacunación”. Pronto empezarán a etiquetar los mensajes, quedando los verídicos a un lado y los falsos al otro.
Después de lograr separar la verdad de la mentira, la humanidad se puede dar por satisfecha. Uno de nuestros grandes sueños se ha cumplido por fin y para ello no sólo surgirá una legión de amanuenses que, como en los tiempos de franquismo, se encargarán de leer los contenidos y tachar unos con el lápiz rojo y los otros con el verde, sino que las empresas tecnológicas contarán con la ayuda de eso que llaman “inteligencia artificial”.
“El mayor peligro potencial para la salud y el bienestar humanos”, dice Twitter, no son las vacunas ni la industria farmacéutica, sino las mentiras, que la red social se encargará de separar de las informaciones verídicas, que son aquellas que tienen una sanción oficial, un membrete de autenticidad.
El elenco de mentiras se amplía con los “rumores”, que tampoco tendrán cabida, las “opiniones controvertidas” y las informaciones “fuera de contexto”. Los censores de Twitter se encargarán de suministrar un “contexto adicional” a la información que introduzcan los usuarios para “completarla”.
Twitter llevará a cabo la censura “en estrecha consulta con las autoridades de salud pública”, lo que convierte a las redes sociales en una prolongación del poder político, casi a la misma altura que el Boletín Oficial del Estado.
No habrá “segundas opiniones” en la medicina y pronto en ningún otro asunto. En el mundo del futuro solo podrán opinar los “expertos” de la tele.
Fuente: mpr21