Traducido de beforeitsnews.com  por TierraPura.org

Estamos entrando en la recta final de las elecciones presidenciales de 2020. El golpe de Estado del Estado Profundo comenzó a gestarse el 16 de junio de 2015, el día en que Donald Trump bajó las escaleras mecánicas de la Torre Trump para anunciar su candidatura a la presidencia de Estados Unidos. Existen pruebas contundentes de que el objetivo del Estado profundo era robar las elecciones para el ex vicepresidente Joe Biden y la senadora Kamala Harris.

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El hecho de que el Estado Profundo tuviera la intención de robar las elecciones nos hace comprender por qué los demócratas nominaron a Joe Biden para presidente, a pesar de que es un político corrupto de Washington de 78 años que muestra signos de una capacidad mental reducida, que muchos expertos calificaron como demencia senil. 

También explica por qué los demócratas pensaron que podían ganar nominando como vicepresidente a Kamala Harris, una política socialista de izquierda radical con una historia personal problemática, que era tan impopular con su propio partido que no pudo ganar una sola contienda primaria del Partido Demócrata.

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Pero si los demócratas iban a robar las elecciones de todos modos, no importaba que Biden y Harris fueran quizás uno de los más improbables de ganar boletos presidenciales nominados por cualquiera de los partidos en décadas. Lo que quizás sea igualmente evidente es que el martes 3 de noviembre de 2020, el presidente Donald Trump ganó una elección aplastante de trascendencia histórica en la que pudo haber recibido 80 millones de votos populares y posiblemente 360 ​​votos electorales, cifras históricas que fácilmente le habrían asegurado un segundo mandato, siempre que la elección se hubiera realizado de forma legítima.

En mi libro predigo que Trump ganará la reelección, pero eso es solo por lo que siempre digo: Donald Trump siempre parece que va a perder justo hasta que gana, y al final, ¡Dios siempre gana!

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