La mejor narrativa para consolidar odios, causar segregación, generar dolor y persecuciones, es justamente esa, la de víctimas contra opresores.
La generación de los ofendidos ha iniciado una cruzada contra la libertad, el primer objetivo lógico en su misión es hacerse con el monopolio del sufrimiento, una vez instaurado y convertidos en víctimas tendrán cabida libre para actuar contra sus “enemigos” en nombre de la “opresión”, entonces empezarán como energúmenos la cacería contra todo el que se oponga a la agenda progresista, primero derriban estatuas, censuran películas, después vienen los saqueos y destrozos en nombre de la “justicia”, por último llegarán los fusilamientos en masa.
En los últimos meses hemos atravesado por una serie de episodios que han promovido en la psique colectiva una aparente batalla por la justicia, donde la victimización aparece como mecanismo para lidiar contra lo que sea que la agenda de la izquierda emane.
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Luchas contra el racismo, el medio ambiente, los derechos de los homosexuales, todas ellas completamente justificadas pero que han sido secuestradas por una agenda progresista que poco le importa realmente solucionar los problemas anteriormente descritos sino modificar el pasado, para alterar el presente y controlar el futuro; aquí poco entra en juego las razones socioculturales, detrás de todo se esconde la simple implementación de un sistema económico que favorezca la imposición de grandes Estados totalitarios y socialistas. Para muestra un botón:
Una de las fundadoras del movimiento Black Lives Matters reconoce que ellos son un movimiento marxista entrenado, que tienen el propósito de fomentar su ideología (comunismo/socialismo); en las últimas semanas millones de personas en el mundo han salido con sus banderas de Black Lives Matters sin saber que están apoyando a una organización que tiene como objetivo implantar el mismo marxismo que ha arruinado a países como Venezuela, Cuba, Corea del Norte o Nicaragua, y lo mismo ocurre con ANTIFA, una organización que dice combatir el fascismo, pues su propio nombre así lo establece «antifascistas», pero son simplemente otra organización de extrema izquierda que en su disfraz “antifascista” son más fascistas que el propio Mussolini, quien valga la redundancia también fue socialista.
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El silenciamiento y el victimismo es el objetivo inicial progresista para anular y entorpecer el crecimiento y la independencia de grupos anteriormente marginados, como es el caso de los negros. Recientemente gracias a ello censuraron “Lo que el viento se llevó”, la película de 1939 que consiguió que por primera vez una mujer negra ganara un Oscar por su actuación, y que tacharon por supuestamente «promover el racismo y la esclavitud» cuando lo que hacía era retratar una realidad.
Otro ejemplo de esto es la campaña para eliminar negros de grandes marcas comerciales, como es el caso de Nancy Green, cuyo caso es más ilustrativo aún: la mujer negra ponía rostro a la marca comercial de alimentos Aunt Jemima, un referente mundial en su sector. Nancy Green se hizo millonaria gracias a los anuncios comerciales y con el dinero conseguido por ello pudo financiar campañas para luchar contra la discriminación racial en Estados Unidos; hoy gracias al progresismo, su rostro ha sido eliminado de la marca supuestamente para combatir el racismo, cuando lo que realmente hacen es borrar el rostro de una persona exitosa que logró salir adelante y tener una vida próspera gracias a sus propios méritos y el capitalismo.
El nuevo socialismo llamado “progresismo”, quiere a los negros pobres, ignorantes, sintiéndose víctimas y excluidos para así poder seguir usándolos como carne de cañón en su agenda, puesto que a mayor cantidad de “víctimas” y pobres, cobra vigencia su discurso de “justicia social” que justifica la expropiación de riquezas, la propagación de Estados cada vez más grandes y más intervencionistas de las economías, que cobran mayores impuestos a la gente, en pro de esa “justicia social”, que no es otra cosa que la esclavización moderna oculta bajos los preceptos del buenismo.
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Es por todo esto que derriban y vandalizan las estatuas de grandes hombres como Lincoln, Churchill, Washington y líderes que lucharon contra la segregación racial y la abolición de la esclavitud, mientras se mantienen en pie las estatuas de personajes como Marx, e inauguran nuevas efigies del padre del comunismo ruso Vladímir Lenin en países como Alemania que sufrieron los embates del colectivismo, primero con el nacionalsocialista Adolf Hitler y luego en su parte este con el comunismo internacionalista soviético, donde —entre aplausos— siguen endulzando a los líderes de su propia destrucción.
Es importante aprender a reconocer a las personas que realmente quieren sociedades más libres, más justas, donde la única igualdad sea ante la ley, de aquellos que con sus historias de víctimas quieren obligar a todos a ser pobres y oprimidos para así aplastarlos con todo el peso del Estado totalitario. Por algo actores como Morgan Freeman han dicho abiertamente que si realmente quieren luchar contra el racismo, dejen de hablar de ello, dejen de dividir a los seres humanos en negros y blancos y empiecen a hablar de ellos como lo que son “hombres y mujeres”, nada más, sin apodos que los diferencien y segreguen; porque justamente eso es lo que hace la prensa izquierdista, definirlos y conceptualizarlos como oprimidos, orientarlos como una raza minusválida que necesita ayuda social.
En el presente vivimos una situación tan compleja y difícil, precisamente porque hay una cantidad de aristas infinitas que se hacen imposibles de conceptualizar en una sola idea o escrito, es el progresismo adueñándose de cientos de “causas justas” para usarlas a su antojo y convertirlas en el justificativo de intervención estatal y socialismo.
Por favor no renieguen de los peligros ideológicos del presente, no menosprecien todo lo que está pasando, hace 3 años el presidente Donald Trump dijo que bajo el anarquismo de la izquierda podrían caer las estatuas de los padres fundadores de Estados Unidos, George Washington y Thomas Jefferson, los medios se burlaron de él, tan solo tres años después esto se hizo realidad. Lo mismo le ocurrió a los venezolanos quienes nunca pensaron que verían a su país en las mismas condiciones de pobreza absoluta como la de los cubanos, hubo siempre una incredulidad fastuosa que tan solo fue derrumbándose cuando el monstruo ya era demasiado grande para vencerlo.
No menosprecien las tácticas del victimismo y la generación ofendida, como he venido sosteniendo, esto empieza con abucheos, censuras y berrinches, pero en un abrir y cerrar de ojos se transformará en fusilamientos en masa.
Fuente: Panam Post.
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